A 45 AÑOS DEL ATENTADO DE BARBADOS

Imperialismo, terrorismo y genocidio

Por Rodolfo G. Módena

Un 6 de octubre de 1976, fue perpetrado el criminal atentado contra el vuelo CU-455 de la aerolínea Cubana de Aviación, orquestado por el terrorista y agente de la CIA Luis Posada Carriles. El avión Douglas DC-8 de Cubana partió desde Georgetown, Guyana, con destino a Jamaica, tenía estipulado realizar escalas en Trinidad y Barbados antes de terminar su viaje en Kingston, Jamaica.

A 9 minutos de haber despegado, luego de realizar su escala en el aeropuerto de Seawell (Barbados), se registró una primera explosión y tres minutos después se detonó un segundo explosivo. El piloto de la aeronave optó por desviar el vuelo hacia el Océano Atlántico para evitar una tragedia mayor si caía sobre tierra poblada.

En el atentado perdieron la vida 73 personas: 57 cubanos entre funcionarios gubernamentales y 24 miembros del equipo juvenil de esgrima de Cuba, 11 estudiantes de medicina guyaneses y 5 funcionarios culturales de la República Popular Democrática de Corea.

Por el atentado fueron arrestados Freddy Lugo y Hernán Ricardo Lozano, dos venezolanos que habían abordado en Trinidad y desembarcaron en Barbados. Fueron encontrados culpables como autores materiales y confesaron actuar bajo las órdenes de Luis Posada Carriles, un agente de la CIA de origen cubano, y considerado el autor intelectual del acto criminal. También sería detenido Orlando Bosch Ávila, contrarrevolucionario cubano de fuerte vínculo con la CIA, como segundo autor intelectual. Freddy Lugo y Hernán Ricardo Lozano fueron condenados en Venezuela a 20 años de prisión. Luis Posada Carriles estuvo 8 años detenido pero, luego de dos intentos fallidos, logró fugarse de una cárcel de alta seguridad venezolana, el 18 de agosto de 1985, y salió del país con ayuda de la CIA que lo puso en operaciones en Centroamérica contra la Revolución Popular Sandinista en Nicaragua y contra el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional en El Salvador. Vivió en Estados Unidos hasta su muerte en 2018. Bosch fue absuelto en 1987, siguió sirviendo a la CIA y falleció en 2011 en Miami. Ambos protegidos por el gobierno norteamericano.

Ante un millón de cubanos congregados en la histórica Plaza de la Revolución de la Habana el 15 de octubre de 1976, el Comandante en Jefe Fidel Castro despedía el duelo de las 73 víctimas del crimen de Barbados y decía: “¿Por qué deseaba la CIA conocer qué medidas se tomarían para evitar y prevenir los actos terroristas? Al principio teníamos dudas si la CIA había organizado directamente el sabotaje o lo elaboró cuidadosamente a través de sus organizaciones de cobertura integradas por contrarrevolucionarios cubanos; ahora nos inclinamos decididamente por la primera tesis. La CIA tuvo una participación directa en la destrucción del avión de Cubana en Barbados.” Obvio que Fidel estaba en lo cierto: la participación directa de Estados Unidos en la planificación y ejecución de aquel crimen del que se cumplen 45 años. 

En su momento, el atentado de Barbados tuvo gran repercusión y concitó el repudio de los pueblos del mundo solidarios con la Revolución Cubana.

Hoy recordamos este hecho atroz que no fue el primero ni el último de una serie interminable de actos terroristas perpetrados por los servicios de inteligencia de los Estados Unidos en América Latina y en todo el mundo. Actos terroristas encubiertos pero obvios, sabotajes de todo tipo, asesinatos de miles de líderes y militantes populares, golpes de Estado y dictaduras fascistas, diversos magnicidios, etc., en nombre de la “libertad” y la “democracia”. 

Tales hechos de por sí, merecen la más rotunda condena de la dignidad humana. Pero, además, los millones y millones de muertos provocados por sus invasiones y bombardeos masivos en “cada oscuro rincón del planeta” donde el imperialismo norteamericano ha posado sus garras, lo convierten en el mayor terrorista y genocida del presente.

Esto es un hecho incontrastable, a pesar de toda la mentira mediática, el cinismo “de su lucha antiterrorista” y la hipocresía de “su libertad y su democracia falaz”, atributos de un sistema putrefacto, pero que aún resiste su final inexorable.