El binomio Arce-Choquehuanca, del Movimiento Al Socialismo, triunfó en primera vuelta en las elecciones presidenciales. De esta manera se cierra el triste interregno golpista, que duró menos de un año, y se abre una nueva etapa de esperanza para los hermanos bolivianos y para toda la región.

Tras el violento golpe de Estado del último noviembre que derribó a sangre y fuego al gobierno constitucional de Evo Morales, y luego de sucesivas postergaciones de las elecciones generales, el MAS se alzó con un contundente triunfo en los comicios del pasado 18 de octubre. La fórmula encabezada por Luis Arce (Ministro de Economía y Finanzas Públicas durante los períodos 2006-2017 y en el 2019 hasta el golpe) y el ex canciller David Choquehuanca (de larga tradición sindical) obtuvo el 55, 10% de los votos, lo que les dio un triunfo en primera vuelta sobre las fuerzas minoritarias de la derecha protagonizadas por Carlos Mesa y Luis Fernando Camacho, que fueron divididos. No sorprende el apoyo del pueblo hermano de Bolivia al MAS, dado que esta fuerza política encabezó durante doce años uno de los mayores procesos de crecimiento económico con distribución de la riqueza de la región, con salarios altos, control de los recursos naturales y de las empresas estratégicas del Estado, y una lógica plurinacional para el sistema político que supuso una auténtica excepción no solo en nuestro continente, sino en el mundo.

Lo que si trajo sorpresa fueron los altos números obtenidos, que rebasaron todas las expectativas y obligaron a la golpista Jeanine Añez, usurpadora de la primera magistratura desde fines de 2019, a reconocer la derrota electoral. Esta vez no hubo poder militar que alcance, ni veedores de la OEA que puedan frustrar el proceso electoral. A este último respecto, cabe destacar que la República de México pidió la renuncia de Luis Almagro por su escandaloso papel en los últimos comicios bolivianos. El Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla (del que nuestro país forma parte) se plegaron a este pedido y la compañera Cristina, por su parte, se encargó de señalarlo con nombre y apellido en la resonante carta de los últimos días.

Con esta elección, el MAS se acerca a los números obtenidos en 2005, en su primera elección nacional, cuando obtuvo el 53, 7% de los sufragios. Entre la plataforma electoral, se encuentra la propuesta de no pagar la deuda externa contraída por el gobierno de facto, a los fines de que la economía pueda crecer sin restricciones. Se impulsa un impuesto a las grandes fortunas para personas que tengan un ingreso anual de más de cinco millones de dólares, propone repatriar el dinero fugado a cuentas off-shore y aplicar penalidades a aquellos que no acepten el convite, además de orientar políticas para la generación de empleo con salarios fuertes y alentar créditos bancarios para la industria.

Como expresó en declaraciones a la prensa el ex vicepresidente Álvaro García Linera, “el significado de estos resultados, para Bolivia, es que el proyecto nacional popular que ha postulado el MAS sigue siendo el horizonte insuperable de este tiempo”. Ante el notorio ciclo de agotamiento hegemónico neoliberal que estamos atravesando hace años en la región, la derecha ya no respeta las “formas democráticas” y acude a artimañas cada vez más violentas. El caso boliviano es una muestra cabal de ello. También de que nada es irreversible, y que sólo la lucha del pueblo puede convertir los reveses en victoria.