Por Rodolfo G. Módena

El pasado 9 de agosto el pueblo bielorruso se manifestó contundentemente en las urnas, con más del 80% de los votos a favor de Alexander Lukashenko, presidente legítimo de la República de Belarús.

Inmediatamente, como estaba preparado de antemano, toda la prensa burguesa e imperialista del mundo occidental se lanzó a la guerra mediática para tratar de deslegitimar las elecciones, inocular el odio fascista, promover provocaciones de todo tipo y crear un clima golpista en la Patria chica del gran Félix Dzerzhinski, como hace unos años lo hicieron en Ucrania y antes en Polonia, Yugoeslavia, Irak, Libia, Rumania y otros pueblos que perdieron de vista o confundieron al enemigo.

Es por esto que la crítica situación que hoy se vive en Bielorrusia nos retrotrae y conmina a la memoria y a la conciencia.

El 4 de setiembre de 1970, hace 50 años, triunfaba en Chile el inolvidable y amado Salvador Allende y la Unidad Popular. Fue una experiencia política extraordinaria: la revolución socialista podía abrirse paso por la vía pacífica. “Malísimo ejemplo” para los pueblos, sobre todo para los de Italia y Francia, donde los Partidos Comunistas, por ese entonces, arañaban el gobierno de sus países optando por esa vía, y una dura advertencia para nuestra América Latina. Había que voltear y abortar a la democracia misma. Y llegó, como lo advirtió Fidel, el golpe de Estado dado por Pinochet el 11 de setiembre de 1973.

A fines de 2019 tuvimos el golpe de Estado cívico-militar en Bolivia, antes la traición en Ecuador y antes en Honduras, Paraguay y Brasil, con las diversas formas pergeñadas por el imperialismo norteamericano, sus criminales servicios de inteligencia y sus embajadas siempre operantes en el reclutamiento de cipayos locales, oligarcas, políticos, mediáticos, judiciales, sicarios e ignorantes serviles.

Todo es de manual. Del mecanismo de los “golpes blandos” de la CIA, y de los duros también.

Salvador Allende ganó en elecciones democráticas y fue derrocado de manera salvaje. Así como lo hicieran en 1954 con Jacobo Arbenz en Guatemala o en Argentina con Perón en 1955, para nombrar solo un par de ejemplos emblemáticos, entre tantos otros trofeos de la “democracia” yanqui. Eran los tiempos de los “golpes duros” y del genocidio en Indochina, tras el cual fueron derrotados y traumados.

Entonces vendría la estrategia de los “golpes blandos”. Aunque nunca se sabe bien cuan blandos o cuan duros pueden llegar a ser, ya que el objetivo no se ata a esquemas y tiene las mil y unas tácticas flexibles.

Y vinieron las “revoluciones de colores” en el Este europeo, la contrarrevolución en Polonia, la criminal destrucción fratricida de Yugoeslavia, el asesinato (fusilamiento sumarísimo) de Nicolae Ceausescu en Rumania, la desintegración de la URSS, etc. Todo festejado en nombre de la “democracia”.

Y la “primavera árabe”, la invasión a Irak y el asesinato “legal” de Sadam Hussein, la sangría de Libia y el linchamiento atroz de Muamar Kadafi, obsena y morbosamente celebrados por los grandes medios de comunicación del “mundo libre” y su “democracia” de cartón pintado con sangre.

En nuestra América Latina, para solo recordar los sucesos de este tipo más recientes, están frescos los derrocamientos de Manuel Zelaya en Honduras, Fernando Lugo en Paraguay, Dilma Rousseff en Brasil y Evo Morales Ayma en Bolivia, todos presidentes electos por mayoría del voto popular, como lo fuera Salvador Allende hace 50 años en Chile. Ese “sacrosanto” sufragio universal del que la burguesía hace gárgaras cuando le sirve para engañar a los pueblos y garantizar sus privilegios de clase, pero que desprecia y pisotea cuando los pueblos deciden decir basta en las urnas.

En nuestra Argentina, entretanto, están activos los mismos perversos planes imperialistas y oligárquicos.

Las recientes declaraciones de un ex presidente preso de un “brote psicótico”, así como las expresiones “libres” del delirio y el odio fascista del 17A y el aguado 26A, por más ridículas y absurdas que nos parezcan, no deben ser subestimadas en lo más mínimo. Son expresiones que alientan la desestabilización de nuestro gobierno nacional, democrático y popular. Son manifestaciones que, entre todas sus comedias dislocadas, encierran la tragedia e incuban el huevo de la serpiente nazi-fascista. Son lecciones de la historia, por más que se intente reducirlas, olvidarlas o negarlas. Vivimos sistemáticos bombardeados de mentiras desde las terminales mediáticas del imperio.

Respondamos con nuestras verdades siempre, como lo hacía Fidel, como lo hizo el pueblo bielorruso frente a la ocupación nazi, al costo trágico y heroico de una cuarta parte de su gente, parte de los 27 millones de muertos soviéticos en la tremenda guerra mundial de liberación antifascista.

Respondamos con la fuerza de nuestras ideas. Pronto recuperaremos las calles y las plazas de la Patria y del mundo.