Se estima que alrededor de 50 millones de personas en el mundo caerán en la pobreza debido a la crisis global en curso. El impacto de la pandemia del nuevo coronavirus es determinante, pero el capitalismo en su fase neoliberal ya se encontraba, desde hace más de una década, bajo cuidados intensivos. A excepción de la República Popular China, las principales economías del planeta (el G7 por ejemplo) prevén una caída interanual del PBI que oscila entre los 8 y 10 puntos. Tanto los Estados Unidos como Europa anunciaron planes de recuperación billonarios. Pero estos salvatajes, ¿a quiénes van a salvar? Cuando semanas atrás Donald Trump “sugirió” postergar las elecciones presidenciales, dio la respuesta.

Hay una posición hegemónica que cruje y es la del imperialismo norteamericano. Por causa de la creciente debilidad del dólar como moneda de reserva dominante, se observa nuevamente una corrida hacia el oro y la plata. Más allá de los vaivenes coyunturales, se trata de una tendencia que no empezó ayer. Durante el primer trimestre de 2020, sólo el 45% de las transacciones entre China y Rusia se realizó mediante la divisa estadounidense. En el 2005, esa proporción era del 90%.

Son las grandes mayorías las principales afectadas por el Covid y por la debacle económica mundial. Pero en nuestro continente, todo duele más. Al estrago causado por el neoliberalismo durante los últimos se suma la contingencia actual. Países como Chile, México, Colombia y Perú prevén una caída sin precedentes de sus niveles de empleo. En Brasil y Bolivia la situación es rayana con el desastre. Sólo Cuba, Venezuela y Nicaragua (no sin grandes dificultades por causa de bloqueos y sanciones) han logrado preservar miles de vidas. Hay que decirlo una y otra vez, porque se los borra hasta de las estadísticas.

Nuestro país, después de la bomba nuclear que significó el breve periodo macrista, ha logrado también morigerar el golpe de la pandemia en términos sanitarios. Y ha destinado cuantiosos recursos fiscales para contener los efectos de la caída económica, que es global con o sin cuarentena, como bien recordó días atrás el gobernador Axel Kicillof.

En este marco excepcional, se anunció el acuerdo de reestructuración de la colosal deuda con los principales grupos de acreedores privados. A pesar de las presiones del poder real (y sus voceros de la cúpula de la CGT) y de los aprietes de los buitres, rigió el principio de que los números tienen que cerrar con la gente adentro. Casi en simultáneo, el Ecuador presidido por el traidor Moreno cerró una negociación similar, aunque con resultados muy diferentes. Ecuador pagará 91 centavos por cada dólar adeudado, mientras que nuestro país reconoce 54 centavos por cada dólar adeudado.

Se viene ahora una dura pulseada con el FMI, aunque en condiciones menos desfavorables. Tal como afirmaron Alberto y el ministro Guzmán, la prioridad es recuperar al país, salir del pozo. La deuda con el Fondo es por el aporte de campaña de los yanquis a la fallida reelección de Macri. Lo sinceró el candidato de Trump al BID, Mauricio Claver-Carone.

Hoy tenemos que desarmar el andamiaje neoliberal, atendiendo al mismo tiempo a las impostergables urgencias sociales. Sobre estas cabalga la derecha, buscando arrinconar al gobierno nacional. Se preparan para una batalla también estratégica, como lo es la defensa del partido judicial. Frente a esto, seguimos el consejo de Cristina: esclarecer, crear conciencia, acumular fuerzas y luchar.