TUPAC AMARU
La rebelión originaria
Por Rodolfo G. Módena
El 18 de mayo de 1781, hace 235 años, era ejecutado, en Cuzco, José Gabriel Condorcanqui, más conocido como Túpac Amaru, el líder incaico que protagonizó la mayor rebelión popular del siglo XVIII contra el colonialismo español en nuestras tierras sudamericanas.
Nacido el 19 de marzo de 1738 en Surimana, Virreinato del Perú, heredero de los cacicazgos de Pampamarca, Tungasuca y Surimana, era descendiente por línea materna del Inca Túpac Amaru I, ejecutado por los españoles en el siglo XVI, por lo que José Gabriel Condorcanqui adoptó su nombre y se lo conoce como Túpac Amaru II.
Cursó estudios con los jesuitas en el Colegio de San Bernardo de Cuzco y luego estudió leyes en la Universidad de Chuquisaca, por lo que era un hombre de una vasta formación cultural, lo que lo fue llevando a convertirse en el vocero de las reivindicaciones pacíficas de su pueblo ante las autoridades españolas a través de innumerables cartas y petitorios contra los abusos coloniales, la presión de los tributos, las condiciones de superexplotación en los obrajes, minas, campos de cultivo, obras públicas o servicios domésticos bajo el régimen de reducción a servidumbre que implicaba la mita y los malos tratos sistemáticos a que eran sometidos los indígenas.
Entretanto, y ante la falta de respuestas a los reclamos, comenzaron a producirse diversos alzamientos locales, tanto de indígenas como de mestizos y criollos, que se propagaban por toda la región andina, desde Salta hasta el Cuzco; hasta que el 10 de noviembre de 1780 se inició la gran insurrección.
El 18 de noviembre de 1780 las fuerzas indígenas derrotaron a los realistas en la Batalla de Sangarará, pero en lugar de atacar el Cuzco inmediatamente, Túpac Amaru decidió hacerse fuerte en Tungasuca e intentar una negociación, lo que dio tiempo a los realistas para rearmar un poderoso ejército con refuerzos del Virreinato de Buenos Aires.
En la noche del 5 al 6 de abril de 1871 las fuerzas rebeldes fueron derrotadas, y Túpac Amaru y los suyos posteriormente detenidos y condenados a muerte.
Las ejecuciones, precedidas de salvajes torturas, fueron llevadas a cabo el 18 de mayo en la plaza del Cuzco y su crueldad e inmisericordia -con auspicio eclesiástico para nada cristiano- resulta casi inenarrable, aunque fue descripto en espeluznante detalle y sin el más mínimo pudor en crónicas del momento: ahorcamientos, cortes de lengua, garrote vil, decapitaciones y descuartizamientos.
Los pedazos de los cuerpos de Túpac Amaru, de su esposa Micaela Bastidas Puyucahua, su hijo, otros familiares y líderes del alzamiento fueron repartidos por numerosos pueblos andinos como escarmiento.
En vano sería: la gran rebelión originaria echaría raíces y se esparciría por todo el continente, convirtiéndose en bandera del movimiento emancipador del siglo XIX; y el ejemplo de Túpac Amaru, a más de dos siglos de su martirio, sigue alumbrando la causa de la revolución americana.