CRISIS POLÍTICA EN BRASIL

Que sea el pueblo el que decida

El poder real le soltó la mano a Temer y busca elegir un nuevo presidente a dedo, utilizando al desprestigiado poder legislativo. Si se llamase a elecciones hoy, Lula saldría primero con un margen enorme respecto del segundo.

El pasado 24 de mayo, el pueblo brasilero salió masivamente a las calles para exigir la renuncia de Michel Temer y la convocatoria a elecciones directas. La respuesta fue una brutal represión y el despliegue de las Fuerzas Armadas en el marco de un virtual estado de excepción que, por el repudio generalizado, sólo se sostuvo 24 horas. Desde el Partido de los Trabajadores (PT) tildaron la medida como “totalmente injustificada y cobarde. Una medida que nos remite a los peores años de la última dictadura militar”.

Las manifestaciones populares se vienen intensificando luego de conocerse un audio en donde se escucha a Temer explicitando su participación en un entramado de sobornos y coimas destinados a garantizar el silencio del ex presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, principal instigador del ilegal juicio político contra la compañera Dilma Rousseff. La “confesión” fue publicada por el grupo O Globo, el monopolio multimediático del Brasil, lo que da a entender que la misma oligarquía decidió soltarle la mano al presidente. Temer fue utilizado para hacer el trabajo sucio: reforma laboral anti-obrera, recortes en la inversión social, distribución regresiva del ingreso, etc., para luego ser descartado y reemplazado. Dilma se refirió a esto como un “golpe dentro del golpe”. La única forma que tiene el poder real para continuar con su política de ajuste neoliberal es con una lavada de cara y evitando elecciones anticipadas.

La Constitución establece que, en caso de que Temer renuncie o sea destituido, el Parlamento puede elegir de forma indirecta un nuevo presidente; no obstante, también es posible llamar a elecciones anticipadas mediante una enmienda constitucional. El neoliberalismo tiene mayoría parlamentaria, por lo que pueden imponer un nuevo presidente sin necesidad de elecciones directas. Quieren cambiar un títere por otro.

La elección indirecta no resuelve el problema de fondo ya que el Parlamento brasilero también carece de legitimidad real. La elección popular directa es la mejor opción ante semejante crisis política e institucional. Esa es la posición del PT, con el compañero Lula a la cabeza, y de amplios sectores del campo popular, entre los que se encuentra la principal central obrera de Brasil (CUT), el PCdoB, el PSB, el Movimiento de Trabajadores Sin Tierra (MST), entre otros. Que sea el pueblo el que decida y acabe con la crisis política, institucional y económica provocada por la oligarquía. Lula dejó en claro que no es solo el gobierno de Temer el que perdió legitimidad, sino todo el plan económico neoliberal. “Queremos que Temer salga ya, pero no queremos que un presidente sea electo indirectamente. ¡Lo que queremos es una elección directa!”, exigió el ex mandatario.

La oligarquía quiere evitar este escenario ya que el compañero Lula Da Silva lidera la intención de voto en todas las encuestas, por un margen enorme respecto del segundo, mientras que la derecha no tiene ningún candidato con chances de ganar a corto plazo. Tal es el déficit de representatividad de la derecha que ninguna de sus figuras centrales supera el 14% de intención de voto, mientras que el compañero Lula ya supera ampliamente el 30%. La desesperación del poder real ante un nuevo gobierno popular es tan grande que ya están amenazando con utilizar la carta judicial e impugnar la candidatura de Lula, de la misma forma que intentan con la compañera Cristina en nuestro país.

El campo popular sabe que ésta embestida reaccionaria se frena con más movilización. El pueblo no solo ocupó las calles por elecciones directas ya, también lo hace para frenar y derrotar el ajuste neoliberal y retomar la senda de progreso y desarrollo económico impulsada durante los gobiernos de Lula y Dilma. La locomotora económica y social que fue Brasil durante la última década está preparada para arrancar nuevamente bajo un nuevo gobierno de los trabajadores con el compañero Lula como presidente.