DIPUTADOS APROBÓ EL ABORTO SEGURO, LEGAL Y GRATUITO
Un paso histórico
Fue un largo debate. Más de 700 expositores. Falsas dicotomías planteadas como axiomas absolutos, la vida o la muerte. El patriarcado ancestral intentando mantener el statu quo y el colectivo verde desplegando la potencia de un millón de mujeres en las calles pugnando por la ampliación de derechos.
Adentro del recinto, alternativamente se sucedían los argumentos a favor, sólidamente cimentados desde la ciencia, y las voces disidentes con los más absurdos argumentos a favor “de la vida”, procurando correr el eje de la discusión.
El tratamiento de la ley de interrupción voluntaria del embarazo fue la culminación de décadas de lucha por proteger a los sectores femeninos más desfavorecidos, quienes se ven obligadas a recurrir a métodos que fluctúan entre el mercantilismo de “profesionales” que realizan la intervención ilegalmente en condiciones inhumanas, o las prácticas “caseras” en las que, en el mejor de los casos, consiguen su cometido (y no en pocas ocasiones acarrean infertilidad, sepsis, hemorragias) y, en el peor, se cobran la vida de la mujer gestante.
Desde el retorno de la democracia, la sociedad argentina ha ido avanzando en la ampliación de determinados derechos a fuerza de correr los límites de la moralidad y la pacatería de ciudadanos permeados mayoritariamente por preceptos religiosos. Desde Mariquita escapando a un matrimonio arreglado, a la Ley de Matrimonio Civil, la Ley de Divorcio, la de Matrimonio Igualitario y la de Identidad de Género: todas normas que al decir de la restauración conservadora atentaban contra la solidez de la sociedad.
Con nula repercusión e incluso considerada como insultante para la sociedad, desde hace 35 años se vienen presentando en el Congreso, desde los más variados signos ideológicos y políticos, diversos proyectos de despenalización del aborto.
Así, año tras año fue creciendo en cada Encuentro Nacional de Mujeres y otros foros de discusión de los derechos de la mujer, la conciencia de la necesidad de esta norma que empieza a ver la luz a partir del empoderamiento ganado por el colectivo verde, en donde la presencia juvenil y adolescente (mayoritariamente de las grandes ciudades) presta frescura y desinhibición generando discusiones impensadas en el pasado.
El avance de los derechos civiles de la mujer empujada por la determinación y la lucha de miles primero y millones después nos permitieron ser dueñas de nuestros patrimonios, acceder al voto universal y secreto, decidir sobre el presente y futuro de nuestros hijos y hoy, de concretarse la aprobación por Senadores, el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo sin tutela marital ni estatal.
No faltaron en el debate los insultos a nuestras compañeras desaparecidas en la voz de un par de diputados. También las teorías alucinadas sobre tráfico de órganos o la tan remanida y agobiante argumentación de la vida desde el momento de la concepción o el “salvar las dos vidas”. Desde la posición del colectivo de mujeres se ubicó correctamente los límites biológicos alejándolos de las posiciones decimonónicas esgrimidas desde, principalmente, la Iglesia Católica acerca de los derechos del niño por nacer, pretendiendo que la mujer gestante es sólo un continente para asegurar el nacimiento del feto, algo así como una incubadora de carne y hueso.
Muchos de quienes defienden esta posición ignoran luego las necesidades del niño nacido y sus derechos fundamentales a la educación, la salud, la vivienda digna y proponen leyes para bajar la edad de imputabilidad o miran hacia un costado cuando son sometidos a la esclavitud en los campos de la oligarquía o en las calles de los explotadores.
Este debate profundo y necesario abre camino a la construcción (desde la base misma) de la concepción democrática del tipo de sociedad a la que aspiramos y cuáles son los derechos fundamentales que necesitamos determinar para garantizar la igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos.
Aun cuando se considere un éxito lograr consolidar la norma, no debemos descuidar que mediante argumentos como la “objeción de conciencia” se buscará evadir tanto el espíritu como la letra de la Ley. En fin, es el comienzo de un largo camino a partir de la sanción de la Ley de Interrupción Voluntaria. Llegamos a una posta, pero la carrera por la verdadera igualdad de género recién empieza.
Es el comienzo de un largo camino. Llegamos a una posta, pero la carrera por la verdadera igualdad de género recién empieza.