Por Rodolfo G. Módena

El 2 de setiembre, el heroico pueblo vietnamita celebró el 75º aniversario de su independencia. Hoy consagrado como el Día Nacional de la República Socialista de Vietnam, remite a aquel día de 1945, tras la victoria contra el Eje Nazi-fascista y los invasores japoneses en la Segunda Guerra Mundial, cuando el gran héroe nacional Ho Chi Minh proclamó la constitución de la República Democrática de Vietnam en Hanoi, en el Norte liberado de la Patria.

Asimismo, el 9 de septiembre de 1948, se proclamó la República Democrática Popular de Corea luego de la victoria de las guerrillas comunistas lideradas por Kim Il Sung contra los imperialistas japoneses y el respaldo del Ejército Rojo Soviético y del Ejército Rojo Chino que habían liberado Manchuria a fuerza de enormes sacrificios.

Ambos países tuvieron que atravesar dramáticas situaciones a posteriori. Y como si no hubiera sido trágica la ocupación del militarismo nipón y sus prácticas genocidas sobre el pueblo coreano, los imperialistas yanquis se lanzaron a la guerra para evitar la unificación socialista de Corea, como los imperialistas franceses la de Vietnam.

Así fue la terrible Guerra de Corea (1950-1953) que se detuvo en un armisticio estableciendo al Paralelo 38 como frontera entre el norte y el sur de la península que habita una misma nación.

En Vietnam, los imperialistas franceses se negaban a retirarse de su ex colonia Indochina, hasta que fueron definitiva y humillantemente derrotados por las fuerzas patrióticas vietnamitas comandadas por el gran general Vo Nguyen Giap en la histórica Batalla de Dien Bien Phu, en 1954.

Pero derrotado el imperialismo francés, el imperialismo norteamericano se lanzó sobre Indochina para cometer uno de los más grandes genocidios de la Historia. Mucho peor aún que el de sus bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945.

El genocidio yanqui sobre Vietnam, Laos y Camboya fue espeluznante. Millones y millones de toneladas de bombas convencionales, millones y millones de toneladas de napalm, millones y millones de toneladas de agentes químicos lanzados para destruir a esos pueblos y sus riquísimos ecosistemas selváticos.

Hicieron daños inconmensurables desde el punto de vista humano y ambiental. Los millones de seres humanos vietnamitas, camboyanos y laosianos muertos no pueden ser meros números en la estadística genocida de los Estados Unidos. No hay derecho humano absoluto que lo pueda naturalizar como una simple anécdota del pasado. Como tampoco es perdonable la destrucción bestial de las selvas de Indochina, ni los millones de caídos en la Guerra de Corea.

Sin embargo, y a pesar de todo, el imperialismo pudo ser derrotado en aquellas grandes batallas desiguales.

Los pueblos del mundo siempre tendrán la última palabra.

Durante la guerra de Vietnam, en marzo de 1969, Cuba abrió una embajada en plena selva vietnamita, encabezada por el querido y recordado camarada Raúl Valdés Vivó (1929-2013), quien se convirtió en el primer embajador extranjero en plena guerra antimperialista en Vietnam del Sur.

Con ese mismo espíritu internacionalista proletario, hoy rendimos nuestro más emocionado homenaje a los aniversarios de los dos heroicos países: la República Popular Democrática de Corea y la República Socialista de Vietnam. Sin olvidarnos, claro, de la también heroica República Democrática Popular de Laos, la que sufriera más bombardeos yanquis que todos los de la Segunda Guerra Mundial juntos.