Por Rodolfo G. Módena

Para los desmemoriados -aunque también para los memoriosos- nunca está de más repasar un poco nuestra Historia.

La cosa viene de lejos. Casi desde que Cornelio Saavedra logró desplazar a la Primera Junta revolucionaria de Mayo por la conservadora Junta Grande y enviar a Mariano Moreno a su exilio “diplomático” y la muerte.

Sobrevendrían décadas tormentosas, debatiéndose la Patria entre los inconmensurables esfuerzos heroicos de la Guerra de la Independencia contra el colonialismo español y los anhelos de la Patria Grande, con los intereses egoístas y mezquinos de las oligarquías vernáculas asociadas al imperialismo británico. Falsas antinomias, guerras civiles, división mal parida entre “unitarios” y “federales”. Hasta que se impuso el poder oligárquico, con Mitre con máximo exponente, después consolidado por Roca, sus salvajes “Campañas del desierto” y el genocidio de nuestros pueblos originarios.

Desde entonces, la lucha ha seguido siendo siempre la misma. Con variables circunstanciales, el poder oligárquico, con sus espadas militares y mediático-judiciales, han dominado el escenario nacional, abortando todo intento de reivindicación nacional y popular.

Menguado el imperialismo británico, le llegó el turno hegemónico al imperialismo norteamericano. Todo el siglo XX es testigo de las atrocidades cometidas contra nuestros pueblos desde aquel mismo poder oligárquico, prontamente aliado al imperialismo yanqui que desplazaba al británico tras la Primera Guerra Mundial.

La saga atroz de golpes de Estado cívico-militares y los genocidios perpetrados en nuestro continente nos eximen de mayores comentarios.

Embajadas, Departamento de Estado, Comando Sur, Escuela de las Américas, Central de Inteligencia Americana (CIA), etc., han sido protagonistas del gran drama latinoamericano y lo siguen siendo.

Pero sofisticaron sus métodos y, desde los años ochenta, comenzaron a pergeñar la estrategia de los “golpes blandos”, “lawfare” y “fake news” mediante, contra los gobiernos democráticos y populares emergentes en nuestra América Latina.

Guerra judicial y mediática, noticias falsas, testigos comprados y fallos aberrantes. Persecución política y escarmiento a quienes osaron desafiar al poder real con espíritu patriótico.

Como dijo Cistina Fernández de Kirchner en su certera carta del reciente 10 de diciembre, “es el Poder Judicial. Representado por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, la actuación de ese poder no hizo más que confirmar que fue desde allí, desde donde se encabezó y dirigió el proceso de Lawfare. Esa articulación mediática-judicial para perseguir y encarcelar opositores, se desplegó en nuestro país con toda su intensidad desde la llegada de Mauricio Macri a la Presidencia de la Nación y, lo que es peor: aún continúa (…) a nadie debería extrañarle entonces, no sólo que el Lawfare siga en su apogeo, sino que además, se proteja y garantice la impunidad a los funcionarios macristas que durante su gobierno no dejaron delito por cometer, saqueando y endeudando al país y persiguiendo, espiando y encarcelando a opositores políticos a su gobierno. Tampoco deberíamos extrañarnos si esta Corte, que consintió alegremente el mayor endeudamiento del que se tenga memoria a escala planetaria con el FMI, empieza a dictar fallos de neto corte económico para condicionar o extorsionar a este gobierno. O lo que es peor aún: para hacerlo fracasar”.

Es por ello que la lucha contra el lawfare y por la libertad de lxs presxs políticxs adquiere una dimensión que va mucho más allá de sí misma. Porque es tan cierto que con presxs políticxs no hay democracia, como que tampoco la hay con hambre y miseria en buena parte de nuestro pueblo. Y porque con lawfare, privilegios monopólicos y oligopólicos, feudalismo judicial, concentración mediática privada y dependencia del imperialismo, tampoco hay democracia.

El lawfare es en la actualidad el principal instrumento del imperialismo para perseguir dirigentes populares, voltear gobiernos y amenazar al presente y futuro de la democracia.

En toda nuestra América Latina se repite el mismo mecanismo perverso. Aquí o allá, contra Dilma y Lula en Brasil, contra Lugo en Paraguay, Correa y Glas en Ecuador, Celaya en Honduras, Evo en Bolivia y tantos más con la misma farsa.

Ya es hora de decir basta a semejante oprobio. Por Cristina como blanco principal del enemigo; por Amado Boudou, Milagro Sala, Luis D’Elía, Julio De Vido y demás compañerxs presxs del neoliberalismo; por la democracia, la justicia social, la liberación nacional y la integración de la Patria Grande, hay que librar la batalla y avanzar hacia una profunda y verdaderamente democrática reforma judicial de carácter constitucional, para terminar con el resabio feudal y colonial de un Poder Judicial siempre al servicio de los poderosos de siempre.