ESTADOS UNIDOS

Tierra de oportunidades

El imperialismo yanqui está mostrando la verdadera cara de su “democracia” bipartidista. A la crisis social, sanitaria y económica, ahora se le suma la electoral, que parece no tener una pronta solución.

  A casi diez días de celebradas las elecciones presidenciales en Estados Unidos, el pasado 3 de noviembre, todavía no hay un presidente oficialmente proclamado y, tanto el candidato del Partido Republicano y actual presidente, Donald Trump, como el candidato del Partido Demócrata, Joe Biden, continúan reivindicándose la victoria. Mientras algunos medios de comunicación como CNN, NBC y AP proclamaron a Biden como ganador, su rival republicano afirma que existió fraude y que llevará la elección al terreno judicial. “Estamos arriba por mucho, pero están tratando de robarnos la elección. Nunca dejaremos que lo hagan. ¡No se pueden emitir votos una vez que las mesas se cerraron!”, comentó enojado Donald Trump a través de las redes sociales al ver cómo iba perdiendo estados en base al conteo de votos por correo.

 Como era de esperarse, el conflicto también se trasladó a las calles cuando simpatizantes de Trump salieron a manifestarse frente a los capitolios estatales, muchos de ellos con armas de fuego, para presionar a que se detenga el conteo de votos. La carta de Trump sería dar vuelta la elección con ayuda de la Corte Suprema, como sucedió en las elecciones del año 2000 entre el republicano George W. Bush y el demócrata Al Gore. Desde el Partido Republicano planean solicitar un recuento de votos en los estados de Wisconsin y Pensilvania principalmente, aunque no descartan otros estados. Las supuestas pruebas que presentará Trump irán desde la prohibición de observadores en el conteo, hasta el voto de personas fallecidas. “Todos tenemos el mismo objetivo en mente, que es utilizar el proceso legal durante los próximos días y semanas para asegurarnos de que el presidente sea reelegido”, indicaron fuentes republicanas.

 De acuerdo con las proyecciones no oficiales y con el conteo de votos en 96%, Biden contaría con 279 electores, superando así los 270 necesarios, mientras que Trump obtendría 217. Hay que aclarar que en Estados Unidos, los presidentes son electos a través de “votos electorales” y no por voto popular. Se pueden dar casos (como en 2016) en los que un candidato gane la presidencia habiendo sacado menos votos a nivel nacional que su contrincante. En cuanto al voto popular, hasta ahora Biden llevaba la delantera con el 50,7%, seguido por Trump con el 47,5%. Una muy buena elección para el actual presidente, teniendo en cuenta el desgaste de su gestión, la mala administración de la pandemia y la brutalidad policial y racista que escalaron durante su mandato.

 Así y todo, la realidad es que la “democracia” yanqui está construida de tal forma que es casi imposible romper con su estructura bipartidista y oligárquica: la votación, que no es obligatoria, se hace durante un día de trabajo para desalentar el voto obrero; no existe un organismo electoral que controle el buen funcionamiento de la contienda; el voto popular no es tenido en cuenta (los partidos mayoritarios en cada Estado se llevan todos los electores); y se imposibilita el acceso a terceros partidos. Todo esto, sumando las irregularidades y el tiempo que llevará resolver las disputas legales, no parece indignar ni preocupar a instituciones como la OEA, que no dudó en tachar el triunfo electoral de Evo Morales de 2019 como “ilegitimo” por el simple hecho que se demoró unas horas el conteo de votos; o la imperialista Unión Europea, que se la pasa condenando la democracia venezolana por cuestiones menores al lado de lo que está pasando hoy en Estados Unidos.

 Gane quien gane la elección, pocos serán los cambios de fondo. La fórmula Joe Biden – Kamala Harris es considerada pro guerra incluso para referentes de su mismo partido. Si bien puede haber un cambio de prioridades en relación a qué regiones enfocarán más a la hora de intervenir, lo seguro es que las grandes corporaciones yanquis, en especial su complejo industrial militar, seguirán ejerciendo lobby y gobernando desde las sombras contra todo país que busque un desarrollo soberano en base a la multipolaridad. La hegemonía unipolar de Estados Unidos, hoy en crisis, no fue tema de debate entre demócratas y republicanos, por lo que no hay que hacerse demasiadas ilusiones con la llegada de un nuevo gobierno.