PACTO FMI

Que los números cierren con la gente adentro

Con el pacto de renegociación de la deuda macrista con el FMI, nuestro país se encamina a pagar durante más de una década la cuantiosa deuda de 57 mil 500 millones de dólares (contando intereses). Este año los vencimientos serán de unos 500 millones de dólares; entre 2023 y 2025, en torno a los 1.700 millones por año; a partir de 2026 se empieza a pagar también el capital por lo que los vencimientos anuales crecen a 3.000 millones de dólares; y finalmente entre 2027 y 2032 se concentrarán los montos más complicados, que promediarán los 8.000 millones de dólares anuales. Un dato clave es que, si se hubiera renegociado mejor y eliminado los sobrecargos, los vencimientos por intereses serían de 3.447 millones de dólares, en lugar de los 13.297 que deberemos pagar de más. 

Es cierto que con este nuevo acuerdo a 10 años se logran patear vencimientos impagables al corto plazo y evita un default inmediato; sin embargo, los montos a pagar continúan siendo siderales y difíciles de saldar en el lapso establecido, además que estaremos sometidos a una evaluación cada tres meses por parte del FMI como condición para aprobar cada uno de los desembolsos de refinanciación, por lo que habrá un potencial riesgo de default cada tres meses si es que no cumplimos con alguna de las imposiciones.

Condicionalidades muy difíciles de cumplir

Por ejemplo, la reducción del déficit fiscal a cero exigido para 2025 significará un ajuste en el gasto público ya que las estimaciones de crecimiento para lograr tal reducción -vía mayor recaudación- exigen tasas anuales chinas de PIB, algo muy difícil de conseguir con un esquema recesivo de tasas de interés al alza y posible estancamiento del consumo interno por quita de subsidios (dos imposiciones del Fondo). Tampoco están asegurados los actuales precios altos de los commodities, por lo que un bajo o nulo superávit comercial podría complicar más la situación de financiamiento interno. Bajo estas condiciones firmadas, la mayor parte del saldo exportable en los próximos años deberá ir al pago de esta deuda, saldo que además deberá incrementarse entre 5% y 10% por año para poder pagar y, al mismo tiempo, sostener el crecimiento económico. Si esto no se logra, la otra opción tendrá que ser ir a un nuevo default y renegociar todo de nuevo, o continuar con el endeudamiento externo: pagar deuda con mas deuda. El período de 2027 a 2032, si no hay un salto importante de las exportaciones, será el más complicado a la hora de pagar.

Todos estos condicionamientos firmados, además, plantean una visión ortodoxa preocupante del problema de la inflación y los precios. Si bien el FMI admitió que esta problemática es multicausal, todas sus imposiciones actuales solo plantean reducir la emisión monetaria, aumentar las tasas de interés, ajustar vía quita de subsidios y acelerar la devaluación oficial para acortar la brecha cambiaria. Nada dice sobre los sectores monopólicos formadores de precios ni de los fugadores seriales de divisas. Tampoco da cuenta de que la receta del déficit cero y nula emisión monetaria la tuvimos en 2019 con Macri, el peor año de inflación desde 1991. Por estos errores de concepto -que no dan cuenta del problema central de nuestra economía- es que estas recetas se hacen muy difíciles de cumplir, sobre todo las metas de inflación impuestas por el organismo. Pero lo más grave del pacto, por sobre todo, es la cesión de soberanía al entregarle al Fondo el control de las herramientas de política económica, financiera y monetaria. Todos los compromisos aprobados por el Congreso de la Nación (con disidencia de parte del kirchnerismo) también incluyen el estudio de la sostenibilidad del sistema previsional, la evaluación de los programas sociales y hasta un plan para “salir del cepo”, es decir, liberar por completo el control de capitales.

Las recetas del FMI nunca funcionaron en nuestro país y se sigue cayendo en el mismo error al no querer dar la discusión con nombres y apellidos en la mesa. Sabemos que la reducción del déficit y de la emisión no generan necesariamente una baja de la inflación. Sabemos también que para sostener el crecimiento económico, sobre todo si este viene de una tendencia elevada y con una inflación inercial importante, se necesita incrementar el circulante monetario para así evitar cuellos de botella en la producción y la demanda. 

Sabemos también que la aceleración del dólar oficial, en el actual contexto de altísimos precios internacionales de las materias primas y una inflación record en todo el mundo, no hará más que presionar la actual inflación al alza, haya déficit y emisión cero. Como se plantea desde el bloque más cercano a la compañera Cristina, los números deben cerrar con la gente adentro. Es falso el planteo de que cualquier acuerdo es mejor que un no acuerdo. El default con el FMI no implica lo mismo que un default con el sector privado externo. No hay posibilidad de juicios, sanciones o embargos por parte de este organismo que depende de diversos Estados. Aquella postura posibilista de “es esto o el caos” es una simple excusa para evitar una confrontación mayor, no solo con el FMI y el poder financiero internacional, sino también con los sectores concentrados de nuestra economía. 

Un fracaso anunciado

  • Metas fiscales. El FMI le exigió al gobierno -y éste aceptó- una meta fiscal aún más conservadora de la que Guzman había planteado en el Presupuesto. El déficit primario proyectado para este año deberá ser del 2,5% del PIB (un 1% menos de lo presupuestado); para el año que viene deberá bajar a 1,9%; para 2024 a 0,9%; y ya para 2025 nos comprometimos a llegar al déficit 0. Además, conociendo nuestra propia economía sabemos que la mera reducción del déficit y de la emisión no genera necesariamente una baja de la inflación, principal problema que preocupa al pueblo. El FMI busca también cortar a cero el financiamiento del Banco Central al Tesoro, otra media puramente ortodoxa que limita la capacidad de nuestro país a la hora de financiarse.
  • Quita de subsidios. Uno de los puntos que el FMI busca imponer con fuerza es la quita de subsidios al sector energético, cuyo rol es clave para el crecimiento y ahorro de las industrias y las pymes, sobre todo en un contexto de altos precios internacionales por el conflicto entre Rusia y la OTAN en Ucrania. Para sostener los precios accesibles para la economía, teniendo en cuenta el alza a nivel mundial, los subsidios deberían incrementarse por lo menos en un 0,5% del PIB, y no reducirse como se busca. La segmentación que aplicará el gobierno, además del último aumento acordado de tarifas, no llega ni siquiera al 0,3% del PIB. Esto quiere decir que es muy probable que en sus primeras revisiones de control el FMI buscará un mayor ajuste en el sector, o en otras áreas.
  • Limitar al sector estatal. Parte del acuerdo, y quizás, uno de los temas menos debatidos hasta ahora es la limitación de la Nación a la hora de financiar a provincias y a empresas estatales. Se calcula que los “subsidios” a las empresas públicas equivalen al 1,2% del PIB en la actualidad. Cortar con la capacidad del Estado nacional en financiar empresas estatales, en especial aquellas estratégicas, nos muestra la visión negativa que tienen sectores del gobierno hacia este tipo de compañías. Sobretodo sabiendo que para lograr una industrialización completa de nuestro país y un desarrollo autónomo y popular de la misma, se necesitarán en un futuro una mayor presencia de este tipo de empresas en diversos sectores. 
  • Tasa de interés al alza. Otro de los puntos acordados con el Fondo es la meta de ofrecer ganancias financieras en pesos que no pierda contra la inflación y ayuden a “desincentivar” la dolarización. Esto ya se viene aplicando desde la semana pasada, en donde la tasa de interés aprobada por el BCRA subió de 42% a 44% en un día. El mismo titular del Central, Miguel Pesce, dijo que “vamos a seguir midiendo la posibilidad de subir la tasa de interés”. Con un aumento de tasas lo que se encarece es el crédito interno. Todos los procesos de industrialización exitosos nivel mundial no se habrían dado sin una banca de desarrollo otorgando créditos blandos y dirigidos a sectores estratégicos. 
  • Tipo de cambio. El Fondo exige “recalibrar” el ritmo de devaluación de nuestra moneda para evitar un “retraso cambiario” y poder sostener un alto superávit comercial al largo plazo, además de achicar las brechas cambiarias con el objetivo último de liberar por completo los controles de capitales, es decir, terminar con el llamado “cepo”. Actualmente el ritmo de devaluación está por debajo de la inflación (un dato que nos da a entender que el alza actual de precios se debe a otros factores y no precisamente al tipo de cambio). Con un IPC cercano al 5% mensual, el BCRA, a pedido del FMI, deberá devaluar más rápido para evitar que se concrete ese “atraso cambiario”.