Cierra un 2020 donde como pocas veces quedaron expuestas las dramáticas desigualdades sobre las que se asienta y reproduce el capitalismo contemporáneo. No se trata de un secreto develado, no obstante la maquinaria propagandística del enemigo se encarga de ocultarlo cuidadosamente. El COVID 19 significó una crisis sanitaria sin antecedentes en 100 años, que además deterioró notablemente las condiciones económicas y sociales de miles de millones de personas en todo el planeta. No sólo en los países pobres, sino también (y especialmente) en el mundo occidental y desarrollado. Se cayeron muchos mitos.

Fuera del radar de las noticias, China socialista se ha constituido en el gran ejemplo de la batalla global contra el nuevo coronavirus. Por el cuidado destinado a su multitudinaria población, pero también por su actitud solidaria e internacionalista. Debemos ponderar la labor de Cuba, de Vietnam, de Corea Democrática (satanizada hasta el ridículo) que han podido controlar rápidamente los efectos de la pandemia. En nuestra región sur, Venezuela bolivariana y la Argentina. El prestigio de los países antineoliberales crece en contraposición al desastre producido en los Estados Unidos, en Europa y en los satélites latinoamericanos del imperialismo.

No obstante lo señalado, es evidente que la idea propalada de que estamos frente al ocaso del capitalismo es sólo un espejismo orientado a la confusión, a bajar la guardia y a una frustración planificada. La lucha sigue, y en todos los terrenos, pero especialmente en el de la construcción de sentido. La cuestión de la vacuna es un ejemplo concreto y muy actual. Buscaron destruir a la Sputnik V con todo tipo de mentiras, eufemísticamente llamadas fake news. Sin embargo, no sólo su efectividad se acerca al %100, sino que es la única que masivamente se está produciendo con destino a los países en desarrollo. El resto (Pfizer-BioNTech, Moderna, Astrazeneca, etc.) se ofrecen al mejor postor.

Nuestro país tuvo que afrontar dos pandemias, como señaló CFK días atrás. En esta edición de NP procuramos hacer un recuento de los hitos principales de este año. El enemigo buscó por todos los medios romper el Frente de Todos, lesionar el vínculo entre Alberto y Cristina y, sobre ese presupuesto, volver a imponer el programa de ajuste en la Argentina. Cuando percibieron que eso no prosperaría, se lanzaron a la desestabilización lisa y llana en un contexto realmente delicado. El gobierno logró atravesar la crisis sanitaria, económica y social (que aún persiste) y retomar la iniciativa política en la calle y en el Parlamento. Grandes fortunas, nueva fórmula previsional y aborto son tres ejes de enorme transcendencia. La posibilidad de una rápida recuperación económica de cara al 2021 altera aún más los nervios del poder real.

La corporación judicial y su cabeza, la Corte Suprema, constituyen la última trinchera de defensa de los intereses oligárquicos y transnacionales en nuestro país. Son los ejecutores del lawfare que continúa persiguiendo a Cristina y mantiene privados de su libertad a Milagro y a Boudou, entre otros. Van a trabar todo, van a intentar cogobernar y van a buscar hacer fracasar el rumbo antineoliberal en nuestro país. Es lo que advierte la compañera Cristina, y es de los principales desafíos que tenemos por delante: una reforma estructural de la justicia. Como cualquier cambio de fondo, no está a tiro de decreto. Se requiere de conciencia, de organización, de una correlación de fuerzas más favorable y también de audacia y decisión política.