COLOMBIA
Un desafío histórico
El Pacto Histórico ganó con el 50.4% y Gustavo Petro se convirtió en el mandatario más votado de la historia del país. Su contrincante Rodolfo Hernández, por su parte, obtuvo el 47.2% de votos. La noticia se confirmó una hora y media después de cerrar las urnas en una jornada cargada expectativas, con una participación alta para Colombia: 57.88% del padrón electoral, tres puntos más que en la primera vuelta.
El triunfo de Petro constituye una victoria de la voluntad de cambio del golpeado pueblo colombiano, se trata además de una victoria con proyecciones continentales. Colombia es el acicate del imperialismo en la región, con sus siete bases, la intervención de múltiples agencias de seguridad y defensa y de las empresas ligadas al complejo militar yanki. Tres días antes de la primera vuelta electoral, el dirigente demócrata ultraderechista Bob Menéndez presentó en Washington un proyecto que buscaba regular la actual designación de Colombia como “aliado extra-OTAN”. El proyecto establece la lucha en común contra la corrupción, expandir el compromiso en cuestiones como el crecimiento económico y la gobernanza democrática y establecer criterios comunes en materia de seguridad internacional.
Por otro lado, su llegada a la presidencia ha generado especulación sobre la relación que tendrá con la Fuerza Pública (Ejército, Policía Nacional, Armada y Fuerza Aérea). El 7 de agosto, los militares tendrán que jurar lealtad a un exmiembro de las guerrillas de izquierda que han prometido poner fin a los falsos positivos y que pretende reestructurar el aparato represivo que viene actuando sin freno desde hace seis décadas. Se suma la oposición que le presentará la oligarquía, a la que logró derrotar, que puso todo lo que tenía para mantenerse en el gobierno: dinero, carteles de la droga, instituciones del Estado, todas las fuerzas políticas conservadoras, las fakenews y los medios de comunicación nacionales y extranjeros y el asesinato sistemático de la población civil.
Petro y el Pacto Histórico tienen un plan de gobierno coherente con las expectativas que depositaron sus votantes y la difícil realidad colombiana. Se han propuesto cambiar el modelo económico del país, mermar la extracción de recursos naturales a largo plazo (aunque proyectan aprovechar la coyuntura para incrementar las exportaciones de carbón, por ejemplo), realizar una reforma agraria para terminar con los latifundios improductivos y una reforma fiscal que afectará a las cuatro mil familias más ricas de Colombia. “Vamos a desarrollar el capitalismo en Colombia. No porque lo adoremos, sino porque tenemos primero que superar la premodernidad en Colombia, el feudalismo», dijo Petro.
En su programa se encuentra impulsar la educación superior gratuita, la modificación en el sistema de pensiones, el abandono en 12 años de las energías fósiles por energías limpias, la legalización de la marihuana. También, retomar los acuerdos de paz de La Habana, marchar a un acuerdo de paz con el ELN, someter a la justicia a los clanes narcos y restablecer las relaciones diplomáticas con Venezuela.
Un cambio de verdad como el que propone el electo presidente implica hacer frente a un complicado panorama. Un país en crisis, con un 39 por ciento de pobreza, la mayor producción de cocaína del mundo y castigado por un rebrote de la violencia que siguió al acuerdo de paz firmado con las FARC. Todo esto con una bancada importante, pero no mayoritaria, enmarca el llamado de Petro a conformar un gran acuerdo nacional que ponga un freno a la violencia y permita desarrollar las tareas planteadas. Se saben herederos de las mejores luchas y representantes de los anhelos de igualdad y justicia social: “Somos una fuerza que viene de atrás, de generaciones que ya no están. Parte de una resistencia que ya tiene cinco siglos. La sumatoria de la resistencia. Congregamos el pasado de luchas contra la injusticia, rebeldías contra la desigualdad”, afirmó Petro en su discurso triunfal.