China, Rusia e Irán firmaron a fines de agosto una alianza que debilita la influencia de Estados Unidos en todo el mundo, especialmente en Medio Oriente y Asia Central, además de acelerar la colosal iniciativa de la Franja y la Ruta de China socialista.

La semana pasada se firmó un acuerdo geopolítico entre tres actores clave en la lucha global por la multipolaridad: la República Popular China, la Federación Rusa y la República Islámica de Irán. Los acuerdos se basan en asistencia militar, inversiones productivas y tecnológicas (con vistas al 5G) y comercio de hidrocarburos y sus derivados. Al mismo tiempo se busca acercar a otras naciones de Asia Central y Medio Oriente para profundizar la iniciativa global de la Franja y la Ruta de la República Popular China. El acuerdo con Irán se estima en 400 mil millones de dólares durante 25 años y queda por verse el monto que significará para Rusia. Aunque lo más destacado es la no utilización del dólar estadounidense durante todo este proceso. Esto no solo favorecerá a Irán y a Rusia, que podrán saltearse cualquier tipo de sanción por parte del imperialismo, sino que generará una cada vez mayor demanda de yuanes, la moneda de China que ya es considerada como una posible opción para desbancar la dictadura del dólar como moneda de intercambio mundial.

Con la segunda economía más grande del mundo y con tasas de crecimiento de las más altas, la República Popular China necesita garantizar un suministro constante de petróleo. El mayor proveedor de China es Arabia Saudita, un país poco confiable que tiende a jugar a dos puntas y muchas veces en favor del imperialismo, por lo que los acuerdos con Irán permitirán a China diversificarse y asegurar las fuentes de suministro necesarias para sostener el impresionante crecimiento de su modelo socialista. China podrá comprar petróleo, gas y productos petroquímicos con descuentos importantes, con financiación especial y sin utilizar el dólar; mientras que Irán y Rusia se beneficiarán con grandes inversiones e intercambio justo sin recurrir a Occidente. Al mismo tiempo, tanto China como Rusia tendrán acceso privilegiado a una región inmensa que va desde el océano pacifico en el Lejano Oriente hasta el Mediterráneo en las costas de Siria y El Líbano (este último sufrió “casualmente” una destrucción casi total de su principal puerto luego de una impresionante explosión, que obligó la renuncia de un gobierno no alineado con los yanquis). Pakistán, un aliado importante de China, también será de suma importancia para conectar toda la región. Ante esta situación, no es casual que Estados Unidos busque un conflicto entre la India y China.

Lo real es que, hasta ahora, la política hostil de sanciones y amenazas por parte del imperialismo está logrando lo contrario de lo que pretendía: refuerza alianzas entre países soberanos y potencia la creación de un gran bloque multipolar (militar y comercial) en contraposición a la unipolaridad de Estados Unidos. También podría significar un tiro por la culata para la campaña electoral de Trump, que utiliza su política exterior como uno de los principales caballitos de batalla, además de la supuesta “protección” de la industria norteamericana y de la clase media blanca. Así y todo, su contrincante, el demócrata Joe Biden, planea continuar con una política exterior similar, por lo que no hay motivos para ilusionarse.

El contraste entre China y EE.UU. es clave para entender el porvenir: mientras que en el gigante socialista el PIB creció un 3,2% interanual (superando todos los pronósticos), en Estados Unidos se derrumbó un -9,5% interanual. En cuanto a la pandemia, las muertes por COVID-19 en China fueron 4.634 (3 cada mill/h) al 31 de agosto, mientras que en EE.UU. fueron 187.610 (566 cada mill/h) a la misma fecha, un verdadero desastre humanitario y sanitario. La desocupación en China se mantuvo en torno al 5,7% en julio mientras que en EE.UU. se situó en 11,1%, una tasa sin precedentes en décadas. A todo esto, hay que agregar la profunda crisis racial que está explotando con masivas manifestaciones y disturbios por todo el país. Como bien indica el informe anual de China sobre la violación de los DD.HH. en Estados Unidos: “los asiáticos estadounidenses han estado sufriendo estigmatización; los afroamericanos e hispanos han sido víctimas de una grave desigualdad racial, y también se ha registrado violencia racista con gran frecuencia. La pandemia ha vuelto cada vez más difícil la vida del pueblo que está en el estrato más bajo de la sociedad estadounidense y ha intensificado la polarización social entre ricos y pobres. Debido a esto, el gobierno estadounidense no dio alertas efectivas al público y no hizo preparativos para la demanda potencial de recursos médicos por la pandemia, lo que llevó al pueblo norteamericano al borde de la infección y la muerte”.