Desde fines de abril vienen en aumento los casos de Covid-19 en los barrios vulnerables de la Ciudad de Buenos Aires y ya representan el 50% de los casos totales del distrito.

El coronavirus llegó inicialmente a la Ciudad de Buenos Aires, sobre todo en los distritos con residentes de clase media y alta del centro y norte de la ciudad. Los barrios que sumaban mayor cantidad de casos eran Palermo, Recoleta y Balvanera. A medida que la covid-19 se instaló llegó la transmisión comunitaria y se extendió sobre diversos sectores de la sociedad, incluidos los de nivel económico más bajo. En CABA, el aumento de casos en barrios vulnerables (al 11 de mayo) explican el 50% de los totales de la ciudad. Esto conlleva una gravedad extra, ya que la vulnerabilidad estructural acrecienta la posibilidad de una rápida multiplicación del virus en una población con menores posibilidades de acceso al sistema de salud.

En el Barrio Padre Mugica se registra la mayor dinámica, con una curva de duplicación de 3,5 días (medido en los 11 días), otros barrios populares 8,7 y en CABA 11. Todas las villas de la ciudad tienen casos de Covid-19. La 1-11-14 del Bajo Flores tuvo un pico que luego tendió a bajar. En la 31 el problema tiene múltiples aristas, con eje en la ausencia del Gobierno de Larreta. La desidia frente a la falta de agua porque no se instaló la red del barrio (desde julio de 2019 por la “urbanización” de Larreta) con las colas que la gente debe realizar a diario. La falta de asistencia alimentaria en plena cuarentena, cuando se multiplicaban las ollas populares autogestionadas porque los más de 20 comedores no daban abasto. Una actitud pasiva para entender qué significa allí un “caso estrecho”, donde el hacinamiento es la regla. Además de que no se implementó un protocolo de prevención en las villas y de aislamiento para los casos sospechosos.

Al mismo tiempo, en Padre Mugica, se suma la cercanía a Recoleta y otras zonas del norte capitalino con numerosos casos de coronavirus. Muchos de los habitantes de la 31 trabajan en esos barrios, en especial mujeres en el servicio doméstico que ante la necesidad y la presión de sus patrones se vieron obligadas a salir dejándolas expuestas al contagio.

Solo después de las advertencias de organizaciones y referentes, el gobierno porteño blanqueó las cifras y puso en marcha junto a Nación un plan de testeos casa por casa. El 6 de mayo comenzó el operativo Detectar (Dispositivo Estratégico de Testeo para Coronavirus en Terreno de Argentina) lanzado por el Ministerio de Salud de la Nación con el objetivo de testear a personas con sintomatología que vivan en los barrios populares del AMBA. Para reforzar esta estrategia, desde Nación ampliaron la definición de caso sospechoso que suma a residentes y personal que trabaja en instituciones cerradas o de internación prolongada, personal esencial y habitantes de barrios populares y pueblos originarios con 2 o más síntomas. Esto obliga a profundizar la pesquisa y el testeo en estas poblaciones.

Se dice que la pandemia es igualitaria porque nadie está a salvo de una enfermedad para la cual la humanidad no cuenta con defensas, ni remedios, ni vacuna. Sin embargo, esta igualdad biológica se pierde frente a las desigualdades históricas. La pandemia profundiza aún más la pobreza estructural, el hambre, el hacinamiento, la falta de agua o el dengue (CABA está 4º en el ranking de infectados). La jurisdicción más rica del país, con el PRO que gobierna hace 13 años, eligió postergar alevosamente cada uno de estos problemas, que en el contexto de pandemia generan un daño mucho más grave. En EE. UU. se denuncia a diario como la población afrodescendiente y latinoamericana es la que está poniendo literalmente el cuerpo, con una gran desproporción de muertos e infectados. En CABA, un gobierno que por más de una década se dedicó al maquillaje, las veredas y ser la usina de la derecha odiadora, tendrá que comenzar a atender las demandas de los postergados de siempre.