LA BATALLA POR LOS PRECIOS
Confrontar a los monopolios
Como decía Lenin en su aún vigente obra -El imperialismo, fase superior del capitalismo-:” El monopolio capitalista engendra inevitablemente una tendencia al estancamiento y la decadencia. En la medida en que se fijan, aunque sea momentáneamente, precios monopolistas, desaparecen en cierta medida los factores que estimulan el avance técnico y, en consecuencia, cualquier otro avance, surgiendo así, además, la posibilidad económica de retardar deliberadamente el progreso técnico.” Este pasaje es una descripción exacta de cómo se manejan “nuestros” grandes monopolios y oligopolios, sobre todo los trasnacionalizados: aumentos de precios sin importar los costos de producción, ganancias extraordinarias con baja o nula inversión productiva y constante fuga de ganancias. El actual contexto de aceleración inflacionaria no se puede explicar sin dar cuenta del nivel extremo de concentración económica en manos de un puñado de empresas privadas que tienen de rehenes a todo el pueblo argentino.
Precios y cartelización
La salida de la pandemia generó un alza generalizado en los precios de los commodities a nivel mundial. En los 8 primeros meses de 2021 la energía se incrementó un 82,1%; los alimentos un 29,4%; y los minerales un 35,3% -todo esto en dólares y en relación al mismo período del año anterior-. Está claro que esto es un componente de presión sobre nuestros precios internos, sin embargo, la inflación argentina está muy por arriba del promedio mundial y no hay otra explicación que el Poder que ejerce la concentración existente en los sectores estratégicos y básicos del país. Ramas con altos niveles de concentración aceleraron el traslado de los precios internacionales a los internos con total impunidad sin tener en cuenta sus costos locales. Por poner algunos ejemplos: Los precios mayoristas durante los primeros 9 meses de 2021 en rubros como aceites subieron un 111,3%; plásticos un 92,6%; cereales y oleaginosas un 90,7%; productos siderúrgicos un 70,9%; y minerales no ferrosos un 54,9%; todos muy por encima del promedio de inflación del INDEC. Lo mismo sucede con otros sectores concentrados que son la base de la mayoría de los bienes que se fabrican y consumen en el país, sean alimentos, artículos para el hogar, autos o insumos para la construcción. Al cartelizarse y tener poca o nula competencia, pueden incrementar sus márgenes de ganancia muy por encima de sus costos. Eso genera un efecto cascada inflacionario que atenta contra el consumo popular y destruye todo intento del gobierno de incrementar el poder adquisitivo de los salarios.
La complejidad del alza de precios
Desde la oposición neoliberal plantean que “la culpa de la inflación no es de los empresarios, es de la emisión monetaria”. Así lo aseguró la tránsfuga de María Eugenia Vidal, candidata por CABA, repitiendo la muletilla “libertaria” de Martín Tetaz. El candidato de “Juntos” por la provincia de Bs. As., Diego Santilli, también planteó que la moneda pierde valor “cuando se emite y empapela el país”, aunque cuando le preguntaron cómo se medía esa emisión y si tenía el dato, no supo qué responder: “¿cómo mido la emisión? En la calle” dijo.
Durante el macrismo llegamos a tener déficit cero con una inflación récord desde 1991 (tanto en 2018 como en 2019). En aquella ocasión, la variable principal fueron las fuertes devaluaciones de la moneda generadas por la fuga de capitales (y cuyos protagonistas fueron además las grandes empresas monopólicas). Si bien es cierto que durante el año pasado la emisión creció, durante este año viene bajando en términos reales, por lo tanto, el actual nivel de aumento de precios no puede explicarse a partir de esta variable. Como tampoco se entienden por devaluación, ya que el tipo de cambio oficial se encuentra estable desde hace dos años, moviéndose muy levemente; mientras que el ilegal se encuentra controlado y todavía por debajo del pico al que llegó hace más de un año y medio (además de ser este un mercado muy pequeño). Estas dos variables macroeconómicas están siendo administradas de forma “prolija”, de hecho, en los últimos meses el nivel de inflación venía bajando mes a mes. Lo que presiona el alza inflacionaria y que los “economistas” -mercenarios del Poder real- quieren ocultar, es la puja distributiva entre la clase trabajadora y los sectores monopólicos de la burguesía, en particular la transnacional.
Lucha política
La política del gobierno es intentar ponerles un tope a estas ganancias extraordinarias monopólicas (que se dan vía precios) y que estos no superen las negociaciones salariales. La historia del control de precios de manera administrativa puede ser efectiva hasta cierto punto, pero no al largo plazo, sobre todo cuando las cámaras empresariales ya intentan boicotear las medidas desde el inicio. Así lo hizo la cámara que agrupa a los fabricantes de alimentos (Copal), que emitió un comunicado rechazando el congelamiento. Lo mismo hizo La Asociación Empresaria Argentina (AEA), controlada por Techint y Clarin, que difundió su propio comunicado diciendo que “era una medida negativa que desalienta la inversión”. El carácter reaccionario y anti económico de estos monopolios y oligopolios es claro. Incluso el presidente de la Cámara de Comercio, Mario Grinman, amenazó con generar desabastecimiento si el Estado buscaba administrar ciertos precios. Para derrotar a este intento reaccionario de no avanzar en un rumbo anti neoliberal, pensamos que el simple control administrativo de precios no alcanza. Se hace necesario avanzar en romper la cartelización que se desarrolla en la actualidad y obligar a estas empresas a competir y desdoblar precios internos (con costos nacionales) de los externos y esto se logra con una firme intervención estatal.
GANANCIAS EXTRAORDINARIAS
Un documento de CIFRA, dependiente de la CTA, muestra como monopolios básicos -formadores de precios- como Techint (acero), Aluar (aluminio), Loma Negra (cemento), Molinos Rio de la Plata (alimentos), entre otros, recompusieron sus niveles de rentabilidad de forma significativa durante el primer semestre de 2021, ganancias extraordinarias en base al control hegemónico del mercado.
- Techint, el monopolio del acero, declaró en el primer semestre del año utilidades netas por ventas del 40,1% cuando en el mismo período del año anterior había registrado pérdidas contables del -1,5%. Se trata de un nivel muy superior a los buenos registros de 2019, cuando había obtenido un 10,5% de utilidades sobre ventas.
- Aluar, cuyo insumo monopólico, el aluminio, es fundamental para la industria y la construcción, pasó de una caída del -6,7% interanual entre 2019 y 2020, a un incremento del 8,8% de utilidades sobre ventas entre el primer semestre de 2020 y el mismo lapso de 2021.
- Molinos Rio de la Plata (del grupo Pérez Companc), una empresa testigo en la formación de precios alimenticios (controla marcas como Luchetti, Matarazzo, La Salteña, Granja del Sol, Gallo, Cocinero, Cruz de Malta, Lira, Exquisita, entre otros) aumentó su rentabilidad de 2,9% el año pasado a 3,6% en igual período de 2021. Finalizado el 2020 reportó una ganancia neta de 1.746 millones de pesos, mientras que en apenas la mitad del 2021 ya ganó unos 998 millones de pesos. Este oligopolio fue uno de los primeros en rechazar los precios máximos sobre algunos de sus productos, a pesar que su empresa obtuvo ganancias como pocas en plena pandemia.
- Loma Negra, el monopolio cementero que tiene de rehén a la construcción, pasó de una caída de -6,2% en la primera mitad de 2020 (plena pandemia) a utilidades sobre ventas del 5,5% en igual período de 2021.
- Ledesma (oligopolio en azúcar, papel, bioetanol, entre otros) obtuvo utilidades neta por 5.203 millones de pesos en el ejercicio económico entre junio de 2020 y mayo de 2021. Contando solo el trimestre junio-agosto 2021 sumó otros 750 millones de pesos de utilidades.
- Arcor, otra empresa oligopólica en el sector alimentos había registrado ganancias por 1.229 millones de pesos en 2020. En el primer semestre del corriente año, en todos sus eslabones, las utilidades del grupo ascendieron a 8.807 millones de pesos.