Según el relevamiento 2020 de la revista Forbes (www.forbesargentina.com/rankings) las 50 fortunas más grandes de nuestro país reúnen alrededor de 46.000 millones de dólares. Por lo menos, eso es lo declarado. Superan con creces las reservas netas del Banco Central y concentran el 14% del PBI nacional. No sólo tienen participación monopólica en la Argentina (sectores energético, financiero, acero y aluminio, agropecuario/alimentos, telecomunicaciones, etc.) sino que, en algunos casos, se trata de empresas transnacionales. Todas ellas ganaron durante el macrismo y fugaron al exterior una parte de esas ganancias. Están asociados a su vez con capitales extranjeros en entramados que controlan los resortes fundamentales de nuestra economía. Muchos son tenedores privados de la deuda colosal contraída por Macri: deuda que se “esfumó” y que pretenden hacerle pagar a nuestro pueblo.

Aquí y en el mundo, el principal motor de los conflictos políticos y sociales pasa por quién asume los costos de la crisis del neoliberalismo (agudizada al extremo por la pandemia). El PBI de los Estados Unidos se derrumbó durante el segundo semestre del 2020, con una caída del 37%. Más de 50 millones de personas perdieron su empleo, 4 millones son los contagiados y 140 mil los muertos al 21 de julio. Sin embargo, las principales empresas tecnológicas norteamericanas (la crema de Wall Street) incrementaron sus fortunas en un 20% durante este año. Sólo en un día, Amazon ganó 13.000 millones de dólares en el circuito financiero. Pero el desarrollo material de los pueblos sigue atado a la economía real, a la producción de bienes y servicios.

Esta cuestión se debate especialmente en nuestro país, que se propone salir del infierno heredado de Cambiemos. ¿Cómo y con quiénes llevar adelante un proceso de desarrollo nacional con inclusión social, que urge hoy más que antes luego del demoledor impacto causado por la pandemia del COVID 19? ¿Hasta dónde se puede compartir intereses con el poder real y sus corporaciones, supeditadas a la reproducción financiera del capital, es decir al neoliberalismo? Cuando se habla del rol del Estado, y de su intervención en las decisiones económicas, se debe discutir también qué hacer con las rentas extraordinarias. O qué hacer con Edesur por ejemplo, que después del saqueo de los últimos años sigue mofándose de millones de usuarios. ¿Alcanza con el diálogo? Somos concientes de que no se trata de un problema declamatorio, y que el balance de fuerzas es determinante. Pero a nuestro entender, una correlación de fuerzas favorable se construye, y se construye yendo hacia adelante.

Al gobierno le ha tocado actuar en un contexto sin precedentes, y al presidente en particular asumir en condiciones más que adversas. Se han adoptado medidas de gran impacto, de enormes transferencias de ingresos a quienes más lo necesitan. Se ha preservado la vida de nuestro pueblo. El ataque del enemigo es brutal, así como las presiones para que Alberto rompa con Cristina, es decir, se corra a la derecha. El imperialismo busca que Argentina hocique en la pulseada con los buitres. Pero ya se dijo, eso no va a ocurrir.

El triunfo electoral del Frente de Todos (una fuerza heterogénea) fue el resultado de un repudio mayoritario contra el neoliberalismo. La irrupción del Coronavirus dilató tal vez algunas definiciones del nuevo gobierno. Hoy que se discute la pospandemia, se plantea entonces cómo avanzar y con quiénes. La propuesta de un impuesto extraordinario a las grandes fortunas (que Alberto confirmó se debatirá en el Congreso) no es sólo una medida puntual, sino el camino y la orientación que debemos recorrer.