Por Rodolfo G. Módena

El 9 de noviembre se cumplieron treinta años de la caída del Muro de Berlín. Aquel día de 1989 quedó grabado como un símbolo del principio del fin de la Guerra Fría y del colapso del campo socialista europeo, que culminaría con el desmembramiento de la Unión Soviética dos años después; aunque el comienzo de aquellos desgraciados sucesos, podría ubicarse unos diez años antes en Polonia, con el surgimiento del sindicato “independiente” Solidarnosc (1980), el liderazgo de Lech Walesa (católico conservador y liberal en lo económico, aplaudido por el trotskismo e instrumentado por la CIA) y el reinado reaccionario del Papa Juan Pablo II (1978).

Sobre las causas de “el muro”, remitiremos a la nota de agosto de 2011, con motivo de cumplirse los 50 años de su construcción (NP 163), en la que decíamos que hasta el propio John Kennedy dijo que había sido “una solución poco elegante, aunque mil veces preferible a la guerra”. Pronto, los imperialistas idearon e inocularon masivamente construcciones mediáticas tales como “muro de la vergüenza”, “cortina de hierro”, “telón de acero”, etc., cuando fue, más allá de su fealdad, un muro de protección antimperialista de la RDA y del campo socialista, que puso freno a las provocaciones y a la inminencia de una conflagración nuclear.

Ahora, sobre las consecuencias de su caída, a la derrota del socialismo en Europa, la crisis del movimiento comunista y revolucionario mundial y el fin de la bipolaridad geopolítica global, le sucederían la ofensiva neoliberal del imperialismo y las oligarquías, la perdida de conquistas históricas del movimiento obrero en todas partes, el abandono por parte de las burguesías del “estado de bienestar” construido en la posguerra europea con la alternancia entre socialdemócratas y socialcristianos, también de los modelos populistas y keynesianos en general, la pérdida de soberanía en América Latina y el Tercer Mundo, así como la hegemonía unipolar del imperialismo norteamericano y su escalada guerrerista e intervencionista. Tanto que George W. Bush llegó a reivindicar el “derecho” unilateral de los Estados Unidos declarando que “debemos estar listos para atacar en cualquier oscuro rincón del mundo”.

Han pasado muchos años, y “el muro” sigue cayendo sobre las espaldas de la clase obrera y de los pueblos. “El muro” fue, en esencia, como “la grieta”, ni más ni menos que una manifestación particular de la lucha de clases y su caída significó una gran derrota, no solo para los comunistas, sino para el conjunto de la clase obrera internacional y los pueblos oprimidos por el imperialismo.

Sin embargo, aquella victoria del neoliberalismo, entre marchas y contramarchas de la lucha de clases, se aproxima a su fin. La prensa burguesa de todo el mundo ya no lo celebró con la borrachera de euforia de tiempo atrás, sino más bien con preocupación por la emergencia de un nuevo escenario internacional que tuvo, el reciente 1º de octubre, una manifestación contundente en las celebraciones por el 70º aniversario de la Gran Revolución China.

Con Jorge Pereyra ya lo dijimos hace tres décadas, desde el primer momento, en el seno del Partido Comunista y en las Bases fundacionales del PCCE: “La contrarrevolución y el desmembramiento de la Unión Soviética y la Comunidad Socialista signaron el comienzo de esta década (los 90) con la impronta de la derrota transitoria del movimiento comunista y revolucionario mundial. Asistimos a un cambio brusco en la correlación de fuerzas internacionales a favor del imperialismo y a una ofensiva ideológica sin precedentes contra las ideas del socialismo. El viraje transitorio en la correlación de fuerzas mundiales a favor del imperialismo no modifica la esencia de la época (tránsito del capitalismo al socialismo) ni la vigencia de su contradicción principal, sino la confirma. Todas las grandes contradicciones de nuestro mundo en crisis concurren necesariamente a la contradicción principal, en tanto su resolución a favor del socialismo es la única garantía para la emancipación de los trabajadores, para la liberación nacional y social, para la paz mundial y el sostenimiento de las condiciones ambientales de vida en el planeta”.

De la farsa del “fin de la historia” solo queda un mal recuerdo. Los trabajadores y los pueblos, han vuelto a ejercer la iniciativa histórica.

Hoy, la República Popular China y la Federación Rusa unidas, junto a numerosos pueblos y gobiernos del mundo, cuestionan fuertemente al hegemonismo imperialista yanqui y empujan la tendencia a un nuevo orden mundial basado en la multilateralidad.

La candente batalla Latinoamericana se inscribe en este contexto internacional. Es “el muro” o “la grieta” de la lucha de clases, con sus particularidades nacionales y su generalidad regional y global.

Es que, como acaba de afirmar el camarada Evo Morales en su mensaje del domingo 10 de noviembre: “que sepa el mundo entero y en Bolivia en especial, los compañeros del campo y los obreros, que el sistema capitalista no es una solución para la humanidad, que el peor enemigo de la humanidad es el imperialismo, estamos convencidos de eso. Ahora, en Bolivia tenemos una experiencia más… aquí no termina la vida, la lucha sigue”.