LAS DOS MAYORES EPOPEYAS DEL SIGLO XX

Construir la victoria

Hace 80 años, el 30 de abril de 1945, el Ejército Rojo tomaba el Reichstag, símbolo del gobierno de la Alemania Nazi.

Hace 50 años, el 30 de abril de 1975, despegaba desde la terraza de la embajada de EE.UU. en Saigón el último helicóptero llevando en fuga al resto del personal, junto con soldados que los cuidaban y colaboracionistas survietnamitas que corrían por su vida.

Esos momentos han quedado registrados en imágenes icónicas tomadas por corresponsales de guerra: la famosísima imágen del soldado soviético flameando el estandarte de la URSS sobre la cúpula del Reichstag, la no menos famosa del helicóptero levantando vuelo dejando atrás un racimo de gente desesperada por colgarse del mismo.

Gloria eterna a los vencedores del imperialismo alemán y del imperialismo norteamericano.

En el caso soviético, sabemos que Stalin, en nombre del PCUS y la dirección del Estado, fijó como objetivo la caída de Berlín el 1º de Mayo, como homenaje al Día Internacional de los Trabajadores. En el caso del Vietcong no nos consta.

¿Cuáles fueron las circunstancias que hicieron posibles esas dos victorias históricas que muy poco tiempo antes parecían irrealizables?

Tres años antes los nazis, con la mayor maquinaria de guerra de la historia hasta ese momento, estaban a las puertas de Moscú y ya se consideraban con derecho a saborear la victoria, por la que también apostaban, hay que decirlo, las potencias “aliadas” Inglaterra y EE.UU.

En el caso de Vietnam, la abrumadora superioridad técnica, económica y militar del Complejo Militar Industrial norteamericano, que descargó sobre el reducido territorio vietnamita más bombas que las que se utilizaron durante toda la Segunda Guerra Mundial, tampoco permitía a los yanquis y sus aliados imaginar la enorme y resonante derrota que sobrevendría.

Los sacrificios llevados a cabo por el pueblo soviético son inconmensurables y han sido relatados hasta el hartazgo. 27 millones de muertos, entre ellos 9 millones de militantes comunistas, la destrucción del 40% del territorio, la pérdida de más de la mitad de su industria. Toda una industria trasladada miles de kilómetros, lejos del frente, miles y miles de hombres y mujeres ocupando los puestos en la producción para la guerra.

En el caso vietnamita, la guerra de todo el pueblo contra el enemigo imperialista, la destrucción de sus tierras cultivables, el uso intensivo de napalm, tres millones de muertos.

Sus hazañas estuvieron a la altura del desafío, han sido relatadas y son admiradas en el mundo por millones de personas, incluyendo a muchas que creen que las mismas fueron llevadas a cabo “a pesar” de las conducciones comunistas de esos pueblos.

Lo que no alcanzaron a ver las direcciones imperialistas en ambos casos, es la fuerza indestructible de los pueblos, cuando cuentan con la guía de dirigentes provenientes de su seno, formados en el amor a la patria y a su clase, capaces de entender la realidad en la que actúan, elaborar un programa de acción en condiciones de resolver los problemas de esa realidad y de organizar la fuerza política que canalice la gigantesca energía de un pueblo en marcha y le garantice a ese pueblo el cumplimiento de sus objetivos.

A raíz de otro aniversario mucho más cercano, el fallecimiento un 26 de abril de Jorge Pereyra, circuló en las redes un audio con su voz donde dice: “defendemos nuestra historia, defendemos los principios del marxismo leninismo y defendemos la línea que en el XVIº Congreso tuvo la valentía de rectificar lo que haya que rectificar y de avanzar con el enfoque de lucha por el poder en la Argentina, por la construcción del Frente de Liberación Nacional y Social. Tenemos que pensar en un frente político y social, donde tengamos unidad política, donde tengamos distintas identidades ideológicas y donde aprendamos a convivir y hacer un proceso de unidad de los revolucionarios”.

Ese camino de unidad ha sido el que recorrieron los camaradas soviéticos (con la consigna de Todo el poder a los Soviets, donde se expresaban todas esas variantes) y los vietnamitas, con su frente de liberación nacional.

Tales hazañas fueron acompañadas por un sentimiento de hermandad y solidaridad y celebradas como propias por las fuerzas democráticas, los trabajadores y el pueblo argentinos.

Pero como insistía Jorge, si los sentimientos no se convierten en certezas y convicciones, cambian al compás de los estados de ánimo. Para que esos sentimientos se tornen convicciones, es necesario estudiar y aprehender los conceptos y categorías esenciales del marxismo, para tener herramientas que nos permitan analizar y comprender los fenómenos de la realidad social. En la Argentina, los comunistas debemos profundizar nuestra comprensión de la estructura económica y social, nuestro conocimiento de los instrumentos del enemigo para perpetuar la dependencia, de los nuevos fenómenos que surgen con esta oleada de entrega al imperialismo representada por Milei y su banda, atentos a las nuevas formas de sometimiento y a las nuevas formas de lucha que encontrará la resistencia popular.

¿Cómo se ha modificado la producción al compás de la revolución científica y técnica y de los cambios en las diferentes industrias? ¿Cuál es hoy su sector fundamental para comprender los mecanismos de la explotación?

Decía Engels: “El socialismo, desde que se ha convertido en una ciencia, exige que se le trate como tal, es decir, que se le estudie”. Y nos aclara DeepSeek: “Engels subraya aquí que el socialismo, al haberse desarrollado como un análisis científico de las leyes económicas y sociales (gracias a la obra de Marx), debe ser abordado con rigor metodológico y no como una mera doctrina o ideal abstracto”.

Solo así podremos encontrar los caminos para la organización y la discusión política en el seno de la clase trabajadora, que en nuestra patria es numerosa, tiene una extensa trayectoria de lucha revolucionaria y antiimperialista y es la única en condiciones de garantizar a todo el pueblo un futuro de independencia y bienestar.