CUANDO LA TIMBA MANDA

Dólar, deuda y fuga

Parangonando la inestabilidad climática que nos azota en esta época, las erráticas políticas económicas de la administración Macri – Dujovne – Sturzenegger, reemplazaron la sequía de inversiones por una lluvia de dólares fugados.

Son varias las canillas que se abrieron para garantizarle al capital concentrado (en particular a los golondrina) el “derrame” neoliberal que nunca alcanza a las capas desprotegidas de la sociedad sino que, por el contrario, agravan vía devaluación cambiaria sus ya magros ingresos laborales.

Las políticas de creciente desindustrialización provocada por las importaciones indiscriminadas, la autorización a los sectores del agro para ingresar a piacere las divisas producidas por sus exportaciones (hasta 5 mil días para liquidar), la venta indiscriminada de hasta cinco millones de dólares mensuales para atesoramiento, la invitación a capitales nacionales y no nacionales a la rueda timbera de las Lebacs y la consecuente alza de las tasas de interés para evitar la debacle de una salida abrupta hacia el dólar, genera que el carnaval desaforado de toma de deuda se convierta en un pasamanos entre acreedores y fugadores.

Provocada la dolarización de hecho de la economía, todos los precios de referencia se disparan en una trampa de doble entrada para el endeudamiento externo y el empobrecimiento interno.

De los miles de millones de dólares que ingresaron a las arcas nacionales desde el exterior, solo una ínfima parte correspondió a inversión directa productiva y la mayor parte se perdió para hacer frente a intereses usurarios y evitar el descalce de posiciones en Lebacs.

El reciente aumento de la tasa a más del 30% fue otra cortina de humo, que lejos de buscar parar el drenaje vía fuga o toma de ganancias, intentó ocultar que durante tres días se había subsidiado a los “ciclistas” económicos con un dólar barato como una forma de profundizar la redistribución inversa de los ingresos en que está empeñada la actual administración.

La creciente carrera del endeudamiento nacional se ha visto favorecida por la bajísima tasa de relación entre Deuda y PIB recibido del gobierno de Néstor y Cristina, aunque objetivamente es un camino que va llegando a su meta final dado que los mercados ya empiezan a alertar sobre la fragilidad de los indicadores económicos de la Argentina, panorama casi calcado del que atravesamos en los ‘90 y que desembocaron en el trágico diciembre de 2001.

Más de 4300 millones de dólares rifados en una semana para contener la corrida (con una tasa que aumentó en casi cinco puntos), junto a la entrega desde comienzos de marzo de 6700 millones equivalentes al 75% de los dólares que fueron colocados por Caputo en bonos a 5, 10 y 30 años, son parte del tobogán de esta crisis autoinflingida que se transforma en la antesala del infierno. Juega en esto la decisión de los agroexportadores de retener sus cosechas, que aguardan una mayor devaluación del peso para vender, y la suba de la tasa de interés en los bonos de la Reserva Federal estadounidense que incita a descalzar inversiones volátiles para buscar puertos seguros en lo que da en llamarse “Flight to quality o Vuelo hacia la calidad”, y que empujan devaluaciones a lo largo del planeta.

El gobierno no ha hecho más que favorecer la rentabilidad de los especuladores internacionales, vendiendo dólares baratos y casi inmediatamente devaluando.

Macri y sus cómplices entraron en un callejón sin salida al malgastar las herramientas de que disponían para frenar un ataque especulativo a la moneda. Las ventajas otorgadas al desregular las finanzas y eliminar impuestos y retenciones, a la vez que se ajusta a las capas medias y bajas de la población, son una combinación letal de recesión, retracción del consumo interno, tarifas impagables y dolarizadas, desempleo, y altas tasas para contener la divisa, donde las PyMEs agonizan y los grandes especuladores se sientan sobre sus posiciones a hacer la plancha mientras la guita fluye.