ASUMIÓ GUSTAVO PETRO

La Colombia
 de lo posible

Una multitud de personas que esperó desde temprano en la mañana, después de hacer filas, y pasar tres controles, en una peregrinación hacia una Plaza de Bolívar abierta por primera vez al pueblo y que se vivía como una fiesta. La caminata desde la Cancillería hacia el Palacio de Nariño sin alfombra roja, con una guardia indígena, y el pueblo presente fue una muestra más de los nuevos tiempos. En ese momento inaugural cargado de simbolismo, a Petro le colocó la banda presidencial la senadora María José Pizarro, hija de Carlos Pizarro, compañero del mandatario en la guerrilla del M-19 y asesinado por el terrorismo de Estado en 1990, cuando era candidato a la Presidencia. “Petro, amigo, el pueblo está contigo”, le gritaban desde una plaza desbordante.

Luego de tomar el juramento a su compañera de fórmula, Francia Márquez, como vicepresidenta, Petro llevó a cabo su primera decisión presidencial: ordenó a la Casa Militar que le acercaran la espada del libertador Simón Bolívar, reliquia que había quedado depositada en la Casa de Nariño, sede del gobierno, por decisión expresa de Iván Duque, quien rehusó autorizar su salida.

“Estamos acá contra todo pronóstico, contra una historia que decía que nunca íbamos a gobernar, contra los de siempre, contra los que no querían soltar el poder. Pero lo logramos. Hicimos posible lo imposible. Con trabajo, recorriendo y escuchando, con ideas, con amor, con esfuerzo. Desde hoy empezamos a trabajar para que más imposibles sean posibles en Colombia. Si pudimos, podremos. Que la paz sea posible”, dijo el mandatario en un pasaje inicial de su alocución, dando el pulso al momento que se vivió en esa plaza. 

Entre sus primeras definiciones subrayó su voluntad de cumplir el Acuerdo de Paz de La Habana y abrir el diálogo con los grupos armados para terminar con seis décadas de conflicto violento. Y enfatizó que para que la paz sea posible se debe cambiar la política sobre los estupefacientes. “La guerra contra las drogas ha fracasado”, sostuvo.

El flamante presidente colombiano se comprometió a combatir la desigualdad y el hambre. “ El 10% de la población colombiana tiene el 70% de la riqueza. Es un despropósito y una amoralidad. No naturalicemos la desigualdad y la pobreza. La igualdad es posible si somos capaces de crear riqueza para todos y todas, y si somos capaces de distribuirla más justamente.” Enseguida habló de una reforma tributaria, una reforma de la salud y de las pensiones, una reforma del contrato laboral, una reforma de la educación. “Los impuestos no serán confiscatorios, simplemente serán justos, en un país que debe reconocer como aberración la enorme desigualdad social en la que vivimos… Si somos capaces de llevar una parte de la riqueza que se crea, a los niños y niñas desnutridas a través de algo tan simple como pagar los impuestos de ley, seremos más justos y estaremos más en paz”.

El nuevo gobierno se encuentra con un déficit fiscal que supera el 7% del PIB, para llevar adelante las ambiciosas políticas de reforma que desarmen el neoliberalismo imperante en Colombia. Terminar con el hambre y construir una sociedad más igualitaria, demandan planificación, audacia política y recursos para las medidas redistributivas. Petro propone como primeras medidas una ley contra el hambre y una renta básica, que figuran en el programa del Pacto Histórico. La reforma tributaria puede tener un valor estimado de 12 mil millones de dólares, equivalente a 4 o 5 puntos del PIB y redefinirá la estructura tributaria que hasta ahora ha favorecido al gran capital. 

En otro pasaje de su discurso, ante la presencia de una decena de jefes de Estado, exhortó a la unidad de América latina: “Entendamos de una vez y para siempre que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa. Y que juntos somos más fuertes. Hagamos realidad esa unidad con la que soñaron nuestros héroes, como Bolívar, San Martín, Artigas, Sucre y O’Higgins…. Es hora de trabajar juntos”. Durante décadas Colombia estuvo gobernada por una derecha que mantuvo una política exterior fuertemente alineada con Estados Unidos. Este nuevo contexto que se abre, puede revitalizar el camino de integración latinoamericana y del restablecimiento de relaciones con Venezuela.

En un país de 50 millones de habitantes, castigado por la inflación, el desempleo y la pobreza, el gobierno electo propone una batería de reformas para reducir la brecha entre ricos y pobres, en uno de los países más desiguales de la región. A la nueva oleada progresista de la región hoy se suma Colombia. Una nueva era se abre para América Latina.