CAPITALISMO VERSUS GLOBALIZACIÓN DE LA SOLIDARIDAD
Construir la salida política
Es poco probable que durante el año que comienza, las modificaciones en la situación política conlleven alguna mejoría para los sectores que viven del mercado interno, cuyo poder de consumo se ve severamente afectado por la revancha pro patronal del gobierno y la casi nula inversión.
En los sectores vinculados al mercado mundial, los más mano de obra intensivos verán mermar sus posibilidades porque la apreciación del peso vuelve antieconómica la contratación de mano de obra local en proyectos de TICs del Norte global (Tecnologías de la Información y Comunicación), situación que se mantendrá hasta que una nueva devaluación -exigida ya por el FMI, pero resistida por los beneficiarios del carry trade- vuelva a abaratar esos salarios locales. Estos sectores se componen de consultoras que viven de quedarse con parte de la plusvalía que producen trabajadores mal pagos en relación a los trabajadores de países donde se realiza el producto de su trabajo. Para ilustrar esto, aparece en X (ex Twitter) un anuncio que reza: “¿Sabías que una empresa de EE.UU. podría pagarte 3 veces más de lo que ganas en tu país y aún así ahorrar hasta un 50% de costos?” (Traducción: te usamos pagándote un salario que es alto en tu país para disciplinar los reclamos salariales en el nuestro). Parte de esos asalariados “dolarizados” componen la base electoral de Milei.
En el plano político, el objetivo estratégico del imperialismo es la destrucción lisa y llana de cualquier base económica, social y política que impulse una política que refleje, aun tibiamente, los intereses nacionales y populares. No es otra cosa que su esperanza de terminar con el peronismo, hoy devenido kirchnerismo. En esa dirección, las medidas antisindicales son prioritarias: la reciente decisión de tolerar el no pago de cuotas sindicales por “objeción de conciencia” es vistosa, pero más significativa es la correlación entre la caída del trabajo registrado y el aumento similar de monotributistas, con lo que se debilita la afiliación sindical a favor del trabajo no registrado, abonando la nefasta figura del monotributista con colaboradores, vuelta de tuerca de la “tercerización” que blanquea la contratación irregular y de paso sustrae a las cuentas nacionales parte de la economía, aumentando la producción “en negro” y pasándola al lado “informal”.
En el campo nacional y popular, entre tanto, empiezan a percibirse intentos (por ahora incipientes) de definir mejor el qué y el para qué de un futuro gobierno que ponga el rumbo hacia la recuperación de un proyecto nacional y popular apto para este siglo de globalización. Estos intentos van desde el nacionalismo chauvinista de derecha, que intenta rescatar proyectos anteriores a 1946 y aboga por toda una serie de medidas que rehagan, modernizadas, las realizaciones del primer peronismo, hasta diversas propuestas de reforma constitucional que supuestamente garanticen cambios a favor de los intereses de las mayorías nacionales y populares (que no necesariamente son los mismos de aquellos).
Prácticamente todos aspiran a resolver el problema con variantes más o menos similares de lo intentado hasta ahora: para ellos el campo nacional y popular es un “capitalismo con rostro humano”. Pero lamentablemente, el momento histórico de ese proyecto parece haber pasado.
La burguesía nacional ya no existe como tal: la burguesía concentrada se llena de plata con estos proyectos y con todos y está asociada al capital financiero globalizado, que detenta la mayoría con poder de decisión de sus conglomerados o los coopta por presión económica y/o extraeconómica (verbigracia, el videoclub de Mauricio, las carpetas de la AFI o las denuncias de “corrupción”). Arrastran tras de sí buena parte del electorado antiperonista, con raíces económicas en “el campo” (donde Grobocopatel hace su consabido pagadiós) y en el sector de bienes y servicios vinculado al mercado mundial.
De a poco aparecen más claro los principales beneficiarios de las medidas de demolición de la República Argentina como entidad independiente y soberana: en jingles de Gelatina, en definiciones recuperadas de CFK sobre los cuatro vivos que se llevaban todo, en dirigentes kirchneristas mencionando con nombre y apellido a varios de los popes de la A.E.A. y en otros sectores que los van identificando abiertamente. Prácticamente todos ellos constituían la burguesía nacional que fue el verdadero núcleo del proyecto peronista. (Los trabajadores eran su columna vertebral, pero no su cerebro).
Así las cosas y considerando que en 2008 y con un gobierno nacional y popular que controlaba una parte de los resortes estatales, una tímida medida como la modificación de retenciones provocó una sedicente movilización, incluyendo todo tipo de tropelías que preanunciaban la brutalidad de la derecha que hoy vocea abiertamente el topo mayor del Estado, hay que preguntarse qué medidas a favor del campo nacional y popular pueden aplicarse “desde arriba” sin una extendida y aceitada organización por abajo.
¿Quién le pone el cascabel al gato?: los trabajadores organizados, a la cabeza de todo el pueblo. La solución está en cada casa, escuela, fábrica, empresa, comercio, barrio donde los laburantes viven.
A medida que los problemas se agudicen -lo que, dada la circunstancia, es inevitable-, los trabajadores se reorganizarán y se pondrán al frente de las luchas, desde abajo, en cada lugar. No existen muchas alternativas.
Ahí estaremos los comunistas, aportando toda nuestra capacidad para ayudar a colectivizar las mejores experiencias, para discutir y aprender nuevas formas de lucha y organización y para explicar incansablemente que, a esta altura del siglo 21, el problema no es tal o cual variante del capitalismo, sino su misma existencia, que lo hace enemigo de los pueblos, enemigo de la paz y enemigo de la propia naturaleza, como lo demuestra el desastre ecológico que propaga por doquier.
Que como decía un cartel que circuló esta semana por las redes, necesitamos “trabajar menos, trabajar todos, producir lo necesario y redistribuir (casi) todo”. Para eso, como cantaba la Negra a Zitarrosa, “hay que dar vuelta el viento como la taba, el que no cambia todo, no cambia nada”.