Por Rodolfo G. Módena

Han pasado diez años que nos parecen a veces un instante, y otras un siglo o más. Son las coordenadas convencionales del tiempo histórico que no siempre conjugan matemáticamente con nuestras subjetividades personales o colectivas.

Como sea, hace diez años, un 27 de octubre de 2010, los argentinos y argentinas sufrimos y lloramos la pérdida física del compañero Néstor Carlos Kirchner. Y lo lloramos en serio. Tanto desde el sentimiento como desde la convicción. Porque Néstor Kirchner (y ya lo hemos dicho muchas veces y no nos cansaremos de decirlo en estas páginas) es el prócer del Bicentenario de la Patria.

La Patria había sido devastada durante la década Infame neoliberal y menemista de los noventa. Más, todavía, con De la Rúa y el gobierno continuista de la Alianza que terminó por súperendeudarnos y reprimiendo brutalmente la rebelión popular del 19 y 20 de diciembre de 2001. Helicóptero de la vergüenza y desprecio mediante, se sucedieron varios presidentes efímeros en una semana. Aunque hoy parezca exagerado, el país estaba al borde de su disolución. Y Kosteki y Santillán, Duhalde y la masacre de Avellaneda.

Entonces, y para no dejar jamás de hacer memoria, llegó Néstor Kirchner a la Presidencia de la República. Con solo un 23% de los votos y poca credibilidad pública, Néstor se plantó aquel 25 de mayo de 2003 ante el Congreso de la Nación para decir que no pensaba dejar sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada.

Y así fue. Aunque muchos todavía no le creían. Y ahí estuvimos, con Jorge Pereyra al frente, los comunistas argentinos del PCCE, para darle todo nuestro respaldo político a un compañero que se la iba a jugar en serio por cambiar los destinos de la Patria.

El balance histórico de los cuatro años de gobierno de Néstor y los ocho de Cristina está escrito en la memoria reciente y será escrito con letras mayúsculas en la Historia Argentina. Pero la lucha continúa, siempre. Y nuevas circunstancias, y nuevos desafíos, cada nuevo día, se le plantean a la lucha de clases en sus más diversas formas.

Hay tantas experiencias, tantos dolores y alegrías para cotejar en este inicio de siglo y ciclo revolucionario, que tiene que ser la actual Generación del Bicentenario la que trate de encontrar los mejores caminos teóricos y prácticos para desenvolver el proceso de la revolución inconclusa y tantas veces interrumpida. Proceso internacional por su contenido, pero nacional por sus formas, como enseñaron Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista de 1848.

Proceso que en nuestra querida Argentina, y en toda nuestra América Latina, como lo hicieron Néstor, Lula, Chávez, Evo y otros queridos compañeros, pasa por la unidad en la diversidad, por el frentismo de liberación, por la construcción de poder popular, por el empoderamiento de los trabajadores y los pueblos de sus propios derechos conquistados y a conquistar, por la batalla de ideas, la batalla cultural, en definitiva, la lucha ideológica y política revolucionaria contra el neoliberalismo, el imperialismo y el capitalismo.

Ya lo dijo Fidel de una vez y para siempre, aquel memorable 26 de mayo de 2003 en las escalinatas de la Facultad de Derecho de la UBA, al otro día de la asunción presidencial de Néstor Kirchner: “Queridos hermanos estudiantes, trabajadores y, estoy por decir, compatriotas argentinos. He vivido algunos años, pero nunca ni siquiera imaginé un acto tan azaroso y tan increíblemente emocionante como este… No se alcanza el cielo en un día, pero créanme no lo digo por halagar, y trato de decirlo con el mayor cuidado, que ustedes han asestado un descomunal golpe a un símbolo, y eso tiene un enorme valor, y se ha producido, precisamente, en este momento crítico, de crisis económica internacional, donde están envueltos todos; ya no es una crisis en el sudeste asiático, es una crisis en el mundo, más amenazas de guerra, más las consecuencias de una enorme deuda, más el fatalismo de que el dinero escape. Es mundial el problema, y por eso mundialmente también se está formando una conciencia y por ello será un día de gloria ese día en que el pueblo argentino, pese a dificultades, que como sabemos todos existen aquí y en otras partes, muchas veces fragmentación, muchas veces divisiones, y divisiones puede haber y hasta debe haber, pero es que hay tantas cosas de interés común que se puede tener la convicción de que estas deben prevalecer, el mundo posible. Fíjense que ha tomado fuerza esa frase: un mundo mejor es posible. Pero cuando se haya alcanzado un mundo mejor, que es posible, tenemos que seguir repitiendo: Un mundo mejor es posible, y volver a repetir después: Un mundo mejor es posible”.

Y en ese mismo camino seguimos hoy, honrando la memoria de Néstor a diez años de su partida física y de su siembra histórica. La siembra de la unidad en la transversalidad del campo nacional y popular argentino, en la senda de la Patria Grande Latinoamericana, desenvolviéndose en la justicia social, la independencia económica, la soberanía política, una democracia avanzada sobre nuestra nacionalidad continental y un nuevo orden internacional justo, basado en la solidaridad y la hermandad entre los pueblos.