Por Rodolfo G. Módena

Cronista de la aurora”, así tituló su libro el escritor soviético Teodor Gladkov para rendir homenaje a un grande del movimiento comunista internacional de las primeras horas.

Se llamaba y sigue llamándose John Silas Reed, y había nacido en Portland, Oregon, Estados Unidos, un 22 de octubre de 1887.

Eminente periodista, escritor y poeta, pero por sobre todo luchador, supo visualizar y comprometerse con los desafíos de su tiempo.

Participó de la Revolución Mexicana de 1910 junto a Pancho Villa y dejó de esa experiencia crónicas imperdibles. Y porque no era cualquier tiempo el que se vivía, se enfocó en la Gran Revolución Rusa de 1917.

Él vio, en aquel acontecimiento histórico lejano, el inicio de una nueva era para la Humanidad. Nueva era que estamos transitando, todavía, con marchas y contramarchas, hacia el reino de la solidaridad y la libertad verdaderas.

Y viajó a Moscú, y escribió una de las crónicas periodísticas más famosas de la historia: “Diez días que estremecieron al mundo”.

Pero no se quedó en la crónica que le hubiera merecido un Premio Pulitzer, que no le hubiera importado en lo absoluto, porque lo verdaderamente importante para John Reed era el compromiso militante con la lucha revolucionaria por un mundo mejor.

Así participó de la fundación del Partido Comunista de los Estados Unidos e integró la Internacional Comunista.

En tal condición marchó, como dirigente comunista, periodista militante y combatiente, junto al Ejército Rojo Soviético a la batalla revolucionaria de Azerbaiyán. En aquellos lejanos campos de combate, entre bombas y metralla, contrajo tifus. Fue trasladado a Bakú y luego a Moscú, donde falleció un 19 de octubre de 1920, hace cien años.

Puede parecer una utopía, y acaso lo sea, pero en el sentido de no claudicar jamás y pensar que ojalá, algún día, el mismo pueblo norteamericano sepa reconocer a un verdadero héroe y símbolo humanista de su propia nacionalidad, esa que hace tiempo bastardeó (con sus famosos superhéroes de cartón pintado en fabulosos cómics) hasta los sueños mismos de la Declaración de Filadelfia de 1776 y del recordado, asesinado y siempre -por ellos mismos- olvidado e irrespetado Abraham Lincoln.

Los restos mortales de John Silas Reed descansan en la Muralla del Kremlin de Moscú, junto a otros grandes líderes bolcheviques.

¡Gloria eterna al camarada John Reed, por siempre amado comunista norteamericano e internacionalista!