El pasado 25 de octubre el hermano pueblo chileno celebró un referendo que terminó con más de tres décadas de institucionalidad heredada de la dictadura de Pinochet.

La historia es nuestra y la hacen los pueblos”. Así dijo el gigante Salvador Allende, quien luchó contra el imperialismo y la oligarquía para construir la vía chilena al Socialismo. Lucha que terminó truncada por un golpe militar pro yanqui en 1973. Hoy Allende sigue vivo en la lucha del pueblo chileno, que ha demostrado en el último año una impresionante conciencia histórica.

El referendo, que constaba de dos preguntas, triunfó con un 78,27% a favor de redactar una nueva Constitución, y un 79,22% respecto a la forma de hacerlo: una Convención Constituyente. El gobierno neoliberal de Sebastián Piñera apostó por el “NO” en una primera etapa, pero luego, al ver el nivel de apoyo popular al cambio de la carta magna, terminó buscando una aprobación bajo convención mixta (en donde la mitad de los constituyentes sean elegidos por la vieja estructura político-institucional). La derrota del gobierno fue absoluta, dejándolo muy debilitado, no solamente a Piñera y a su coalición de gobierno, sino también a todo el sector político abiertamente pinochetista. Fue una derrota cultural del neoliberalismo en general y de la derecha chilena en particular.

La convención constitucional, que se encargará de escribir la nueva Carta Magna, no va a ser como las clásicas Asambleas Constituyentes en donde el Soberano (el Pueblo) tiene el Poder absoluto de modificar las estructuras socioeconómicas de base del país. La convención seguirá estando sometida al resto de los poderes actuales, aunque eso no significa que no se puedan conseguir grandes conquistas en este proceso. Las contradicciones van a ser múltiples y el choque de poderes se verá presionado por las luchas callejeras. Este proceso acaba de empezar y durará entre uno a dos años, hasta tener una propuesta de nueva Constitución a la cual volver a votar. Los consensos políticos van a ser clave, por lo que cualquier postura sectaria tenderá a ser perjudicial. Para llegar a un acuerdo se necesitarán de dos tercios de la convención, algo muy difícil de lograr. Sin embargo, y a diferencia del pasado, las puertas para cambios profundos están abiertas.

Los miembros de la Constituyente serán elegidos de forma directa el 11 de abril de 2021 junto a gobernadores, alcaldes y concejales. Se trata de la culminación de una batalla callejera que comenzó en octubre del año pasado, y cuyo saldo fue de al menos 30 muertos y miles de heridos.

“En este momento histórico, hacemos un llamamiento a la unidad a todas las fuerzas políticas antineoliberales, a los movimientos sociales, a los pobladores y asambleas o cabildos de los territorios, a las mujeres organizadas, a las organizaciones y sindicatos de trabajadoras y trabajadores, a la juventud y los estudiantes, a los pueblos-naciones originarias, a las organizaciones sociales, culturales y medioambientales; a todos los que luchan en cada rincón de Chile por los cambios profundos que el pueblo mandata.” Así se manifestó el Partido Comunista de Chile, protagonista destacado de esta victoria.

El “modelo chileno”, paradigma y ejemplo para los neoliberales, terminó por derrumbarse y mostró su verdadera cara: una “democracia” tutelada, una violación sistemática de los derechos básicos de la clase trabajadora, y una desigualdad social estructural extrema; además de una incapacidad de manejar la pandemia del nuevo coronavirus, que convirtieron al país en uno de las principales naciones con más muertes por cada millón de habitantes del planeta. El “estallido”, como se denominaron las históricas protestas antigubernamentales de los últimos años, no fueron simplemente críticas a la antidemocrática y reaccionaria Constitución liberal de Pinochet, sino también una lucha por la inclusión al sistema de millones de trabajadores excluidos, que terminaron levantándose, movilizándose y luchando para cambiar las estructuras del modelo económico neoliberal. Este sistema económico, que fue impuesto a sangre y fuego por una dictadura, generó desigualdades que son imposibles de superar sin transformaciones profundas. Esto es lo que cambió con la victoria de este referendo.