Sobre el cierre del año el gobierno acelera un conjunto de iniciativas antes relegadas por las urgencias impuestas por la emergencia sanitaria. En cualquiera de los casos, han motivado una reacción rabiosa de los factores de poder. Sea por la nueva movilidad jubilatoria (muy similar a la de Cristina), el presupuesto 2021, la ley de incendios, la ley para la designación del procurador general, o la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Podría sumarse también la aplicación de la ley de abastecimiento en el rubro construcción frente al acaparamiento de materiales en un momento especialmente delicado. En su conjunto, están orientadas en un sentido popular y democrático.
Un proyecto que sí se concibió para dar respuesta financiera a las necesidades impuestas por el COVID es el aporte extraordinario de las grandes fortunas, que días atrás obtuvo media sanción de Diputados. Se trata de un impuesto por única vez, no obstante abre una puerta estratégica, que es la de la discusión de una reforma tributaria de carácter progresivo. Se parapetan los ricos y los muy ricos no tanto por la deducción que establece esta ley, sino por el debate que se inicia: que paguen más los que más tienen, más aún en el contexto de crisis actual. Se alteran además porque esta iniciativa cuanta con un masivo respaldo social.
Debiéramos exceptuar a la izquierda trotskista, que una vez más (y van…) votó en línea con los intereses del imperialismo norteamericano en nuestro país. Ahí está la explicación de porqué es la “izquierda” tan promocionada por los medios monopólicos. Es la misma que en el 2015 llamó a votar en blanco en el balotaje y contribuyó objetivamente al triunfo del neoliberalismo en la Argentina. La “izquierda florero”, como decía el camarada Jorge Pereyra, tan inofensiva para las posiciones reales de nuestros enemigos.
La coyuntura en nuestro continente continúa inclinándose hacia el antineoliberalismo. Días atrás estalló Perú y casi en simultáneo Guatemala. Venimos de los acontecimientos en Bolivia y en Chile, y de elecciones municipales en Brasil que debilitaron un poco más (luego de la derrota de Trump) a Bolsonaro. Se trata de un escenario donde la ofensiva, en este momento, está en manos de los pueblos.
Al cierre de esta edición nos sorprendió la muerte de Diego Maradona, un hijo digno de nuestro pueblo. La historia quiso que coincidiera con el aniversario del fallecimiento de Fidel, a quien Diego consideró su segundo padre. Diego fue un revolucionario en el fútbol y lo fue también en sus convicciones políticas. Eso lo llevó a confrontar con la FIFA y con los yanquis. No fue gratis su respaldo incondicional a Cuba Socialista, a Chávez y la Revolución Bolivariana, a Néstor, a Cristina, y también a Alberto en la última etapa. Se lo hicieron pagar con creces, con toda clase agresiones. No renunció nunca a su origen, sino todo lo contrario. En su vertiginosa vida, conservó siempre su conciencia de clase y actuó coherentemente. Por eso se granjeó el odio del imperialismo, el desprecio oligárquico en nuestro país y el del norte revuelto y brutal de la Italia rica. No queremos ser formales, ni solemnes, ni grandilocuentes. Queremos sí reconocer a una de las personalidades más importantes de la historia de nuestro país. Hasta siempre Diego.