AFGANISTÁN

Una invasión que solo trajo caos

La intervención yanqui en Afganistán comenzó en 2001 con la excusa del atentado terrorista contra las torres gemelas, en donde no había ni un afgano entre los suicidas ni entre sus autores intelectuales, que eran en su mayoría saudíes (país aliado de EE.UU.) pertenecientes a Al Qaeda (grupo que fue creado por el saudí Osama Bin Laden y financiado y entrenado por Estados Unidos en la década del 80 para combatir a la Unión Soviética).

A 20 años de aquella ocupación militar, la situación de Afganistán, país que no tuvo nada que ver con aquel atentado, es muchísimo peor que antes. Tal desastrosa fue la invasión, que nadie, incluido el actual presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se imaginó que el movimiento talibán tome el 90% del territorio -de casi 40 millones de habitantes- en apenas unos pocos días y sin encontrar resistencia alguna por parte de un ejército armado y entrenado por el mismo imperialismo. La derrota de la principal potencia militar del planeta fue total.

La retirada yanqui se venía anunciando desde la era Trump, sin embargo, los hechos se precipitaron rumbo al caos, con el presidente afgano escapándose a Tayikistán sin avisar a nadie, ni a su propio gabinete. Las Imágenes de los colaboradores del régimen yanqui intentando subirse a aviones para escapar del país y la evacuación de la embajada norteamericana en helicópteros demostraron el desastre y la desesperación de la huida. La pregunta obvia es ¿fue un error de la inteligencia yanqui o una resignación conveniente ante el desastre que generaron en varias décadas de intervención?

El origen del extremismo pro yanqui

Afganistán fue una colonia británica que pudo independizarse legalmente en 1926, pero bajo una monarquía neocolonial que duró hasta la década de 1970. En plena lucha por la verdadera independencia es que surge la triunfante Revolución de Abril -o de Saur- (segundo mes del calendario persa) en 1978. Aquella Revolución, dirigida por el Partido Democrático Popular de Afganistán, comenzó una reforma agraria a gran escala, una industrialización autóctona del país, la alfabetización de su pueblo y la conquista de derechos básicos en salud, educación, pero también en igualdad entre mujeres y hombres. Hasta esa fecha, en Afganistán, alrededor del 97% de las mujeres y del 90% de los hombres eran analfabetos y alrededor del 5% de los propietarios terratenientes poseían más de la mitad de las tierras fértiles. El problema comenzó unos meses después con el gobierno de los Estados Unidos identificando a la revolución como pro soviética. Ahí comenzó una política imperialista de financiamiento a todo grupo opositor al gobierno: los llamados muyahidínes, liderados por personalidades como Osama Bin Laden y otros extremistas religiosos que venían de otros países islámicos a combatir. Eran los comienzos de Al Qaeda, la organización madre del actual Estado Islámico (ISIS) y parte del Talibán. Afganistán aprueba institucionalmente pedirle ayuda al ejército rojo soviético para combatir la agresión imperialista. Lamentablemente, a fines de los 80, bajo las políticas traicioneras de Gorvachov, la URSS se retira del país y abandona la república a merced del terrorismo. El movimiento Talibán, que había sido armado y financiado por Estados Unidos, logra tomar el poder y formar gobierno en 1996. Aquel Emirato gobierna hasta la invasión yanqui de 2001 y resiste hasta la actualidad, en donde consiguen retomar el poder, esta vez más fuertes que antes y pudiendo controlar todo el armamento de última tecnología abandonado por los yanquis.

Lo que el imperialismo pretendía era controlar este país, rico en recursos energéticos pero también clave como paso comercial entre China (Ruta de la Seda), Rusia, Medio Oriente y Europa. Todos los presidentes de Estados Unidos desde la década del 80 hasta la actualidad, fueron cómplices de las intervenciones, bombardeos e invasiones sobre Afganistán. Lo único que consiguieron en todas esas décadas fue muerte, destrucción y caos. 

A pesar de la derrota imperialista, sus billones de dólares en gastos de guerra favorecieron en extremo a la burguesía propietaria del complejo militar industrial de Estados Unidos. Fueron más de 2 billones de dólares (2.000.000.000.000) o 113 mil millones de dólares al año en 20 años.

El saldo de la guerra

La invasión yanqui dejó un saldo de 241.000 vidas perdidas: un tercio de ellas fueron muyahidínes y sus familiares, otro tercio colaboradores militares afganos de Estados Unidos, y otro tercio civiles en general. Militares de la OTAN muertos fueron menos del 1% del total (3.600 oficialmente).

Afganistán se mantuvo como uno de los países más pobres del planeta gracias a la invasión, mientras que su principal producto de exportación -la mayor parte en negro- fue el opio (base de la heroína). Según el Banco Mundial, pasó de 74 mil hectáreas en 2002 a 163.000 en 2019. Teniendo en cuenta que el principal consumidor del planeta de heroína son los Estados Unidos, la conclusión de este negociado es obvia.