El 12 de julio de 1989, a la edad de 71 años, falleció en La Habana el cantautor revolucionario cubano Carlos Puebla. Van a cumplirse treinta años del deceso, nada menos que del autor de “Hasta siempre Comandante”, compuesta en el insomnio de la noche del 3 de octubre de 1965, luego de escuchar a Fidel Castro leer la Carta de Despedida de Ernesto Che Guevara y anunciar el nuevo Comité Central y el cambio de denominación del Partido Unido de la Revolución Socialista (PURS) por el de Partido Comunista de Cuba (PCC).

El autor del más famoso Himno al Guerrillero Heroico había nacido en Manzanillo, Provincia de Oriente, el 11 de setiembre de 1917, en el seno de una familia humilde, lo que lo llevó a trabajar desde niño en diversos oficios: zapatero, mecánico, obrero azucarero y carpintero.

Se fue formando de manera autodidacta y el amor por la música lo desveló desde su infancia. Amante de la guitarra, fue guitarrista, cantante y compositor. Desde los años 30 del siglo XX fue cultor de la música tradicional cubana y alcanzaría gran popularidad tocando y cantando sus canciones de amor (sones, boleros y guarachas) con distintos conjuntos que formó, en numerosos clubes nocturnos y en los más variados escenarios de toda Cuba, Latinoamérica y el mundo.

En los años previos a la Revolución Cubana, iría incursionando en la temática social y de protesta en sus composiciones y, con la Revolución victoriosa en 1959, se convertiría en un verdadero cronista y trovador de la misma, a la que adhirió fervorosamente. Inolvidables canciones como “Canto a Camilo”, “Gracias Fidel”, “De Cuba Traigo un cantar”, “Elegía por Salvador Allende”, “La reforma Agraria”, “La OEA es cosa de risa”, “Son de la alfabetización”, “Duro con él”, “Y en eso llegó Fidel”, además de “Hasta siempre Comandante”, formaron parte de su repertorio de más de mil temas compuestos a lo largo de su prolífica vida de juglar cubano.

“De Cuba traigo un cantar / hecho de palma y de sol / cantar de la vida nueva / y del trabajo creador / para el ensueño mejor / cantar para la esperanza / para la luz y el amor…”, lo hacía embajador cultural de la Revolución.

Así también, su don gracioso y su firmeza revolucionaria vuelan en estrofas como “Aquí pensaban seguir, / tragando y tragando tierra / Sin sospechar que en la sierra, / Se alumbraba el porvenir. / Y seguir de modo cruel / La costumbre del delito / Hacer de Cuba un garito / Y en eso llegó Fidel. / Y se acabó la diversión / Llegó el comandante, y mando a parar”.

La misma jovialidad y su humildad de origen que lo llevaron a decir de sí mismo, lo que luce grabado como epitafio en su tumba, en el Cementerio de Manzanillo: “Yo soy esto que soy, / un simple trovador que canta”.

R.G.M.