CRECE EL MALESTAR

Ruidazo contra Macri

Si no fuera cinismo, pasaría por enorme desorientación. O son ambas cosas. Lo cierto es que el gobierno PRO acumula un deterioro económico y social de tal envergadura que no hay redes de contención mediática que resistan su onda expansiva. A esto se suma el compendio de frases célebres de sus más encumbrados funcionarios (empezando por Macri) que sólo sirven para extender un sentimiento de bronca, angustia e inquietud sobre franjas cada día más amplias de la población. Más del 60 por ciento de los argentinos considera que la gestión de Cambiemos gobierna para los ricos, y un 70,6 por ciento observa negativamente la coyuntura económica del país.

Mientras el presidente hace ideología antinacional con la angustia de los patriotas y descapitaliza YPF mientras simula preocuparse por el ahorro energético, siguen cayendo cual fichas de dominó un conjunto de variables de la economía que configuran un cuadro verdaderamente severo. Cifras oficiales registraron una caída del consumo en supermercados y shoppings de entre el 10 y 15 por ciento en mayo respecto al mismo mes de 2015. A pesar de esto (y del invento neoliberal de la “inflación-núcleo”) los precios escalaron un 3,1 por ciento durante el mes de junio, con una proyección que podría superar al 50 por ciento para todo el 2016.

La actividad industrial en mayo registró una caída interanual del 5 por ciento a partir de una baja generalizada de prácticamente todos los rubros, con un elemento aún más preocupante: la importación de bienes de consumo acumula en el año un avance del 21,3 por ciento y en mayo el incremento fue del 44,6 por ciento. Heladeras de Turquía, naranjas de Israel o cerdo de Dinamarca. Durante el mes junio se sumaron 11 mil nuevos trabajadores a las filas de los desocupados, contabilizando 160 mil despidos desde el mes de diciembre, fundamentalmente en el sector privado. Tras siete meses de “reflexión y deliberación”, las conducciones de las tres CGT “advierten una crisis” y evalúan un paro nacional. Más vale tarde que nunca.

Este escenario de creciente malestar social fue el que se expresó masivamente en las protestas del pasado 14 de julio. Silenciado antes, durante y después por el monopolio Clarín y sus satélites, el Ruidazo congregó a miles de personas en todo el país, diseminadas en múltiples cortes y agrupamientos con un denominador común: el repudio al brutal tarifazo impuesto por el gobierno neoliberal, que ha causado enormes quebrantos en las condiciones de vida de las grandes mayorías. No obstante, una mirada más profunda de la protesta permite observar que el reclamo trascendió ampliamente el eje específico de las tarifas y expresó el rechazo al conjunto de las políticas antipopulares del Ejecutivo nacional.

Otro dato a destacar es que en el marco de una participación amplia y heterogénea (donde confluyeron también votantes del macrismo hoy golpeados por la crisis) sobresalió la presencia de una extensa base social -no organizada- identificada con el proyecto nacional y popular y el liderazgo de la compañera Cristina. Este es el fenómeno que más preocupa a la derecha. Prueba de ello es la intensificación de la campaña de persecución de carácter revanchista sobre la ex Presidenta y su familia. Lo cierto es que cuanto más arrecian los ataques sobre su figura, mayor es su ascendencia sobre el pueblo trabajador.

Esto explica (conjuntamente con el sostenido deterioro de la imagen de Macri) la urgencia del poder real por reconstruir el bipartidismo en nuestro país. Durante las últimas semanas volvieron a ungir a Sergio Massa como el elegido para intentar enrolar al PJ en las huestes del neoliberalismo. Pero una cosa son las fotos y otra diferente es el peso en el territorio. Allí los votos siguen siendo de CFK.

Pero este es un plano de la disputa; importante, aunque no el único. Lo principal es aquello esbozado por Cristina en el mes de abril cuando fundamentó la necesidad de construir un Frente Ciudadano que salga al encuentro de los millones de compatriotas dispuestos a enfrentar el ajuste y la dependencia. Es necesario avanzar en ese camino, organizar a esa gran mayoría que ha ganado las calles a lo largo de estos años y que hoy más que nunca requiere de un instrumento político y social que oriente el conflicto en un contexto de dura confrontación.

La bandera de unidad, mal que les pese a propios y extraños, es y seguirá siendo Cristina. La identidad común, donde convergen peronistas, comunistas y otras tradiciones históricas es el kirchnerismo. Si logramos avanzar, estaremos jugando un papel determinante en el desarrollo de las condiciones subjetivas necesarias para volver a ser gobierno en la Argentina.