Días atrás el gobierno nacional presentó la propuesta de nuestro país en el marco de la negociación de la deuda con los acreedores privados. La decisión fue la de no pagar a costa del sacrificio y el hambre de nuestro pueblo. No era una definición más hace algunos meses y menos lo es en las actuales circunstancias de la Argentina y el mundo. El ciclo de endeudamiento inaugurado por Macri fue concebido para asegurar la timba y fuga del capital financiero. El mismo criterio debe utilizarse en la discusión con el FMI, cuyo abultado crédito estuvo destinado a sostener a Cambiemos en primer término y luego a financiar su campaña electoral.

La deuda externa adquirió una relevancia aún mayor desde la irrupción de la pandemia del Covid-19. Se requieren recursos extraordinarios para afrontar un escenario sin precedentes. La venta a precio negativo del barril de petróleo es una evidencia que ayuda a comprender la magnitud de la crisis que atraviesa el planeta. 26 millones de personas perdieron su empleo en los Estados Unidos en el transcurso de un mes. Por eso respaldamos la propuesta del gobierno nacional de establecer una quita significativa y un período de gracia de tres años. Tal como se afirmó en la presentación en Olivos encabezada por Alberto, Cristina y el ministro Martín Guzmán, las prioridades de nuestro país son soberanas.

Se descubrieron recientemente 950 cuentas en el exterior sin declarar, por un monto global de 2.600 millones de dólares. Se calcula que son 300.000 millones de dólares los activos de argentinos y argentinas en el exterior. En nuestro país, hay por lo menos 11.000 personas físicas con una fortuna igual o superior a los 2 millones de dólares. Hacia ese universo está dirigido el proyecto de ley de un impuesto extraordinario que comenzará a tratarse en el Parlamento durante las próximas semanas. Como venimos sosteniendo, los recursos están.

El gobierno lleva invertidos más de 850.000 millones de pesos en medidas orientadas a paliar las consecuencias económicas de la cuarentena en un contexto de crisis global. No hay señales del ajuste fiscal que exigen los factores de poder, que reclaman su parte obtenida en el escolazo financiero. Esto explica los fuertes aprietes de los últimos días, en particular desde que se dio a conocer la oferta a los bonistas. Presión sobre el dólar, sobre los bonos, contado con liqui, etc. En esta tómbola se prenden todos, empezando por las empresas que recibieron subsidios para pagar salarios, pero los desviaron para timbear.

Arremeten por diferentes frentes y cualquier bondi los deja bien ante la oportunidad de esmerilar al gobierno. Ahora inoculan el pánico frente a una posible “liberación masiva de asesinos y violadores”, cuando el asunto es cómo actuar frente a una situación compleja como lo es la superpoblación carcelaria. También distorsionaron la correcta decisión de nuestro país de retirarse de las negociaciones del MERCOSUR tendientes a rubricar acuerdos de libre comercio con países como Corea del Sur, Canadá o Singapur, lo que constituiría un verdadero latrocinio para nuestra economía. Deberemos recorrer un camino hasta recuperar el sentido de integración que el bloque regional impulsó durante la década pasada, con un contenido objetivamente antiimperialista.

Hace 150 años nacía Lenin, el líder de la primera Revolución Socialista de la historia de la humanidad. Supo describir las leyes del desarrollo capitalista en su fase imperialista, y construyó el instrumento político y de masas necesario para derrotar a ese enemigo principal. Porque el imperialismo no se cae solo. Su aniversario coincidió con una fecha muy cara para los comunistas argentinos, como lo es el fallecimiento de nuestro fundador, el compañero Jorge Pereyra. A nuestro entender, quien mejor supo interpretar y llevar a la práctica las ideas del leninismo en nuestro país. En estas circunstancias tan especiales del mundo actual, sus ideas ostentan una plena vigencia para la asimilación de los nuevos fenómenos y la acción política concreta.