LA REVOLUCIÓN QUE ESTREMECIÓ AL MUNDO
Bajo el signo de Octubre
Este 7 de noviembre se conmemoró un nuevo aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre, el acontecimiento más trascendental del siglo XX. El asalto al Palacio de Invierno de Petrogrado fue la realización de una empresa largamente perseguida: la ocupación del poder por el proletariado y la construcción de una nueva sociedad sin clases. Fue un acontecimiento singular que dinamitó la propiedad privada y construyó el primer Estado obrero de la historia. Fustigó conciencias, inspiró revoluciones y desató el pánico y la reacción virulenta de la burguesía y las potencias imperiales.
Los bolcheviques interpretaron las condiciones materiales como condiciones de posibilidad y no como límite inevitable. Los análisis de Lenin acerca del Imperialismo como etapa superior del capitalismo y la teoría del eslabón más débil fueron el fundamento y crearon la oportunidad para dar el salto. De esta manera, Lenin y los bolcheviques rusos ampliaron los márgenes de lo concebible acerca de dónde y cómo habría de producirse el acceso al poder del proletariado. Rusia -el eslabón más débil- llegó a la dictadura del proletariado y a la construcción de una sociedad socialista, antes que los países capitalistas más avanzados. Profundas reformas, que con suerte se materializarían en la segunda mitad del siglo en las democracias avanzadas, se plasmaron en la nación más atrasada de Europa, llevándola a la vanguardia mundial, un faro para la clase obrera internacional y para los pueblos sojuzgados por la rapiña imperial y el colonialismo.
La Revolución Soviética trastocó las viejas estructuras de clase de la Rusia zarista y por eso también tuvo que romper con las ataduras de la mujer: fue por eso una revolución de la emancipación de las mujeres que ya se habían convertido en sujetos políticos. El 8 de marzo del 17, en pleno proceso revolucionario, se realizó la huelga y las movilizaciones convocadas por el día internacional de la mujer trabajadora pidiendo pan y la vuelta de los combatientes del frente, dos peticiones que meses después fueron al frente de las reivindicaciones de los bolcheviques. El régimen soviético no tenía aún un mes de existencia cuando publicó un decreto de ley del divorcio y más particularmente de divorcio por consentimiento mutuo. Lenin dedicó una singular atención a la situación de las obreras y las campesinas y a la incorporación de la mujer al movimiento obrero y a la actividad pública, es decir, a participar activamente en la sociedad y en la construcción del socialismo.
Este Estado emergió para trastocar los planes de las viejas potencias en la Primera Guerra Mundial y para disputarle la hegemonía a la gran superpotencia consolidada tras la Segunda, Estados Unidos. Estos países recurrieron al fascismo o al reformismo social para hacer frente al peligro del comunismo. Sin Octubre el reformismo no hubiera llegado tan lejos, como en los “Estados de Bienestar”, y el fascismo no hubiera sido derrotado.
Pronto la ampliación territorial de la URSS, el avance del Ejército Rojo por Europa, el triunfo de la Revolución China y las diferentes oleadas revolucionarias envueltas en los procesos de descolonización hicieron que varias décadas después un tercio del mundo estuviese regido por sistemas políticos socialistas y partidos comunistas a la vanguardia de estos procesos.
A la derrota del socialismo en Europa, la crisis del movimiento comunista y revolucionario mundial y el fin de la bipolaridad, le sobrevendrían la ofensiva neoliberal del imperialismo, con la consecuente pérdida de conquistas históricas del movimiento obrero, el abandono por parte de las burguesías del reformismo social, la pérdida de soberanía en América Latina y se erigiría la hegemonía unipolar del imperialismo norteamericano.
Sin embargo, trabajosamente los pueblos han vuelto a desplegar la iniciativa histórica. Aquella victoria del imperialismo y su política neoliberal está en crisis. La República Popular China y la Federación Rusa junto a numerosos pueblos y gobiernos del mundo, cuestionan fuertemente al hegemonismo imperialista yanqui y empujan la tendencia a un nuevo orden mundial basado en la multilateralidad y la emergencia de un nuevo escenario internacional. La coyuntura latinoamericana se inscribe en este también en este proceso. Con sus flujos y sus reflujos, todavía hoy estamos bajo el signo de la Revolución.