UN FENÓMENO QUE CRECE

El empobrecimiento de la clase trabajadora

De la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) se puede observar la conformación de la clase trabajadora actualmente en nuestro país. De los más de 47.000.000 de habitantes, la población económicamente activa ronda los 18.728.000. Dentro de ese total de ocupados, el 73,5% es asalariado. A su vez, en esa masa asalariada el 62,2% posee descuento jubilatorio (señal de trabajo registrado) y el 37,8% no hace aportes (señal de trabajo no registrado).

El trabajo no registrado, mal llamado “en negro”, aumentó su porcentaje entre la masa de asalariados el último año: pasó de 31,5% al 37,8%. Dicha informalidad, que se aproxima al 40% de los trabajos en relación de dependencia, eclipsa cualquier otra lucha. Sobre estas cuestiones -decía Fidel- debemos hacer que se reflexione, ya que si de prioridades se trata, ese sector aún está en “la edad media” si de derechos laborales hablamos. Unos 5 millones de laburantes a los que ningún sindicato representa.

Por otro lado, del total de ocupados, hay un 20,8% que son trabajadores por cuenta propia, que crecieron del 9,6% al 9,9% del total el último año. Y sobre los desocupados se informó que fue del 6,9% en el segundo trimestre de 2022, la cifra más baja registrada desde 2016, y es una mejora de 2,7 puntos porcentuales en relación al segundo trimestre de 2021. Las zonas de mayor desempleo fueron el Gran Córdoba (8,7%), Mar del Plata (8,6%) y los partidos del Gran Buenos Aires (8,5%). Pero el “récord” de bajo desempleo no significa que los empleados estén bien. Veamos.

INGRESOS Y COSTO DE VIDA. Si bien la inflación no volvió a batir récords (en julio fue del 7,4%), ésta sigue siendo muy alta. En agosto arrojó un 7% y se proyecta un 6,5% para septiembre. En el proyecto Presupuesto 2023 presentado los primeros días de septiembre, se estima que hacia final de año llegaría al 95%. En relación a los ingresos, el INDEC también informó que durante el segundo trimestre hubo un ingreso promedio de $66.552, un ingreso mediano de $53.000, un crecimiento de 6,9% de la economía, y una mejora en el Coeficiente de Gini. El ingreso promedio per cápita de la población, más allá de si está ocupado o no, alcanzó los $29.137, mientras que la mediana del ingreso per cápita fue de $31.125.

Pero el promedio es engañoso. Cuando se fragmenta se ve a la mayoría de los ocupados en la pobreza: en el ingreso promedio del estrato bajo (de 1 a 4) nos vamos a solo $ 25.335; en el del estrato medio (seria de 5 a 8), a $ 63.160; y en el del estrato alto (de 9 y 10), a $ 155.830. Mientras que la disparidad por género fue: varones promedio de $ 76.306, mientras que el de las mujeres fue de $ 56.997.

Por último, viendo los costos, surge que existe un empobrecimiento de las y los trabajadores. La llamada Canasta Básica Alimentaria incluye los costos para la línea de la indigencia para un solo adulto, y llegó a $17.149 en agosto, con un aumento del 7,1% en relación a julio; y la Canasta Básica Total, que incluye más costos delimitando el nivel de la pobreza, alcanzó los $38.756 por un solo adulto, con un salto del 7,6% en la comparación con el mes anterior (superando a la inflación).

Si recordamos que no todos los integrantes de una familia trabajan, vemos cómo los costos superan a los ingresos; por ejemplo, una familia tipo de cuatro integrantes cayó en la indigencia si no llegó a los $52.990 y, si no llegó a los $119.757 mensuales, es pobre. Si vemos los ingresos mencionados de los estratos bajos y medios, el 40% de la clase trabajadora estaría literalmente en la indigencia, y hasta un 80% estaría literalmente en la pobreza o al filo de la pobreza. Estos factores, sumado al resentimiento que algunos programas asistenciales generan dentro de la propia clase trabajadora, a la falta de representación de los sectores informales, al continuo envenenamiento de la prensa monopólica sobre las masas, generan las condiciones ideales para que la derecha cruda y dura ascienda con fuerza de cara al 2023.