El imperialismo norteamericano buscará por todos los medios evitar que se consolide un gobierno de carácter antineoliberal en nuestro país. A excepción de Venezuela, sería la única nación del cono sur que no les rinde pleitesía. Destinaron una montaña de miles de millones de dólares para asegurar la reelección de Macri, pero el daño ya era irreversible. Tuvieron que confrontar además con Cristina, cuyo liderazgo fue capaz de amalgamar posiciones heterogéneas y ofrecer una salida política para las mayorías. Les quedó la sangre en el ojo, como suele decirse.
Transcurrido un periodo muy breve de gobierno, la principal evidencia de la ruptura del alineamiento respecto a los yanquis vino con la pandemia. Basta con observar el mapa regional, la dramática situación de Brasil, Chile, Bolivia, Ecuador, Perú y Colombia (por citar algunos casos) para constatar que en la Argentina se preservó la vida de las personas. No sólo eso, sino que se buscó mitigar el fuerte impacto económico y social causado por el COVID aquí y en todo mundo.
Desde el inicio mismo de la cuarentena, los factores de poder en nuestro país apostaron a un desmadre de la situación, en particular en la provincia de Buenos Aires. Eso no ocurrió, lo que no omite las enormes dificultades que atravesamos. Sin embargo, durante las últimas semanas fue configurándose un escenario de desestabilización del gobierno nacional. Ya no se trata de acciones aisladas, sino de una secuencia cotidiana. El objetivo es el de condicionar al presidente, forzarlo a que reinstaure el ciclo neoliberal en la Argentina. Para ello, debería romper con Cristina. Clarín e Infobae se lo exigieron días atrás sin eufemismos: “tenés que sacártela de encima”.
Mientras tanto, comenzaron a alertar sobre la “inminente detención de periodistas”, se preguntan si Alberto “termina su mandato”, denuncian a “grupos K que queman campos y rompen silobolsas”, teorizan sobre la infectadura y, ya derrapando, buscaron instalar la percepción de “un crimen político vinculado al kirchnerismo”. Esto último generó una discusión entre “halcones y palomas” dentro de Cambiemos. El matiz no es por el fondo, sino por las formas para alcanzar el mismo objetivo.
¿Qué buscan en las actuales circunstancias? Que los recursos vayan al pago de la deuda y no a asistir a quienes se siguen cayendo del mapa; que no haya firmeza soberana con el FMI sino acatar el programa de reformas estructurales que no llegó a concretar Macri; que no se hable de un impuesto a las grandes fortunas y menos de redistribuir la riqueza sino de una reforma tributaria regresiva; que el Estado se corra de los resortes estratégicos (Vicentín por ejemplo) y no se mencione la renta extraordinaria de la tierra; que no se discuta una reforma judicial que rompa con una Justicia a la medida de los monopolios. En definitiva, reaccionan en defensa de sus intereses de clase.
La penetración ideológica del enemigo busca que salten también en su resguardo incluso aquellos y aquellas afectados por esos mismos intereses. Para eso moldean el sentido común. Esta es una disputa cuerpo a cuerpo, donde el único camino es el de seguir generando conciencia y organizando esa conciencia. En esta contienda, crearemos las condiciones necesarias para que el gobierno pueda profundizar sus políticas. En un ida y vuelta, la audacia y la decisión de quienes están al frente resulta un requisito fundamental. En esto, Néstor y Cristina hicieron escuela.
Es el tiempo de la firmeza, de cerrar filas junto al gobierno nacional, de defender las posiciones de quienes lideran esta batalla y de preservar, sin condicionamientos, la unidad del Frente de Todos. Es ahí donde el enemigo concentra sus principales ataques.