La Revolución Bolivariana consiguió desbaratar un nuevo intento de intervención militar norteamericana disfrazado de “ayuda humanitaria”. El imperialismo quedó en evidencia y empantanado en su propio juego, lo que vuelve más peligroso.
Luego del bochornoso e ilegal reconocimiento del autoproclamado “presidente encargado” de Venezuela por parte de la administración Trump, desde los medios masivos de comunicación se comenzó a fabricar la falsa imagen de que Venezuela se encontraba en una suerte de “crisis humanitaria”. Al instante, otros países imperialistas y sus satélites se sumaron a la pantomima y amenazaron al unísono a Nicolás Maduro para que renuncie. Estados Unidos incluso amenazó con una intervención militar “humanitaria”. Rápidamente Venezuela anunció en la ONU la creación de un grupo de unos 50 países, encabezados por la Federación Rusa y la República Popular China, para defender la Carta de las Naciones Unidas ante la posibilidad de una agresión militar.
A pesar de este movimiento diplomático, Estados Unidos decidió continuar con su aventura belicista. Así nace el llamado “Venezuela Live Aid”, un concierto patrocinado por Richard Branson, un empresario multimillonario británico, y otros tantos cantantes comerciales de poca monta. El objetivo del recital era atraer a cientos de miles de venezolanos a la frontera colombo-venezolana para, al día siguiente, ingresar la “ayuda humanitaria” de manera ilegal a territorio bolivariano. El imperialismo buscaba generar caos y muertes sobre el puente Internacional Simón Bolívar como preludio de invasión. La respuesta del chavismo no se hizo esperar y, durante los 5 días previos al recital, se movilizó masivamente por toda Venezuela demostrando una asombrosa capacidad de organizativa y disposición al combate.
“La ayuda humanitaria es una trampa. Están enmascarando todo para meter a los militares gringos y robarnos las riquezas por otros cien años. Claro que tenemos problemas, estamos en guerra económica, pero hay un estado protector que cuida al pueblo. Queda mucho por construir y no lo va a hacer Trump o la derecha fascista”, expresó el presidente Maduro ante una masiva marea roja reunida en torno al Palacio de Miraflores.
Finalmente, el sábado 23 de febrero, una vez finalizados los recitales, Venezuela cierra la frontera mientras unas decenas de guarimberos (no los miles que esperaban los yanquis) comienzan a provocar a la Guardia Nacional Bolivariana que se encontraba resguardando el puente fronterizo. Ante la desesperación de no poder cruzar y al darse cuenta del poco apoyo popular recibido, los mercenarios pasaron al plan B: incendiar un camión de “ayuda humanitaria” y echarle la culpa al gobierno. Una jugada mediática que quedó en evidencia a las pocas horas ante la cantidad de material audiovisual y fotográfico que circuló por las redes y medios alternativos. Celebraron la deserción de 15 militares de unas FANB que cuenta con 280 mil miembros profesionales y 2 millones de milicianos. Un fracaso rotundo.
“Le puedo decir al pueblo de Venezuela que cuenten con Nicolás Maduro que será leal hoy y siempre. Nosotros estamos defendiendo el lado correcto de la historia”, concluyó el Presidente al finalizar la jornada.