La irrupción del Covid-19 a escala global permite observar la enorme fragilidad del sistema capitalista en su fase neoliberal, su impotencia frente a un fenómeno de semejante magnitud, la descomposición de su pregonada sociedad libre (sálvese quien pueda) y las colosales desigualdades que emergen frente a un drama que afecta al conjunto de la humanidad. Detrás de la “infodemia”, de las víctimas mortales y contagios que se cuentan por segundo, de las acciones desesperadas y en muchos casos caóticas, debemos identificar el fondo de esta coyuntura, donde persiste la confrontación entre dos concepciones sociales antagónicas.

La crisis sanitaria se suma a una crisis financiera más destructiva aún que la de 2008. Estallaron todas las burbujas habidas y por haber. Esto agudiza todavía más el daño económico determinado por la caída de la actividad y el consumo de las grandes potencias, en particular de la República Popular China.

En China aparecieron los primeros casos de Coronavirus promediando diciembre del año pasado. ¿Cómo surgió? Todavía es una pregunta que debe responderse. No hay paciente cero, ni pangolín, ni murciélago. Sí tiene la historia vastos antecedentes de guerras biológicas.

En el transcurso de tan sólo tres meses, lograron controlar la propagación, reducir los contagios y preservar miles de vidas humanas. Una nación con 1400 millones de habitantes. Ya desmantelaron 11 de los 19 hospitales que construyeron en semanas para atender la emergencia en Wuham. Bajo la orientación del Partido Comunista y el gobierno de Xi Jinping, el pueblo chino actuó con conciencia, disciplina y solidaridad. Hoy sus científicos avanzan en las pruebas de una vacuna y sus médicos asisten en otras regiones del mundo, en particular de Occidente, donde la pandemia hace estragos sin haber alcanzado su pico.

Lo que en China fue planificación, en Europa y los Estados Unidos es caos e improvisación. Los más pobres y desamparados son los que más van a padecer los efectos del virus. Aunque Trump anuncie ahora medidas drásticas (con miles de casos diseminados por los 50 estados de la Unión) lo cierto es que en los EE.UU hay por lo menos 40 millones de personas sin cobertura de salud. Allí vimos las primeras imágenes de personas peleándose por papel higiénico o alimentos, vaciando las góndolas. El drama en el Viejo Continente es aún peor, con un sistema sanitario colapsado, donde termina rigiendo la más cruda selección natural.

Nuestro continente carece de la infraestructura necesaria frente a un fenómeno de estas características, por eso es tan decisiva la anticipación. Quien picó en punta fue Cuba, cuyos médicos estuvieron en China y en otros 35 países supervisando la aplicación del Interferon Alfa 2B, obra de la biotecnología cubana, con resultados realmente efectivos en la sanación de los infectados.

Nuestro país también adoptó medidas tempranamente, buscando morigerar el impacto en el sistema sanitario, intencionalmente desmantelado durante los cuatro años de Cambiemos. A las acciones de prevención social, se sumaron un conjunto de anuncios (que detallamos en otras páginas de NP) orientados a sostener la actividad económica y preservar en particular a los más humildes. Se inyectarán alrededor de 700 mil millones de pesos. Es una importante decisión, más aún cuando desde diferentes sectores crecían las presiones para que el gobierno endureciera sus metas fiscales (eufemismo para que ajustara) y acordara con el FMI de cualquier forma y a cualquier precio.

La única prioridad son los intereses de las mayorías.

Apelamos a la conciencia y solidaridad de nuestro pueblo para afrontar un escenario verdaderamente complejo. No van a faltar los intentos por incidir políticamente y buscar la desestabilización del gobierno nacional: con desabastecimiento, pánico o precios sin control. Para enfrentar el Coronavirus debemos profundizar nuestra lucha contra el neoliberalismo.