Brasil
Proscripto o presidente
El 31 de agosto comienza oficialmente la campaña electoral en Brasil con el principal dirigente opositor preso de forma ilegal. Mientras la crisis del neoliberalismo se profundiza y el real se devalúa, la derecha comienza a ponerse nerviosa ante el incremento en la intención de voto de Lula y de Fernando Haddad.
En un contexto de crisis económica, ajuste y devaluación del real (consecuencia del modelo neoliberal de Michel Temer) el compañero Luiz Inácio Lula da Silva continúa como favorito para ganar las próximas elecciones del 7 de octubre. Se espera que el Tribunal Supremo Electoral (TSE) decida esta semana si permite al ex presidente participar de la contienda electoral o no. En caso de no ser aceptado como candidato, el Partido de los Trabajadores (PT) y los partidos aliados comenzarán a hacer campaña por la formula Fernando Haddad (PT) – Manuela D’Avila (PCdoB). La campaña presidencial comienza el 31 de agosto y durará 35 días. Es en ese lapso que el campo popular deberá dar a conocer, al conjunto del pueblo brasileño, que el candidato elegido por Lula es Haddad y no otro. Esa será la clave de la victoria en caso que no le permitan participar al ex presidente.
Las últimas encuestas dadas a conocer por diversas consultoras le otorgan a Lula una intención de votos en el orden del 40% o superior, diez puntos más que hace unos pocos meses. Esto demuestra que el pueblo no cree en la operación mediática-judicial con la que la oligarquía brasileña encarceló al líder brasileño. Algo similar a lo que está sucediendo en nuestro país, donde hasta las consultoras afines al gobierno macrista están mostrando un aumento significativo en la imagen positiva de la compañera Cristina, a pesar de la operación de los cuadernos y los falsos “arrepentidos”. Queda demostrado que estas acciones simultaneas en Latinoamérica no son casualidades, están siendo impulsadas desde los centros del imperialismo y a través de los cooptados servicios de inteligencia locales, los medios y los jueces cautivos.
Por el lado de la derecha, el candidato mejor posicionado en intención de votos es el facista Jair Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL); un personaje siniestro que reivindica abiertamente la tortura. En uno de sus últimos actos proselitistas, en un mitin militar, llegó a proponer abiertamente sacar a Brasil de la ONU, ya que ésta sería una institución “que no sirve para nada” y es “un lugar de reunión de comunistas” (sic). Estas declaraciones no son inocentes y son una respuesta ante una declaración del comité de Derechos Humanos de la ONU, que reclamó al Estado brasileño permitir la participación de Lula en la contienda electoral “hasta que sus apelaciones ante los tribunales hayan completado los trámites judiciales justos”. El comité basó sus dichos en que Brasil es un Estado firmante del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y que hoy en día lo está violando. Bolsonaro tiene al día de hoy una intención de votos cercana al 20% y se encuentra en segundo lugar muy lejos de Lula.
El gran negocio de los sectores concentrados y de las grandes fortunas en Brasil es la fuga de capitales. El golpe contra Dilma Rousseff y la imposición de Michel Temer a la presidencia fue justamente para que se diera riendas sueltas al saqueo que está sufriendo hoy Brasil. Es el mismo modelo aplicado por el gobierno vendepatria de Mauricio Macri en Argentina, que en los primeros siete meses del 2018 permitió una fuga de más de 20 mil millones de dólares (la cual financió con deuda). Ante esta situación y la caída de la producción en ambos países, tanto el peso argentino como el real brasileño, potenciaron su devaluación: el real pasó de cotizar 3.20 por dólar a principios del 2018, a 4.10 por dólar el 20 de agosto último, es decir, una devaluación cercana al 30% en lo que va del año y con tendencia al alza. La desastrosa situación económica y social que está dejando el neoliberalismo en el país hermano, y el penoso funcionamiento de las instituciones, en especial del Poder Judicial (que se niega a aceptar una salida a la crisis de forma democrática), solo pueden profundizar el malestar social y la violencia política en el país. La esperanza y el progreso solo pueden venir de la mano de un programa de desarrollo progresista, popular y de izquierda liderado por Lula (sea o no el candidato) y secundado por Fernando Haddad y Manuela D’Avila.