Colombia y una elección histórica 

A pocas semanas de las elecciones en Colombia, la fórmula progresista formada por Gustavo Petro y Francia Márquez, de la coalición Pacto Histórico, se mantiene como favorita en todas las encuestas. Esta podría ser la primera vez en la historia que un político de izquierda alcance el gobierno. El bipartidismo de derecha, instalado en el poder durante un siglo y medio de vida republicana, ha preservado el statu quo y una estructura injusta y represiva camuflada por una aparente estabilidad democrática a la hora de celebrar elecciones. La contracara es el prolongado y sangriento conflicto armado que lleva 70 años, agravado por el narcotráfico y los profundos desequilibrios sociales (el 42,4% vive en la pobreza). 

A todo lo anterior se suma el descrédito del presidente Iván Duque, seguidor de Uribe. Los costos sociales tras la pandemia han dejado al descubierto las disfunciones de un sistema que ha privilegiado durante años el gasto en defensa y los privilegios tributarios para las grandes empresas en detrimento de la agenda social. El deterioro de la seguridad, tanto urbana como rural, la debilidad de las instituciones, las cifras pavorosas de desempleo y el desdén hacia la implementación de los acuerdos de paz firmados en La Habana entre el Estado y la extinta guerrilla de las FARC (2016). El nivel de desaprobación ciudadana a la gestión de Duque llegaba al 73% en febrero. 

La crisis llevó a que el uribismo no presente un candidato propio en las presidenciales y ni siquiera queda claro si el apoyo del partido será eficaz para Federico Gutiérrez, de Equipo por Colombia, el candidato de la derecha y el segundo en intención de votos y presunto competidor en una segunda vuelta el 19 de junio contra Petro.

Por otro lado, la campaña electoral se desarrolla en un clima de violencia en ascenso. El Observatorio de Derechos Humanos, conflictividades y paz lleva un riguroso conteo de las masacres en Colombia. Asesinatos masivos, generalmente contra la población civil. En los primeros cuatro meses de 2022 se cuentan 37 masacres, con más de 150 personas asesinadas. No se sabe el número exacto. En la masacre de enero en Arauca no se pudo establecer la cifra de fusilados, aunque sí que fueron más de 20. El registro no suma los asesinatos selectivos de líderes sociales y excombatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), firmantes del acuerdo de paz, que redondean un total similar de muertes. Los autores de los crímenes suelen ser grupos paramilitares, carteles y diversos grupos armados. Así como las FFAA.

Dentro de este clima, la campaña del Pacto Histórico denunció las amenazas de muerte hacia Francia Marquez y el plan que el grupo criminal La Cordillera tenía para atentar contra Petro, por el cual el candidato canceló su agenda por el Eje Cafetero. La denuncia reviste gravedad en un país en el cual cinco candidatos presidenciales que podían molestar a las élites económicas fueron asesinados, desde Jorge Eliécer Gaitán en 1948 hacia acá. Los funcionarios del Estado desestimaron la denuncia, lo que impulsó que un grupo de 50 dirigentes de la campaña de Francia Márquez y Gustavo Petro enviaran una carta a la secretaria ejecutiva de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para solicitarle garantías ante los riesgos que corren. Recién ahí recibieron atención del Estado y el refuerzo de la seguridad de los candidatos. A partir de ahí se retomó la campaña en los territorios.

El Pacto Histórico ha logrado coordinar una alianza de izquierda con grupos progresistas, partidos pequeños y medianos, ordenados en torno a la candidatura de Petro. El ex alcalde de Bogotá recoge una base de apoyo cimentada en sus elecciones pasadas y ha desplegado una estrategia para canalizar el prolongado malestar ciudadano en votos hacia la fórmula. Una oportunidad histórica para Colombia.