Mientras la Provincia de Buenos Aires concentra sus esfuerzos en reforzar la cuarentena, CABA le suma flexibilización a su ya acostumbrada política de desgobierno.

Argentina enfrenta el tan mentado pico de contagios y la región más afectada, que concentra el 90% de los casos del país, es el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Al cierre de esta edición, la tasa de incidencia es de 87,2 casos cada 100.000 habitantes; mientras que la tasa de mortalidad es de 21,5 casos cada millón de habitantes. Por su parte, en base al índice AMBA, confeccionado por Provincia y Ciudad en conjunto, todos los indicadores empeoraron considerablemente (contagios, mortalidad, movilidad en el transporte y camas disponibles).

“Es el momento en que tenemos que empezar a contar las camas”, dijo el Presidente Fernández en una entrevista radial. También sostuvo que “no es gratis salir a mirar vidrieras, andar en la calle o salir a correr”, en clara alusión al relajamiento llevado a cabo en Ciudad, y aseguró que “si volvemos a la disciplina del inicio vamos a frenar esto, y seguramente vamos a poder garantizar las camas que todo el mundo necesite”.

Pero para que esto pueda llevarse a cabo es necesaria una estrategia conjunta, dada la estrecha relación geográfica entre ambas jurisdicciones. En las últimas semanas, el jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta aflojó las restricciones del aislamiento social, preventivo y obligatorio en su distrito, cediendo a las presiones de su base electoral, fogoneada por el discurso anticuarentena y el verso de la “cuarentena inteligente”. Esto se vio reflejado en la autorización para que la gente salga a correr en horario nocturno. Cuando la ciudadanía pudo comprobar la gran concentración de gente que esto generó, el alcalde perteneciente a Juntos por el Cambio no tuvo mejor idea que extender una hora más el horario permitido. Esto se suma a la política de total abandono en las villas, cuya población constituye en sí misma un factor de riesgo por las lamentables condiciones habitacionales jamás resueltas; la falta de insumos en los hospitales porteños; y la prácticamente inexistencia de restricciones al comercio.

En la Provincia de Buenos Aires, por su parte, la ocupación de camas alcanza el 50% en la mayoría de los distritos -algunos superan este número-, cuando una quincena atrás la ocupación era del 30%. No todas están ocupadas por pacientes de coronavirus, sino también de otras dolencias y enfermedades, muchas de ellas relacionadas con las bajas temperaturas que empiezan a arreciar. En este sentido, el Viceministro de la cartera de Salud provincial, Nicolás Kreplak, se expresó en numerosas ocasiones acerca de la posibilidad de volver a fase 1 o restringir medidas de circulación para hacer frente a los crecientes números de contagios. “El sistema de salud bonaerense estará en unos 20 o 30 días al máximo de su capacidad”, aseguró la Subsecretaria de Salud, Leticia Ceriani. Desde la gobernación, Axel Kicillof siempre se mostró en favor de mantener al máximo posible las medidas sanitarias, en línea con la postura de Nación: “mientras están creciendo los casos, la cuarentena se tiende a hacer más rígida, no más flexible”, sostuvo en conferencia de prensa en clara alusión a las medidas flexibilizadoras que Larreta implementó en la Ciudad contra toda recomendación sanitaria.

Se espera en los próximos días una resolución conjunta para volver a achatar la curva y afrontar este drama sanitario lo más pertrechados posible.