ESTADOS UNIDOS
El país de la libertad
El desafío es cómo analizar desde una perspectiva antiimperialista y revolucionaria el accionar de estos individuos, macerados en ese caldo hostil en el que se cocina la sociedad norteamericana.
ORLANDO. La sociedad estadounidense se conmociona ante las masacres en territorio propio y no duda en justificarlas en nombre de la libertad en territorio “enemigo”.
Odio racial? ¿Odio religioso? Cada vez que en los Estados Unidos se desata una tragedia como la ocurrida en Orlando, Florida, surgen las dudas y las preguntas, pero también las certezas.
¿La sociedad norteamericana es una sociedad enferma de odio? ¿Es el chauvinismo patriotero de sus administraciones políticas, vinculadas como la uña al dedo al Complejo Militar Industrial, el que exacerba esos sentimientos? ¿Es las dos cosas?
Cada vez que es necesario abordar estos temas, el desafío es cómo analizar desde una perspectiva antiimperialista y revolucionaria el accionar de estos individuos, macerados en ese caldo hostil que ha convertido a cada ciudadano (la potestad otorgada por la Segunda Enmienda de su Constitución para comprar un arma sin restricciones) en Rambo o cualquier otro de los personajes que nos invaden desde la TV y el cine.
¿Lobos solitarios? ¿Células dormidas? ¿Yihadistas? No, simplemente mercenarios entrenados y financiados por los EE.UU. para su guerra en cualquier oscuro rincón del mundo en la búsqueda de acabar con gobiernos e ideologías que contradicen el “american way of life” y que usan ese conocimiento para ganar poder en Medio Oriente.
¿Era Omar Marteen un soldado del Islam dispuesto a terminar con los “infieles” quienes además eran, según palabras de su padre (o de un conocido pastor electrónico) “sodomitas”? Posiblemente. ¿Un hombre escandalizado por la libertad sexual de que gozan gays, lesbianas, trans? Probablemente. Lo que sí es seguro es que es el resultado de la prédica constante de la Sociedad del Rifle y de los conservadores que han obturado permanentemente la posibilidad de que se regule la venta de armas en territorio norteamericano, facilitando las masacres con que enlutan al mundo de cuando en vez y cada vez más frecuentemente.
Una sociedad que asiste asombrada a estas masacres cuando ocurren en territorio propio y que no duda en justificarlas cuando se hacen en nombre de la “libertad” y se producen en territorio “enemigo”.
Aun cuando es cada día mayor la oposición a la venta indiscriminada de armas, es un lento camino a recorrer frente a la amplificación mediática de la remanida “Seguridad Nacional” que ha inspirado e inspira cada intervención yanqui en conflictos armados desde el 11S hasta la actualidad.
50 muertos, más de medio centenar de heridos, la mayor parte latinos (puertorriqueños aunque esto sea un dato colateral), el levantamiento de la prohibición de donar sangre a miembros de la comunidad LGBT para hacer frente a las innumerables transfusiones necesarias para salvar vidas, nos hablan de la exclusión y la marginación de amplias capas de la población estadounidense en una sociedad que se vende como “perfecta” a la Humanidad, la sociedad de los “campeones de los Derechos Humanos”.
AQUELLAS AGUAS, TRAJERON ESTOS LODOS. La tragedia de las Torres Gemelas, inicio de la ofensiva yanqui en Medio Oriente, la necesidad de terminar con gobiernos de corte progresista enfrentados a Israel y Arabia Saudita, y la desesperada búsqueda de controlar petróleo y recursos naturales de una economía golpeada por el desastre del Lehman Brothers y la explosión de la burbuja financiera, conducen a este presente.
Entrenar a los talibanes para expulsar a los soviéticos de Afganistán, proveyéndolos de armas; la aparición de Bin Laden (socio de Bush en el pasado) al frente de Al Qaeda y su posterior asesinato; el entrenamiento de tropas para derrocar a Khadafi en Libia y a Al Assad en Siria, dieron origen al EI y su enloquecido Califato, ellos son el enemigo que han creado y hoy pretenden aniquilar.
Queda mucho por trabajar para lograr la fraternidad de todos los habitantes del mundo. El problema de fondo es el imperialismo y sus políticas neoliberales.