VAMOS A RESISTIR

En el Parlamento y en la calle

Cuanto más se disipa la “ola amarilla”, mayor es el apremio del gobierno por dar sanción exprés al paquete de leyes neoliberales que modificarán estructuralmente los ámbitos laboral, previsional e impositivo. Crece el malestar social a medida que van cayendo, cual fichas de un dominó, las facturas de los servicios públicos junto a otros insostenibles aumentos que agudizan la carestía de la vida. Con un palo y una soga, diría el poeta César Vallejo, pegan cotidianamente sobre las espaldas de nuestro pueblo.

Se prevé que el mes de diciembre tendrá la inflación más alta de 2017: entre 2,5 y 3%. La nafta aumentó un 17% durante las últimas semanas, el gas un 60%, la luz un 70%, y las prepagas un 6% (con un acumulado de 31% en el año). Los tan promocionados créditos UVA (que ajustan por inflación) subirán su tasa un 10% en los próximos días. Se calcula que quienes tomaron este tipo de préstamos hipotecarios hoy deben un 40% más que hace 20 meses. Una perfecta burbuja al servicio de la especulación y la timba.

En este contexto de retroceso, creemos necesario mensurar la importancia de dos hechos ocurridos el 29 de noviembre. En primer lugar la imponente movilización multisectorial convocada en la Plaza de los Dos Congresos, con más de 300 mil personas, para repudiar al conjunto de los senadores que, horas más tarde, darían media sanción al proyecto de reforma previsional. Lo cierto es que, más allá del resultado adverso, constituye un mojón de cara a la imprescindible coordinación de las luchas y la resistencia a la aplicación del neoliberalismo. La destemplada reacción del gobierno nos exime de mayores consideraciones.

Irrumpen en el movimiento obrero nuevas generaciones de dirigentes que no están dispuestos a entregar a sus compañeras y compañeros, a sus convenios colectivos, a sus sindicatos. Se verificó en particular el pasado 29, donde muchas seccionales y regionales de la CGT participaron de la movilización, confrontando con las posiciones genuflexas de la conducción, quienes raudamente pusieron el gancho a la reforma flexibilizadora. Se trata de un fenómeno más general que está indiscutiblemente asociado al proyecto liberador impulsado por Néstor y Cristina. Desde el gobierno muestran los dientes, lo verbaliza Patricia Bullrich, lo ejecutan gendarmes y prefectos y hasta se animan con la propuesta de creación (en el marco del renovado Ministerio Público Fiscal) de “una estructura dedicada a elaborar una estrategia integral contra el extremismo violento” (sic).

Ese mismo día pero por la mañana, juró como senadora la compañera Cristina Fernández de Kirchner, electa por 3,5 millones de votos en la provincia de Buenos Aires. Si bien CFK buscó correrse del centro de la escena para que la atención se concentrara en la jornada de protesta, su sola presencia en la Cámara Alta comenzó a producir un rápido reordenamiento en los bloques legislativos, en particular en un marco donde abundan los hociqueos frente a las medidas antipopulares que impulsa el gobierno nacional. En el Congreso ya empieza a materializarse aquello que reclaman los yanquis, que es el bipartidismo de la dependencia.

Dos escenarios, el Parlamento y la calle, serán decisivos en la próxima etapa. Allí se librarán fuertes luchas orientadas a poner un freno al ajuste y el saqueo. Uno de los méritos principales del enemigo en los años ’90 (medios de comunicación mediante) fue el de haber sabido imponer una victoria psicológica sobre el campo popular, insuflando un clima de derrota, de brazos caídos. Sobre esa desazón, avanzaron a fondo. Somos concientes de que tendremos que sobrellevar reveses de diversa índole en la próxima etapa, pero lo nuestro es dar la pelea, generar conciencia, organizar esa conciencia y construir las condiciones políticas que nos permitan recuperar la ofensiva.