CUMBRE KIM-TRUMP
Corea popular gana la pulseada
La Republica Popular Democrática de Corea (RPDC) obtuvo una gran victoria diplomática en su primera cumbre con Estados Unidos, realizada en la República de Singapur. Los acuerdos firmados buscarán terminar con los ejercicios militares de Estados Unidos contra la RPDC, conjuntamente con la progresiva desnuclearización de la península.
El lunes 11 a las nueve de la noche (hora de argentina), se realizó la esperada cumbre de Singapur entre los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump, y de la Republica Popular Democrática de Corea, Kim Jong-Un. Es la primera cumbre de este tipo tras casi 70 años de enemistad y negociaciones fallidas. Luego de una reunión de varias horas, ambos presidentes firmaron un acuerdo histórico de cuatro puntos: establecer nuevas relaciones entre ambas naciones, buscar la paz en la península coreana, reafirmar la Declaración de Panmunjeom del 27 de abril de 2018 entre las dos coreas (que busca la desnuclearización de la península) y repatriar los restos de soldados estadounidenses caídos durante la Guerra de Corea (1950-53).
Además del documento firmado, Kim Jong-Un consiguió que Trump acepte una de las demandas históricas de la RPDC: el fin de los ejercicios militares de EE.UU. en la península y garantías de seguridad efectivas. La audaz gestión geopolítica de Kim de buscar un acercamiento con el Sur durante los Juegos Olímpicos de Invierno de 2018 (luego de la caída del gobierno ultra derechista de Park Geun-hye), sumado a la táctica de disuasión nuclear, obligó a los Estados Unidos a sentarse a dialogar. Las amenazas de Trump de llevar a Corea “fuego y furia” quedaron (por lo pronto) en la nada y el presidente estadounidense no tuvo otra opción que aceptar reunirse con Kim en igualdad de condiciones.
El diálogo siempre fue política de estado en Corea socialista. Desde el final de la Guerra coreana, la RPDC insistió siempre en la firma de un tratado de paz oficial con Estados Unidos y Corea del Sur, además de exigir garantías de seguridad para su soberanía nacional, amenazada constantemente. Hasta ahora, Estados Unidos nunca estuvo dispuesto a hacer una mínima concesión para garantizar el respeto a la soberanía de la RPDC y permitir la normalización de las relaciones con sus hermanos del sur. La situación comenzó a cambiar a partir del año 2006, cuando la RPDC desarrolló su programa de armas nucleares como elemento disuasorio contra la agresión estadounidense. Una República Popular con capacidad nuclear intercontinental fue la respuesta a décadas de intransigencia y hostilidad imperialista. El proyecto de nuclearización de Corea tenía el objetivo de forzar a EE.UU. y a Corea del Sur a negociar, algo que el imperialismo resistió durante mucho tiempo. La estrategia de Kim funcionó de maravilla y la principal demanda de la RPDC fue aceptada: terminar con los ejercicios militares conjuntos entre Estados Unidos y Corea del Sur. Por eso es que la cumbre de Singapur y los acuerdos alcanzados entre ambos países son una clara victoria diplomática para la RPDC.
La propaganda de las grandes corporaciones mediáticas, que buscaron demonizar a Corea del Norte y mostrar a su presidente como un loco, terminó por derrumbarse. La cumbre puso blanco sobre negro y la estatura política de Kim Jong-Un se vio reforzada. El mismo Trump tildó al líder norcoreano como un hombre “con mucho talento que ama mucho a su país”.
Otro ganador de esta cumbre fue la Republica Popular China, el principal auspiciante del diálogo. China había buscado durante mucho tiempo un proceso de paz que implicara la suspensión de los ejercicios militares y el retiro de las tropas imperialistas de la región Asia-Pacifico. Las reuniones previas a la cumbre, entre Kim Jong-Un y el presidente chino Xi Jinping, solidificaron aún más la alianza chino-coreana. Sin embargo, este proceso acaba de comenzar y está por verse si Estados Unidos cumplirá con sus compromisos o si los sectores guerreristas del complejo militar industrial yanqui intentarán sabotearlo.