Lo principal a nuestro entender es poder dimensionar el sentido del voto expresado en las Primarias del pasado 11 de agosto, más allá del análisis específico de los resultados por lugar. Se trata de un demoledor rechazo al modelo de hambre, miseria y endeudamiento que se instaló en la Argentina a partir del 10 de diciembre de 2015. Trasciende incluso a la ponderación social de los candidatos: confrontaron dos proyectos de país y en esa contienda las grandes mayorías se manifestaron de forma inequívoca. Como sostuvimos durante estos 4 años, no había blindaje mediático ni manipulación sofisticada que pudiera ocultar la tragedia social en la que estamos inmersos. Nuestro pueblo demostró que conserva los grados de conciencia necesaria para discernir lo que está en juego: la existencia misma de nuestra Nación.
Los acontecimientos políticos tienen más causas que azares. Sería imposible concebir el escenario actual sin el rol de liderazgo ejercido por la compañera Cristina durante todo este periodo. En un primer momento como principal referencia opositora, y luego como artífice excluyente de la unidad necesaria para derrotar electoralmente al neoliberalismo. Lo hizo bajo el fuego permanente de los factores de poder, perseguida judicialmente, hostigada por los medios masivos, agredida en su círculo familiar más íntimo. El papel de Cristina resultó determinante para llegar a esta instancia, en la que podemos empezar a dar la vuelta la historia.
Lo números son abrumadores, en el orden nacional y en particular en la provincia de Buenos Aires. El compañero Alberto Fernández se impuso por más de 15 puntos, y Axel Kicillof lo hizo por más de 17, superando el 52% de los sufragios. A pesar de la colosal cobertura mediática, Vidal es Macri, y así lo expresó de forma rotunda el voto de millones de bonaerenses. Macri buscó morigerar el impacto del resultado, primero reteniendo los números del escrutinio mientras hablaba de una “mala elección”, luego provocando de forma deliberada un lunes negro para responsabilizar al kirchnerismo (y por elevación al voto mayoritario) por la reacción de los mercados financieros. El chiste le valió una devaluación del 25% en un día, traslado inmediato a precios, quiebre de la cadena pagos y freno de la venta de insumos y mercaderías frente a un dólar que no tiene precio. Dos días después leyó un pedido de disculpas y anunció un conjunto de medidas (irrisorias a esta altura) mientras la divisa continuaba escalando. El estrago social se profundiza.
Hace tiempo ya que Macri no tiene control sobre las decisiones principales. Delegó esas atribuciones en el FMI, que es el imperialismo. El gobierno actúa con desesperación y una evidente desorientación. En este contexto no habría que descartar que busquen generar un escenario de crisis política, alterar el proceso electoral e impedir (en una situación de caos) el retorno al gobierno de un proyecto nacional validado por las mayorías. Debemos por eso concentrarnos en lograr un amplio triunfo el 27 de octubre, que es cuando objetivamente se define la contienda electoral. No bajar la guardia, militar a fondo la campaña y no dar nada por resuelto. Sería un acto de enorme ingenuidad subestimar en estas circunstancias las acciones del enemigo.
En la Argentina se define también la posibilidad de que América Latina retome el curso emancipador. La virulencia de Bolsonaro ante el resultado de las PASO da cuenta de esto. Los comunistas del PCCE, integrantes del Frente de Todos y referenciados en el liderazgo de la compañera Cristina, redoblaremos nuestros esfuerzos para contribuir por izquierda a la derrota del neoliberalismo en la Argentina, que nos permita retomar el camino hacia la segunda y definitiva independencia de nuestra Patria.