La pandemia obligó a millones de personas a vivir una nueva realidad, sobre estructuras deterioradas por décadas de neoliberalismo y desigualdad. Los pueblos se ven compelidos a existir en la mayor desprotección y desorientación en tiempo récord. El caso de Ecuador es paradigmático: el desmanejo y la crueldad de su presidente causaron escenas dantescas en las calles de Guayaquil. El colapso del sistema de salud estuvo marcado por la falta de medidas, porque el propio sistema ya estaba debilitado y excedido antes de la pandemia.

El primero de abril, cuando los cadáveres ya se descomponían en las calles, el gobierno de Lenin Moreno tuvo que aceptar la realidad. El responsable de la fuerza de tarea señaló que levantaron 771 muertos en viviendas y 631 en hospitales, cuyas morgues están colapsadas. La magnitud de la crisis también se mide por el número de personal sanitario contagiado: 1600 entre médicos, enfermeros, técnicos, etc., alrededor de 53 médicos fallecidos. La falta de oxígeno es otra de las aristas. Cada familia busca con desesperación un tanque, que vale alrededor de 700 dólares (el salario básico en Ecuador es de USD 400).

Con más de 7.500 contagiados, Chile está entre los cuatro países más afectados de América Latina. El gobierno de Piñera navega sobre un mar de contradicciones. Cuando los gobernadores comenzaban a suspender las clases, el ministro de Salud afirmó que no era correcto, al igual que suspender los vuelos o las reuniones. Finalmente, se avanzó con cuarentenas. Piñera defendió la “cuarentena estratégica y selectiva” porque “no es sostenible” decretar una cuarentena obligatoria ya que “nadie podría asegurar que las familias tengan los medicamentos, los alimentos y los servicios básicos”.

Chile se encuentra bajo el estado de excepción por catástrofe, con toque de queda desde las 22.00 horas, con las clases suspendidas y con las fronteras cerradas. Sin embargo, el gobierno chileno ha descartado decretar la cuarentena obligatoria en todo el país, a pesar de que aumentan los contagios.

Otro presidente que rechaza la idea de tomar medidas que privilegien la salud sobre lo económico es Bolsonaro. Brasil fue el primer país de América Latina en registrar contagios. En un mes y medio sumó más de 22.000, registrando 1.200 muertes. Tiene una de las tasas de mortalidad más altas. La gestión de la pandemia fue caprichosa y contraria a las recomendaciones de la OMS, lo que además acarrea una situación de crisis política. Mientras los gobernadores de la mayoría de los estados han instalado medidas de distanciamiento, el gobierno nacional se opone abiertamente. El Poder Judicial ha prohibido acatar cualquier orden de Bolsonaro que sea contraria a las recomendaciones de la OMS. El presidente pidió la renuncia de su Ministro de Salud luego de que formulara algunas medidas para el control de la pandemia. Los militares maniobraron para sostenerlo en su puesto, que es el de mejor imagen positiva en el ejecutivo.

La creciente cifra de muertos y contagiados en Brasil, las imágenes de cementerios improvisados para 1,5 millones de tumbas, donde filas recién cavadas se llenan con los cuerpos (registrados o no) que se lleva el virus, no convencen al presidente brasileño, quien desde el principio ha minimizado la crisis sanitaria y alerta más sobre su impacto en la economía. “Además del virus, ahora también tenemos el desempleo, fruto de ese ‘cierra todo’ y ‘quédate en casa’ o ‘te detengo’. Para toda acción desproporcionada, la reacción también es fuerte”, escribió el líder de la ultraderecha brasileña en sus redes sociales.