BRASIL

Frenar el Golpe a la democracia

La traición del PMDB es un peldaño más en la estrategia que trazaron los sectores dominantes de Brasil para destituir a Dilma, aislar a Lula y borrar al PT y sus aliados de la escena política.

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Masivas movilizaciones en rechazo al Golpe de Estado, en apoyo al gobierno de Dilma y a Lula.

Con la derrota de Aécio Neves en octubre de 2014, el PSDB -vencido por cuarta vez consecutiva- se lanzó a revertir la decisión de las urnas. Desde comienzos de marzo, el campo opositor (jueces, medios, banqueros y partidos conservadores) escaló en su afán desestabilizador hasta llegar al golpismo sin rodeos.

En este ascenso destituyente creció el protagonismo de Sergio Moro, un juez de provincia cuya ambición es cazar a Lula y dar el tiro de gracia al gobierno. Entre otras maniobras, el magistrado se ha dedicado a pinchar el teléfono de la presidenta e interceptar sus conversaciones con Lula para entregarlas a la cadena opositora O’ Globo. Esta presentó con espectacularidad una edición superpuesta a otras pinchaduras, agitó a la audiencia y la incitó a volcarse a las calles. Con esta filtración no sólo se buscó ahondar la indignación de las capas medias, sino también impedir que Lula asuma su cargo de ministro. La artimaña logró su efecto, ya que otro magistrado opositor determinó la interrupción del nombramiento que ha quedado en suspenso.

Por su parte, la Cámara de Diputados inició la semana pasada los trámites para el juicio destituyente (impeachment). Acusan a Dilma de haber incurrido en un “crimen de responsabilidad” por esconder deudas con los bancos públicos en sus últimos balances fiscales. Lo llamativo es que el propio Congreso avaló los balances presentados por el gobierno y jamás se pronunció sobre las supuestas irregularidades. El juicio político, aunque previsto en la Constitución, configuraría un Golpe de Estado, dado que no se ha cometido ningún delito que lo justifique.

En este contexto, Lula afirmó que se está generando un “clima” similar al que vivió Venezuela a comienzos de este siglo, con el golpe fallido contra Chávez. Similares apreciaciones tuvieron otros mandatarios latinoamericanos. El presidente Correa calificó como gravísima la situación en Brasil y señaló que “lo mismo le han hecho a la ex presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, a los actuales mandatarios de Bolivia y de Venezuela”. “EE.UU. está preparando una segunda Operación Cóndor en América Latina”. “(…) Ya no se necesitan dictaduras militares, se necesitan jueces sumisos, se necesita una prensa corrupta que incluso se atreva a publicar conversaciones privadas, lo cual es absolutamente ilegal”.

El triunfo de la derecha en Argentina juega un papel clave en el plan del imperialismo para recuperar terreno en el Cono Sur. EE.UU. busca un cambio de rumbo político en la región. Los grupos conservadores en Brasil ya anunciaron que retornarán al proyecto neoliberal y a los acuerdos de libre comercio con EEUU. La pérdida de Brasil en manos de la reacción, complicaría las posibilidades de los agrupamientos regionales en América del Sur y condiciona la posibilidad de desarrollo autónomo de toda la región.

En una reunioncita de apenas 10 minutos, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), que lidera el vicepresidente Temer, decidió su salida del gobierno. La resolución impone que sus afiliados dejen sus cargos, por supuesto con la excepción de Temer para de esta manera asegurarse el triste lugar que le corresponde en la Historia de su país. Más triste, tal vez, que el de nuestro coterráneo Cobos.

El PMDB es fundamental de cara al posible juicio político en el Parlamento, puesto que cuenta con las primeras minorías en la Cámara de Diputados y en el Senado y con sus votos puede desequilibrar cualquier balanza política.

La crisis política también se refleja en las calles de Brasil. En las protestas contra el gobierno predomina una mayoría de clase media blanca que, además de exigir de manera enardecida la caída de Dilma, hostiliza a la mayoría de la dirigencia partidaria opositora. En el acto más concurrido, realizado el 13 de marzo, la multitud no permitió que hablen Aécio Neves y Geraldo Alckmin, del opositor PSDB, quienes tuvieron que retirarse apurados de la escena. Tampoco el vice es un referente. Por el contrario, lo que se observa es que los grupos que han salido a las calles no se sienten convocados por los partidos políticos, sino más bien en contra de la política misma.

En contraste, el pueblo brasileño, partidos políticos, movimientos sociales y sindicales que marchan en rechazo al golpe de Estado y en apoyo del gobierno de Dilma y del ex presidente Lula han dejado en claro en la masiva movilización del pasado 18 de marzo (al cierre de esta edición nuevamente ganan la calle) que no consentirán un golpe a la democracia, que lucharán por sus derechos y por todo lo conquistado en estos años.