CHILE

El proceso constituyente debe seguir

Chile no aceptó la nueva constitución que vendría a reemplazar a la de 1980, redactada en plena dictadura. Con el 100% de las mesas escrutadas, el “Rechazo” ganó por 61,9% frente al 38,1% del “Apruebo”. Unas horas antes, con apenas el 23% de las mesas escrutadas la derecha exultante ya estaba celebrando en el comando del “Rechazo” con gritos, banderas chilenas y cantando el himno nacional.

Debido a que es la primera vez en una década que el voto es obligatorio, sufragaron 13 millones de personas (de 15 millones habilitadas para votar). Una cifra histórica para el país trasandino. En las últimas elecciones participó el 55,5% del padrón electoral, lo que resultó un récord de participación ciudadana desde que se estableció el voto optativo.

Las causas del rechazo merecen un análisis que exceden las posibilidades de esta nota y principalmente deben realizarlo las fuerzas políticas que fueron las protagonistas del Apruebo, así como de la Convención. Sin embargo, en estos meses en que la retórica y la propaganda de la derecha fue subiendo de tono, se apuntaron ya algunos problemas que ponían en riesgo el resultado del plebiscito de salida.

Uno de ellos fue la exageración y maximización de algunas propuestas que llevaron activistas independientes y que no concitaban el interés del pueblo en general. Su dinámica de trabajo no fue acompañada por una movilización social que disputara el sentido común dominante, lo que limitó las chances de que las mayorías populares se hicieran carne del proyecto. La campaña del rechazo invirtió cifras multimillonarias para inundar Chile de noticias falsas y desinformación que llegó intencionadamente a cada rincón y a la gente más humilde. Debe añadirse que el desempeño del mandatario Gabriel Boric en los últimos meses no fue de lo mejor y su gestión estuvo muy identificada con la nueva Constitución. Otra razón, más terrenal, es la situación económica crítica, generada por el mayor incremento de la inflación en tres décadas (13% anual contra un promedio de 3 en los últimos años) y una caída de los precios internacionales del cobre, el principal producto de exportación del país. El deterioro de la ya precaria vida del pueblo que acarrea la recesión, las dudas sobre el destino de las AFP (sistema previsional) y el vaciamiento de los fondos de pensión por sucesivos retiros son motivos de desánimo.

Sin embargo, el aluvión de votos no se puede interpretar como un apoyo incondicional y mayoritario del legado pinochetista sino más bien en desacuerdo con el proyecto de Constitución redactado. El proceso sigue abierto, aunque con mayores dificultades. Tendrán que definir además el mecanismo de un próximo proceso constituyente con una derecha envalentonada que pretende pasar a la ofensiva luego de tres años de derrotas.

Como respuesta, el gobierno comenzó rápidamente una ronda de negociaciones con las bancadas opositoras, empresarios y actores sociales. Dos días después, emprendió cambios en el gabinete que acusaron el golpe: “El cambio de gabinete no es sólo protocolar, cambia el Comité Político”, señaló Boric. En ese marco, cedió demasiado rápido a la presión de una derecha que terminó vetando el nombramiento de Nicolas Cataldo por ser miembro del Partido Comunista, que es parte integrante de la coalición de gobierno.

Casi al mismo tiempo que Boric anunciaba su gabinete, miles de estudiantes chilenos marcharon por el centro de Santiago exigiendo presupuesto para la educación, por la libertad de los presos y por el fin de la Constitución de Pinochet al grito de “se va a caer la Constitución de Pinochet”. Carabineros los reprimió cuando se acercaban a la Casa de Gobierno.

Resta por ver si los pasos que se emprendan serán en pos de iniciar un nuevo proceso constituyente democrático y con gran participación ciudadana o se terminará cerrando por arriba la reforma de la Constitución en un acuerdo de partidos como pretende el establishment.

Como señaló el comunista Daniel Jadue, “el resultado del plebiscito no significa detener los cambios profundos que Chile requiere, y tampoco restaurar la política de los ‘consensos’ y el binominalismo político: ¡El proceso constituyente debe seguir, pero sin dejar de lado al pueblo! El mandato del pueblo es claro. El proceso constituyente debe seguir su camino con una propuesta que le haga sentido a las mayorías. Los abusos e injusticias deben terminar y debemos encontrar un mecanismo para empujar las transformaciones que Chile demanda. ¡La lucha sigue!”.