Por Rodolfo G. Módena
El camarada Hector P. Agosti, el más lúcido intelectual marxista-leninista y primer gramsciano argentino.
Este agosto se cumplen 35 años del fallecimiento de Héctor Pablo Agosti, el más lúcido intelectual marxista leninista y primer gramsciano argentino; y uno de nuestros más altos ejemplos de intelectual orgánico de la clase obrera. El que mejor supo interpretar la historia y la realidad nacional a la luz del materialismo histórico y dialéctico. El militante del Partido Comunista y autor de “Nación y Cultura”, “El mito liberal”, “Defensa del realismo”, “Tántalo recobrado”, “Echeverría”, entre una veintena de libros publicados. El discípulo y superador de su maestro Aníbal Ponce, como éste lo fuera del suyo, José Ingenieros. El que fue rescatado del olvido por un valioso núcleo de intelectuales que, en los años 90, alentados por Jorge Pereyra, constituyeron la “Asociación Amigos de Héctor P. Agosti” (anteriormente “Grupo de Amigos de Héctor P. Agosti”) entre los que se destacaban el querido Edo E. Balsechi, Alfredo Dratman, Gregorio Hairabedian, Lina Sokolovski, Jaime Fuchs, Andrés Costa, entre otros, y de cuyas actividades sabía participar, cuando viajaba de Cuba a la Argentina, el querido y recordado Alberto Granado. Una contribución importante de aquel colectivo sería la publicación del libro póstumo del camarada Samuel Schneider, “Héctor P. Agosti. Creación y milicia”, en 1994.
Agosti fue, además, inspirador teórico de la recuperación de la línea histórica del Partido Comunista de la Argentina (la del frentismo de liberación nacional y social) por parte del PCCE, casi una década después de su muerte, acaecida el 29 de agosto de 1984. Desde su rescate de la figura de Esteban Echeverría, su visión crítica de la falsa antinomia entre unitarios y federales que desangró al país tras la Independencia y dejó inconclusa a la propia Revolución de Mayo, su aguda crítica tanto al liberalismo como al nacionalismo estrecho, su preocupación por superar la dicotomía peronismo-antiperonismo; hasta su interpretación del peronismo como fenómeno contradictoriamente positivo para la politización de la clase obrera argentina, en sintonía con la línea política plasmada en el informe de Victorio Codovilla al XII Congreso del Partido Comunista, “El significado del giro a la izquierda del peronismo”, y la decisión de apoyar la candidatura del sindicalista peronista Andrés Framini a la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires en 1962. Agosti fue y sigue siendo uno de los intelectuales más influyentes y necesarios del pensamiento y la cultura de izquierda, nacional y popular. Siempre priorizando la imprescindible unidad popular para hacer frente a la contradicción principal de la Argentina y América Latina (Imperialismo o Nación, Patria o Colonia, Liberación o Dependencia), sin jamás perder de vista la contradicción fundamental (Burguesía-Proletariado) de la sociedad capitalista, desde la perspectiva del marxismo leninismo, la Línea de Mayo y el camino argentino al socialismo.
El Partido Comunista venía de apoyar, junto al peronismo, la candidatura presidencial de Arturo Frondizi. Hasta que, hace sesenta años, un personaje deplorable dijo: “Hay que pasar el invierno”. Fue la frase tristemente célebre del ingeniero Álvaro Alsogaray, del 27 de junio de 1959, al ser designado Ministro de Hacienda por Frondizi cuando éste, traicionando su programa electoral antimperialista de 1958, viró a la derecha y aceptó las políticas impuestas por el FMI, las que con el tiempo darían en llamarse neoliberalismo.
Ya hemos pasado cuatro largos inviernos con el ingeniero Macri en la Casa Rosada y el renunciado Nicolás Dujovne en el rebautizado Ministerio de Hacienda, como gusta llamar la oligarquía al Ministerio de Economía, bajo tutela del FMI como en los días de Frondizi y Alsogaray, las dictaduras, Menem y De la Rúa. Sus consecuencias han sido, como era de esperar, tan rentables para la oligarquía y el imperialismo, como devastadoras para el pueblo trabajador y para la Patria. Sin embargo, en este agosto, este infierno esencialmente igual al infierno neoliberal de los 90 y la crisis de 2001, que recibió Néstor Kirchner en 2003, se acerca a su fin.
El contundente triunfo del Frente de Todos en la batalla electoral del 11 de agosto, nos hace recordar lo que dijimos en esta columna hace casi cuatro años, tras las elecciones presidenciales de 2015: “La batalla electoral ha sido perdida. Pero, como aquella de La Vuelta de Obligado, será un triunfo efímero de las fuerzas de la dependencia. Porque la militancia kirchnerista, su organización, la movilización y resistencia del campo nacional y popular, más temprano que tarde, nos devolverán al camino de la victoria”. (NP 248)
Y no nos equivocamos al salirle al cruce al derrotismo y el desánimo. No porque fuésemos fanáticos agitadores, ilusos optimistas o prestidigitadores de la política, sino por la firmeza de nuestras convicciones ideológicas, la confianza en las masas y la justeza de nuestra línea política frentista y kirchnerista. Y porque algo habremos aprendido de los grandes leninistas que fueron Antonio Gramsci y Héctor Agosti, como para manejarnos con las tensiones permanentes entre el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad revolucionaria.
Reza el refrán popular español: “Lo que en agosto madura, setiembre lo asegura”. Pues bien, ahora se trata de consolidar la unidad popular (y la amplitud de la política de alianzas concebida por el genio de la compañera Cristina) para asegurar la victoria en octubre, con el Frente de Todos y la fórmula presidencial Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner. Derrotar al neoliberalismo es nuestra obligación patriótica y antimperialista de primer orden. Porque como dijera el Libertador José de San Martín: “Cuando la Patria está en peligro todo está permitido, excepto no defenderla”.