Lo único permanente es la lucha

La Patria Grande vive

Los 15 años de la derrota del ALCA en Mar del Plata coincidieron con una coyuntura especial en nuestra región. Por un lado, la aplastante victoria del MAS en Bolivia, a un año exacto del golpe que interrumpió el proceso de cambios y forzó el exilio de Evo en nuestro país. Difícil por eso mismo no conmoverse frente al restablecimiento de la democracia en la nación hermana y el regreso glorioso del líder boliviano en el marco de una colosal caravana con las masas indígenas, obreras y campesinas como protagonistas excluyentes. El otro hito se produjo en Chile, donde días atrás el pueblo votó masivamente por la reforma de la Constitución pinochetista, hecha a imagen y semejanza de los intereses del neoliberalismo. Se abre un nuevo escenario en el sur del continente, que podría afirmarse en las próximas semanas con una victoria del PSUV en las elecciones legislativas que deben realizarse en Venezuela, y más adelante con las presidenciales en Ecuador. Como decíamos recientemente al recordar a Néstor Kirchner, la década que inauguró el siglo XXI no fue en vano para la memoria y el futuro de nuestros pueblos.

América Latina se levanta y los yanquis se cocinan en su propia salsa. En la meca de la “democracia occidental” no terminan de consagrar formalmente al presidente, transcurrida ya una semana de la elección. Biden se impuso, no obstante la paridad con Trump habla de la (des)composición en extremo reaccionaria de una porción muy significativa de la sociedad norteamericana. Los objetivos estratégicos del imperialismo no cambian: su disputa con China y el mundo multipolar, sus pretensiones hegemónicas y su naturaleza guerrerista, el rol de su oligarquía financiera transnacional o su concepción monroísta de nuestro continente. Pueden sí variar algunas formas, pero sólo a los efectos de revertir la pérdida de su hegemonía en el contexto de la crisis estructural del capitalismo (agudizada por una pandemia sin control en el seno de los Estados Unidos) cuyo derrotero no distingue entre demócratas o republicanos.

No sin dificultades, nuestro país intenta salir del pozo que heredamos de Macri, más el impacto del Covid 19. No alcanza frente a tamaño desafío con las buenas intenciones. La carta publicada por la compañera Cristina el pasado 26 de octubre sacudió cierto letargo y contribuyó a acomodar un conjunto de cuestiones. Quién con más autoridad que ella, artífice de la unidad necesaria para derrotar al neoliberalismo, incorporando incluso a quienes durante años militaron decididamente en el campamento opositor. Lo cierto es que sus señalamientos permitieron ordenar la gestión económica (en particular frente a la corrida cambiaria), allanar el camino para discutir determinados criterios con el poder real (avisando que el gobierno no va a delegar las decisiones políticas y económicas) y alertar sobre el “funcionamiento” de algunos ministerios. Respecto a esto último, saludamos la designación del compañero Jorge Ferraresi al frente de la cartera de Desarrollo Territorial y Hábitat de la Nación.

Las masivas expresiones de respaldo al gobierno de Alberto y Cristina (de 17 y 27 de octubre) corrigieron la percepción instalada por los medios de comunicación respecto a quién está en condiciones de ganar la calle cuando se plantee la necesidad. El gobierno comenzó a recuperar la iniciativa, reflejada en varios frentes: la pulseada con el FMI, la nueva fórmula de actualización de las jubilaciones, la discusión del presupuesto 2021, el tratamiento de la ley de interrupción voluntaria del embarazo, la modificación de las mayorías necesarias para elegir al nuevo procurador general, la gestión por la vacuna Sputnik V, la solución sin desmadre (donde la derecha puso muchas fichas) de la toma en Guernica, entre otras cuestiones. En su carta, la compañera Cristina enfatizó en la delicada coyuntura económica de las mayorías. Ahí es donde nuestro gobierno deberá concentrar sus principales esfuerzos.