EL AJUSTE QUE IMPONE EL FMI:

¿Quién paga esta factura?

El conflicto que se desarrolla en estos momentos en Ucrania expone una nueva configuración global que se ha venido gestando durante las últimas décadas. No sólo se juega allí la necesidad de imponer un freno a la avanzada fascista del imperialismo norteamericano, sino también la posibilidad de consolidar la tendencia multipolar que empujan la República Popular China y la Federación Rusa. Por esto mismo, el escenario plantea una divisoria de aguas, donde no hay margen para hacerse los distraídos y distraídas.

El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino, Zhao Lijian, informó que el gasto militar per cápita en EE.UU. en 2020 equivalió a 2.351,1 dólares, mientras que en el resto de los países del mundo fue de 254 dólares. Se pregunta entonces: ¿quién pone en peligro la paz mundial? La expansión de la OTAN sobre la región euroasiática buscó cercar a Rusia y quebrar la alianza estratégica que la une a China Socialista. Ambas integran la Organización de Cooperación de Shanghái, Rusia encabeza la Unión Económica Euroasiática y China continúa vigorizando el proyecto de la franja y la ruta, antiguamente Ruta de la Seda. Desde hace años el intercambio comercial hacia el interior de esta poderosa región económica, militar y densamente poblada, ha prescindido del dólar como moneda de referencia, núcleo central de la hegemonía norteamericana.

América Latina atraviesa una coyuntura política promisoria a partir de la incorporación de fuerzas progresistas a los gobiernos. Honduras y Chile los más recientes, con la perspectiva de Colombia y Brasil en el transcurso de este año. En este contexto de avance del campo popular, nuestro país retrocede claramente al poner la firma al acuerdo de ajuste con el Fondo Monetario Internacional. Existían condiciones geopolíticas para establecer otro tipo de negociación, que preservara la soberanía, para empezar. No fue esa la voluntad del Ejecutivo, en particular del ministro de economía.

La votación en la Cámara de Diputados también fue una prueba de ácido. No se trataba de una discusión más. Contrariamente a lo que se pretendió instalar, se logró un rechazo significativo, lo que llevó al gobierno nacional a juntar votos por derecha. La posición asumida por Máximo Kirchner en el recinto es la posición de quienes integramos el FdT para confrontar con el neoliberalismo. En simultáneo se orquestaba una obscena y peligrosa provocación contra la compañera Cristina. El enemigo tiene en claro a quiénes tiene que derrotar. De nuestro lado, pareciera que hay cierta confusión.

El documento presentado por quienes votaron en contra del acuerdo es demoledor: “reducción del déficit por ajuste del gasto (ya empezó con el aumento en las tarifas); tope al crecimiento y acumulación; tasa de interés positiva; devaluación controlada del dólar; y política monetaria contractiva”. En una segunda instancia, limitar las transferencias a las provincias y empresas estatales, y topear los salarios del sector público. Como marco, la auditoria trimestral (siempre a tiro de default) y el control de los números de forma mensual, quincenal, semanal y diario. El “estudio” de la sostenibilidad del sistema previsional genera alarma, y la “idea” de prolongar voluntariamente la edad jubilatoria precariza las condiciones de quienes tienen que ingresar al mercado laboral. Es evidente quién va pagar a ésta factura, más aún si no impulsamos y orientamos la movilización popular.

La preocupación excluyente de las mayorías es la descomunal escalada de los precios: puja distributiva en la que venimos perdiendo por afano. El registro de febrero fue del 4,7%, y de 7,5% en alimentos y bebidas. Si no se ataca la concentración monopólica, no se va a resolver en favor del pueblo. El alza en los precios internacionales de los commodities por el conflicto ruso-ucraniano va a agudizarlo, aunque es un fenómeno preexistente, que comenzó con la pos-pandemia. Mientras deshojamos la margarita respecto a las retenciones, el kilo de pan se vende a 300 pesos. La situación es insostenible, en particular en un país donde el 60% de las familias tiene un ingreso total de 85.000 pesos.

Esperamos que el presidente tenga real pulso de esta dramática coyuntura. Por nuestra parte, nos toca estar inmersos en los movimientos de masas y, donde haya condiciones, al frente de las luchas por las reivindicaciones que llevaron al FdT al gobierno. Los y las cultoras del fiscalismo, deberían observar los milmillonarios subsidios a la renta financiera. Eso exige tocar intereses poderosos, y hasta hoy los únicos que tuvieron el valor fueron Néstor y Cristina. Es necesario dar la discusión, organizar y orientar las luchas para que el gobierno nacional no defeccione frente a los factores de poder. Sólo así podremos impedir un retorno del neoliberalismo, que se rearma inteligentemente de cara al 2023.