Por Rodolfo G. Módena

Desde el primer día del gobierno de Macri, la utilización de los procedimientos judiciales para tratar de criminalizar a funcionarios y dirigentes kirchneristas fue una constante. Un mecanismo que se venía incubando desde los años ochenta y noventa, cuando las usinas de inteligencia del imperialismo norteamericano becaban a los jueces argentinos y latinoamericanos para formarlos en Miami como reaseguro de su dominación hemisférica tras el desgaste de los golpes militares clásicos. El eje de aquella operación sigilosa pasaba de la Escuela de las Américas del Comando Sur del Ejército de los Estados Unidos en Panamá (donde se entrenó a todos los dictadores latinoamericanos) a la preparación de cuadros de los poderes judiciales a través de mecanismos encubiertos por diversas “organizaciones no gubernamentales” instrumentadas a tal efecto.

Desde entonces vinimos denunciando el nuevo modus operandi que se plasmaría en el ejercicio de los “golpes blandos” de la CIA y que en nuestro país se puso en marcha luego de asumido el gobierno neoliberal-fascista de la alianza Cambiemos, ya no para voltear un gobierno como hicieron con Zelaya en Honduras, sino para destruir y/o proscribir el seguro retorno de las fuerzas y los líderes populares del continente como hicieron con Lula y Dilma en Brasil, Correa y Glas en Ecuador, Lugo en Paraguay, Cristina, De Vido, Boudou y otros compañeros en Argentina. Ese modus operandi hoy se llama lawfare: neologismo inglés que significa “guerra judicial”. Lo que vivimos los últimos cuatro años de entrega nacional al neoliberalismo fue una verdadera ofensiva judicial con la previa y simultánea descarga de la artillería mediática de desgaste y preparación del terreno propicio.

Cristina fue contundente en su alegato del pasado 2 de diciembre ante el Tribunal Oral Federal Nº 2, al que denominó tribunal del lawfare: “Había que condenar a un gobierno, porque había que traer de vuelta al Fondo Monetario Internacional. Y para poder hacerlo, había que convencer de que el que le había pagado, y había desendeudado, era un chorro (…) A mí me absolvió la historia. Y a ustedes, seguramente, los va a condenar la historia”. Por su parte, Alberto Fernández afirmó: “Lo que vi ayer fue un acto de defensa maravilloso, impecable. Uno de los mejores alegatos defensistas que vi en mi vida, que dejó mudos a los jueces. No era una mujer furibunda, era una mujer que se estaba defendiendo”.

Con Cristina no pudieron y hoy volvimos con una dura experiencia acumulada que estuvo reflejada, exitosamente, en la genial movida táctico-electoral, de carácter estratégico, plasmada por nuestra hoy vicepresidenta y por el rol que asumió nuestro hoy presidente para construir la unidad necesaria y la nueva victoria del campo nacional, democrático y popular.

Sin embargo, parafraseando el Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria de 1918, “los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan”. Es que aún está, entre otros, la compañera Milagro Sala privada de su libertad. Y en la figura de Milagro centramos nuestro clamor por todos, por Amado también, por una Navidad sin presos políticos.

Es que el de Milagro es el caso más emblemático de la feroz “guerra judicial” del imperialismo y la oligarquía contra nuestro pueblo y nuestra Patria. En Milagro, además de haber sido la primera presa política del neoliberal-fascismo, se condensa todo el odio de clase del enemigo: racista por ser coya, misógino por ser mujer, clasista por ser trabajadora y pobre y, por sobre todo, por haberse levantado contra la injusticia social de las clases dominantes, por haber alzado la cabeza y desafiado al patrón-colonizador, y por haber sabido construir una alternativa social y política para los postergados, explotados, humillados y marginados de siglos en su Jujuy profundo. Y tendrá que rendir cuentas con la Historia el radicalismo, tanto por haber servido de plataforma al retorno del neoliberalismo como por la obsesiva persecución de su gobernador Gerardo Morales contra la compañera Milagro.

Milagro es ejemplo de dignidad, Milagro sigue siendo bandera de los oprimidos y pronto volverá a estar al frente de la lucha de los suyos en la calle y en la vida política provincial y nacional.

Todo es parte de una misma lucha. Es también la del compatriota y camarada Evo Morales y los pueblos de Bolivia, donde hemos sufrido la dolorosa lección de que el imperialismo, las oligarquías, el racismo y el fascismo no habían archivado del todo la opción militar (también con la complicidad operacional de Gerardo Morales y la oligarquía jujeña) para recuperar, vía golpe de Estado cívico-militar, sus privilegios perdidos en la década ganada de la Patria Grande.