¡Por una navidad sin presos políticos!
Tres años con presos políticos, tres años de venganza y de una política sistemática de persecución de quienes fueran funcionarios o dirigentes kirchneristas. Como en Brasil, como en Ecuador, el partido judicial, los medios, junto a los gobiernos neoliberales, siembran las cárceles de presos políticos, los tribunales de miles de denuncias sin sustento ni pruebas y miles de horas de aire para aturdir, distraer y adormecer la conciencia de los pueblos. Martillan con el cuento de la corrupción para dejarnos sin opción y sin memoria.
La persecución se agudizó bajo el guion de lawfare. La compañera Cristina lo señaló en esa última Plaza de diciembre del 2015: “Hay una agenda que desde afuera se ha escrito para la región y que pivotea sobre tres ejes fundamentales: un eje de hegemonía mediática para pelear el sentido cultural y fundamentalmente la batalla de ideas; un eje político interno -esto se ha venido dando a lo largo de los 200 años de historia- y una tercera pata, que aparece en esta década, que es lo que yo denomino el partido judicial, que constituye un trípode sobre el cual uno puede ver cómo se opera en los distintos países de la región”. Este mecanismo se puso en marcha sin pausa ni tregua, desde el primer momento.
La señal de largada se dio en el Norte. El emperador de Jujuy fue meticuloso, apenas entró en la casa de gobierno apresó a Milagro y sus compañeros de la Tupac. Apertura de miles de causas, por bombachas, por bolsos, por negra, por india, por digna y por rebelde mujer sin miedo. Destruyeron los barrios de la organización, las piletas enormes y celestes, las escuelas y los talleres de trabajo. Y ahí está Milagro en esa cárcel que le inventaron. Tres años lleva presa, la primera presa política del macrismo.
Cristina fue y sigue siendo objeto permanente de persecución y estigmatización. Se fueron sumando el ex canciller Héctor Timerman, el ex vicepresidente de la Nación, Amado Boudou (recientemente liberado); el diputado y ex ministro de Planificación Federal, Julio De Vido y el ex secretario de Legal y Técnica Carlos Zannini; Roberto Baratta, segundo de Julio De Vido en Planificación; Gerardo Ferreyra, titular de Electroingeniería, y muchos otros. Alrededor de una veintena de dirigentes, ex funcionarios y hasta familiares están, estuvieron presos o se encuentran bajo permanente amenaza de perder su libertad. La persecución política, mediática y judicial permanente ha terminado con la seguridad jurídica y las garantías ciudadanas.
Las detenciones arbitrarias exhibidas en vivo, como el linchamiento público a Julio De Vido, son moneda corriente. Las detenciones meramente políticas, donde no hay elementos para la prisión ni rige el principio de inocencia en clara violación de los derechos y garantías constitucionales, se han constituido en la herramienta elegida para tratar de disciplinar, de borrar del mapa al kirchnerismo. El avance hacia un Estado autoritario es sistemático y el mecanismo de los presos políticos y el accionar judicial está borrando la línea entre lo legal y lo arbitrario. A los enemigos del gobierno los bombardean los medios, los denigran y el Poder Judicial los mete presos “preventivamente”. Este rumbo es el que llevó a la desaparición seguida de muerte de Santiago Maldonado y más tarde al asesinato por la espalda de Rafael Nahuel.
Borrar la memoria compartida de que es posible vivir mejor, de que efectivamente vivíamos mejor es parte del condimento de este libreto, de este nuevo tipo de democracias restringidas y autoritarias. Nos quieren hacer creer que las políticas redistributivas y de ampliación de derechos de Néstor y Cristina no tuvieron ningún impacto en la vida de las y los trabajadores, que no sirvieron para nada, que dejaron un tendal de pobres y delitos comunes regados a su paso. Por eso es imprescindible organizar la resistencia, porque con presos políticos no hay democracia.